Sobre La vorágine

Sobre La vorágine

¿A quién se le ocurre una aventura amorosa con la prometida de un terrateniente viejo y rico? Un matrimonio por conveniencia, por un arreglo de fortuna...

Por: Silvio E. Avendaño C
julio 19, 2024
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Sobre La vorágine

Me encuentro en un trancón. Veo por la ventanilla las bicicletas, las motos, autos, camiones y tractomulas. Mi vecino teclea el celular. En el aburrimiento abro el libro que llevo La vorágine: “Antes de que mi corazón se apasionase por mujer alguna jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia.” El vehículo continúa detenido.

Hace cola a la espera del cambio de color en el semáforo o que se retire el obstáculo. No sé si bajarme y caminar, pero queda lejos del lugar al cual me dirijo. Sin salida, para no desesperarme vuelvo a la novela, pues no se disuelve el atasco, mientras Arturo Cova, huye hacia los Llanos orientales, de la Atenas Suramericana, como denominaron a Bogotá, a finales del siglo XIX, el francés Pierre d’ Espagnat y el argentino Miguel Cané.

Con un pie en el delito y el otro en el pecado Arturo Cova padece el escándalo. ¿A quién se le ocurre una aventura amorosa con la prometida de un terrateniente viejo y rico? Un matrimonio por conveniencia, por un arreglo de fortuna. El ambiente del catolicismo regía la vida de los hombres y mujeres. Por otra parte, la ley busca al poeta para llevarlo a la cárcel.

Ante la sociedad de pecado y delito, la pareja, Arturo Cova y Alicia huyen de la condena religiosa, del delito y el chismorreo del periódico. Llegarán a los Llanos. Luego Barrera le promete fortuna a Alicia y Griselda. por eso van a la selva, a las caucherías.

El árbol Hevea brasilensis se conoce en el Amazonas mucho antes de la colonización española. En 1839, Charles Goodyear, por casualidad, volcó azufre sobre la goma, con el logro del caucho duro de color blanco, proceso conocido como vulcanización Luego, a dicha sustancia se le añadió polvo fino de carbón obtenido de la combustión incompleta de derivados del petróleo, con el resultado: una llanta negra, maciza, con mayor agarre al pavimento.

Tiempo atrás Henry Wickham, botánico robó las semillas de caucho del Brasil en 1876, para llevarlas a las colonias británicas:  Sri Lanka y Malasia. En 1888, la invención del neumático (un tubo de caucho cerrado con aire) hizo posible la llanta desmontable. En 1891, se popularizan la bicicleta y el automóvil. La necesidad del caucho se convirtió en fiebre por parte de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, en la segunda revolución industrial.

El caucho prometía un próspero negocio, ante la decadencia de la quina por la cloroquina que sustituyó la quinina. El uso del caucho para la fabricación de llantas y neumáticos, las telecomunicaciones, medicina, industria automotriz y en otros usos.

Hacia finales del siglo XIX, Peruvian Amazona Company -capital inglés- hizo posible la Casa Arana, en la Chorrera, Putumayo. Sometieron a las comunidades indígenas y a los campesinos. En los campamentos los capataces con látigo, tortura, fuego y armas.

Los subalternos ganaban según la cantidad de látex que le llevaran los esclavos. Y aumentaba la codicia, cada indígena tenía que entregar cincuenta kilos de caucho a la semana. “Si su señoría los conociera, encontraría más lectura en el debe que en el haber, ya que a muchos hombres se les lleva la cuenta por simple cálculo, según lo que informan los capataces.

Con todo, hallaría datos inicuos: peones que entregan kilos de goma a cinco centavos y reciben franelas a veinte pesos; indios que trabajan hace seis años, y aparecen debiendo aún el mañoco del primer mes; niños que heredan deudas enormes, procedentes del padre que les mataron, de la madre que les forzaron, hasta de las hermanas que les violaron, y que no cubrirán en toda su vida, porque cuando conozcan la pubertad, los solos gastos de su niñez les darán medio siglo de esclavitud…Estas son las queridas de nuestros amos. Se las cambiaron a sus parientes por sal, por telas y cachivaches o las arrancaron de sus bohíos como impuesto de esclavitud.

Ellas casi no han conocido la serena inocencia que la infancia respira, ni tuvieron otro juguete que el pesado tarro de cargar agua o el hermanito sobre el cuadril. ¡Cuán impuro fue el holocausto de su trágica doncellez! Antes de los diez años, son compelidas al lecho, como a un suplicio; y, descaderadas por sus patrones, crecen entecas, taciturnas, ¡hasta que un día sufren el espanto de sentirse madres, sin comprender la maternidad!”

 En 1907, W.E Hindenburg, un ingeniero llegó a la Chorrera y escribió sobre lo que ocurría. El gobierno inglés envió a Roger Casement quien investigó, escribió sobre la explotación en el Putumayo y en el Congo. (1912) Al enterarse el gobierno inglés retiró a la compañía del negocio, eso sí llevándose la semilla de los árboles.  

Tiempo atrás, 1876, Henry Wickham un explorador, botánico, robó (biopiratería) del Brasil, 70,000 semillas, sembradas en otros países, a menor costo en África sub-sahariana, Malasia. Mientras los árboles se encontraban dispersos en la selva amazónica, hecho que hacía difícil su extracción y transporte, en otros lugares se hicieron cultivos industriales.

En 1912, el Papa Pio X promulgó la encíclica Lacrimabili Statu. “En verdad cuando reflexionamos en los crímenes y maldades que contra estos indios cometen, nos horrorizamos sobre manera y sentimos compasión de su lastimoso estado.” Desde 1913, como se ha dicho, la producción del caucho pasó a manos británicas. Con este hecho la región amazónica perdió la demanda global de materia prima para las grandes industrias de neumáticos.

No se puede negar que, antes del escándalo periodístico e investigativo, no se supiera que ocurría sobre la Casa Arana. El gobierno inglés miraba a otro lado.  Perú no “tenía conocimiento.” El Estado colombiano no llegaba a esos lugares. Julio C. Arana fue un “héroe”.  Reclamó 57.740 kilómetros cuadrados, tras el fin del conflicto entre Perú y Colombia (1932) y, la ocupación efectiva del territorio concedido a Arana antes de entrar en vigor el Tratado Salomón-Lozano, entre los dos países.

Arana fue indemnizado por Colombia, en 1939, con 200.000 dólares. Los territorios “cedidos” por Arana se le asignara a la Caja Agraria, antecesora del Banco Agrario. No hay saldo para las víctimas, salvo la tardía cesión de estas tierras a su favor por la entonces Caja Agraria. Hoy-1924- las condiciones de los trabajadores en los lugares de próspera producción -Tailandia, Camboya- se oculta, se sabe poco, mientras la industria, en especial de llantas y neumáticos prosperan. Ellas respetan los Derechos Humanos: Goodyear, Michelin, Firestone, Continental, Bridgestone, Pirelli…

La vorágine se puede considerar, no como una obra literaria unida a lo telúrico, a la emoción del paisaje, a la descripción de la tierra y a la vida de los pobladores. Una visión más amplia, lleva a pensar en una “alegoría romántica”, en la cual, por una relación casual, por un embarazo indeseado, Arturo Cova y Alicia tiene que huir ante el juicio moral de la sociedad señorial y la mentalidad católica. La complejidad de la vida, tanto Arturo Cova como Alicia, en su aventura, lo mismo que otros personajes, transforma al poeta en intelectual y a Alicia, de una joven ingenua, en una mujer decidida. 

La visión de un personaje, al que se le va transformando en la ciudad y que a través de la huida, no podía imaginar el mundo al que llegaba. Una segunda manera de ver la obra, como la representación de la violencia que se extiende en la ciudad, el Llano y, de manera inimaginable a la masacre en lo profundo de la selva, dada por la circunstancia, de la segunda revolución industrial, unida con el caucho los automóviles. También como una novela de protesta que hace posible ver que el Estado colombiano no hacia presencia en la región.

En el centenario de la publicación de La vorágine vale mirar la región de la masacre. Narcotráfico y guerrilla. La Iglesia obligada a abandonar su pretensión de “llevar la luz de la verdad civilizadora” con sus misiones e internados. Los pueblos de la región luchan por el reconocimiento de los resguardos, el establecimiento del gobierno indígena y la preservación de su cultura. Pretenden dejar atrás la subyugación, opresión, menosprecio de políticos que los concebían como seres primitivos, sin voz ni voto en su propio destino.

En las últimas páginas de El llamado del jaguar. Mi vida en el Amazonas, Martin Von Hilderbrand escribe: “La legitimidad adquirida por el gobierno indígena le permitió forjar alianzas útiles con las autoridades gubernamentales nacionales.

Aunque de ahí en adelante aún es posible el retroceso. Con cada amenaza a lo que corresponda, el gobierno indígena afirmara su legitimidad. Con eso, accederá a mayores responsabilidades y, por medio de estas a crecientes privilegios.

En el trascurso de las últimas décadas, al menos, considero que ese es el avance que hemos visto. Claro está, eso no quiere decir que el trabajo se haya terminado, y es vital seguir avanzando, seguir respondiendo a las crisis, para continuar reforzando lo que se ha logrado.”

Y, Arturo Cova y Alicia se lo tragó la selva, mientras que el trancón no se desdibuja…

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