Estos vienen desde tiempos inmemorables, desde antes de que yo me acuerde pues en este momento que hago este relato sobrepaso los 70 años. Cuando nací ya existían los famosos juegos de negros y blancos y según los comentarios de nuestros antepasados, el inicio de los juegos carnavalescos se remonta a una familia de apellido Castañeda que venía del Ecuador a radicarse en Popayán y en su paso por Pasto con equipaje, recueas de caballos y enseres se encontraron con la celebración del día de los santos inocentes que se lleva a cabo el 5 y 6 de enero. Estas personas se contagiaron de los festejos en los que inician con pintas de color negro hecho de betunes con carbón molido como símbolo de los negros, y termine el 6 de enero con polvos y alucenas de perfumes para festejar el día de los blancos. En una forma tradicional que al paso de los años se ha ido fortaleciendo y formalizando profesionalmente con reinas del carnaval, carrozas, murgas, comparsas y un patrimonio sofisticado accionado por los gobiernos locales que ha dado como resultado un patrimonio no sólo nacional sino también mundial.
Desde febrero, los artesanos comienzan a elaborar las carrozas magnas que recorren las calles con sus colores representando la historia de Pasto y las cosmovisiones de los pueblos indígenas, negros y campesinos que conforman el departamento. La diversidad étnica nariñense es la protagonista de estos carnavales. El majestuoso trabajo de los artesanos se encuentra atesorado en el Centro Cultural Pandiaco en la ciudad de Pasto.
A estos carnavales no solo concurren los habitantes de Pasto “la ciudad sorpresa”, sino también los del departamento, toda la nación, y extranjeros del Ecuador, Chile, Perú, Venezuela, Argentina y demás países que se integran a la gran celebración de los Carnavales de Negros y Blancos, patrimonio Universal de la Humanidad. Aquí juegan niños, jóvenes y ancianos, festejando con alegría, respeto y profundo amor para venerar a Pasto, nuestra tierra natal y al departamento de Nariño.