Que el ser social del hombre determina su conciencia y no ésta su ser, es uno de los aforismos marxistas más conocidos. Tanto que con los años y las décadas ha dado para grandes polémicas fuera y dentro de los círculos revolucionarios. Y es natural que así sea, pues al confrontarlo con la práctica, ese criterio de la verdad al decir de Lenin, genera diversas inquietudes.
Lo primero que diría un escéptico es que Bolívar no fue un indio o un negro oprimido en América, pero se transformó en el jefe indiscutible de la revolución de independencia de España. Y que Fidel Castro no fue un obrero cubano y menos un campesino sin tierra como pudo serlo en México Emiliano Zapata, sino el hijo de un inmigrante español devenido en terrateniente.
Pese a lo cual terminó siendo el líder triunfante de la revolución más trascendente de la historia latinoamericana. Claro que Bolívar no fue un zambo, sino un hombre de cuna rica al que su familia pudo enviar a Europa, donde conoció las ideas antimonárquicas de la revolución francesa y el pensamiento de la ilustración que sacudían el viejo mundo.
Fueron las condiciones imperantes en la época las que condujeron a Bolívar a asimilar las ideas más avanzadas de su tiempo. No fue su genio el que determinó su quehacer, sino la realidad del mundo que conoció en España, Francia e Italia. Que unidas incluso a su condición de venezolano, produjeron en su mente una versión original del liberalismo político.
Es sabido que Bolívar se negó a adaptar para el continente que liberaba, las ideas puras de las revoluciones inglesa, francesa y norteamericana. Meditaba sobre las realidades económicas, sociales, políticas y culturales de la América hispana, y concebía un tipo de Constitución que se adaptara a ellas, despertando la inconformidad de los liberales a ultranza.
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El conjunto del pensamiento bolivariano expresaba mejor que ninguno
lo más conveniente para el nuevo mundo,
pero sus contradictores terminaron arruinándolo todo.
Que terminaron por tacharlo de bonapartista y dictador, e incluso llegaron a atentar contra su vida, por considerarlo un obstáculo para la realización de la democracia inmaculada que aprendieron en los libros. El conjunto del pensamiento bolivariano expresaba mejor que ninguno lo más conveniente para el nuevo mundo, pero sus contradictores terminaron arruinándolo todo.
El gran José Martí expresaría varias décadas luego, que Bolívar tenía mucho que hacer aún en América Latina. Ese Martí que reconoció la condición bolivariana precursora del anti imperialismo, y al que su abnegación revolucionaria condujo a perecer tempranamente en el combate de Dos Ríos. Ideas tercermundistas y latinoamericanistas que recogió Fidel con talento indiscutible.
Y que supo combinar con lo más claro del pensamiento marxista leninista, que desde las primeras décadas del siglo XX se encargaba de sacudir el mundo entero, dejando de ser el mero fantasma que recorría el mundo un siglo antes. Las revoluciones rusa y china, la segunda guerra mundial, el New Deal de Roosevelt y la tradición revolucionaria de América determinaron una época.
Por eso Fidel se convirtió en la expresión más fiel de su tiempo, con independencia de las influencias de su entorno familiar. Ratificando de ese modo el aforismo al que me refería en un comienzo. Cuando el origen de clase no se armoniza con el conjunto del movimiento real de la sociedad, produce al final desviaciones serias y dañinas, como la de Santander por ejemplo.
Lo cual me recuerda a Jacobo Arenas en la entrevista que le hizo Carlos Arango Zuluaga para su libro Farc 20 años:
“Se dieron contradicciones porque ese es un problema que se origina en la condición social de la gente. Hay aquí en Colombia unos muchachos que piensan que la revolución en este país se ha retardado veinte años y entonces piensan que hay que hacerla ya. Y si se hace para ayer, es sumamente tarde; si se hace para hoy es inmensamente tarde, y si se hace para mañana es trágicamente tarde. Entonces proceden de inmediato y eso nos genera a nosotros contradicciones con los compañeros. Porque nosotros creemos que la revolución es un proceso histórico, prolongado, difícil. Y otros creen que no es así. Y no solo aquí en Colombia sucede eso sino también en otros países”