“Erradicar la pobreza extrema y el hambre” es el primer objetivo del milenio, por el cual se comprometieron todas las naciones del mundo hasta el año 2015 en suprimirlos de su contexto socioespacial, y construir un mundo mucho mejor y más digno para las actuales y nuevas generaciones. Parece ser que a las ciudades como Manila, en Filipinas, El Cairo, en Egipto, y Soledad, en Colombia, se les “olvidó por completo que existe un compromiso obligatorio con la humanidad y la justicia para cumplirlo en su totalidad. Este objetivo en las tres ciudades referenciadas fueron “borrados literalmente” de sus agendas en la construcción de políticas públicas, e irresponsablemente harán que sus respectivas naciones incumplan la obligación asumida con la ONU para erradicar por completo la debilidad social que afecta a las ciudades frágiles y fallidas.
Manila es una de las ciudades de Filipinas más pobladas, aproximadamente 20.000.000 millones de personas que pisan su suelo diariamente en la lucha por la supervivencia, y muy a pesar que en los últimos años la ciudad ha realizado cambios sustanciales en su estructura urbana y ambiental que la han “fortalecido” enormemente en su producción económica. Segrega inhumanamente a más de 6.000 familias que pernoctan y viven en el cementerio de Navotas, ubicado en la Bahía de Manila, donde hombres, mujeres y niños, familias enteras llevan años viviendo entre tumbas sin el más mínimo asomo de solución parcial o total habitacional, para estas personas que conviven con los muertos y sus sueños de desesperanza en condiciones paupérrimas de existencia .
Al igual que Manila, en Filipinas, el Cairo es la ciudad más poblada de Egipto donde el 60% de sus ocho millones de habitantes, aproximadamente, viven en el umbral de la pobreza absoluta. Dos millones de personas, aproximadamente, se hacinan entre tumbas y mausoleos en la necrópolis santa, situada al pie de las colinas Mokattam, al suroeste de la Capital Egipcia, instaladas allí ante la ausencia de otro sitio donde establecer su hogar por el desplazamiento causado por la violencia bélica contra Israel.
La necrópolis data de finales del siglo XVI, y principios del XV, comenzando a ser poblada en el siglo XIX con la llegada de la pobreza y el olvido del Estado.
A diferencia de Manila y el Cairo, Soledad no ha llegado al colmo de la necesidad en ocupar de forma permanente sus sagrados campos santos donde reposan los restos de la memoria urbana que nos antecedió, pero, igualmente, aunque parezca coincidencial, ha depredado los suelos urbanos y rurales menos indicados para vivir de manera digna, equilibrada y justa.
La huella urbana en nuestro territorio, al igual que las otras ciudades descritas, ha sido lacerante y significativa: 44 mil personas residen en la ciudad en zonas de alto riesgo, aproximadamente el 8% de su población total, diseminadas en las orillas de los cuerpos de agua de los arroyos el Platanal y Salao, como los humedales de la llanura fluvio deltaica identificadas en el Plan de Ordenamiento Territorial, riberas del Rio Magdalena, así como bajo los tendidos de las redes eléctricas de Transelca, el área de intensidad sonora del Aeropuerto Ernesto Cortissoz y las tuberías de conducción del gas domiciliario.
Lo que sí es cierto y preocupante hasta el extremo fatal es que las tres ciudades mencionadas, ante la indiferencia gubernamental de su política pública estatal, más la enorme pasividad de la ciudadanía en todo sus aspectos de organización y participación social, están muy distantes de cumplir con la meta propuesta en el primer objetivo del milenio si no erradican esos lunares cancerosos que degradan la ciudad hasta volverlas fallidas. Y si no fluye el interés social por mejorarnos, estaremos, al decir de Gabo, “condenados a no tener una segunda oportunidad sobre la tierra”.