En la compleja arena política, donde las agendas compiten por atención y los intereses se entrelazan, el verdadero compromiso con el bienestar animal se ve sometido a una prueba de fuego.
Recientemente, la senadora Andrea Padilla ha sido objeto de escrutinio público debido a su supuesta defensa del animalismo selectivo, una práctica que ha dejado en entredicho su verdadero compromiso con la protección de los seres vivos más vulnerables de nuestra sociedad.
La senadora Padilla se ha erigido como una figura destacada en la defensa de los derechos de los animales, al menos en apariencia.
Sus discursos, trinos y acciones públicas la presentan como una abanderada de la causa animalista, prometiendo apoyo a proyectos de ley destinados a proteger a nuestras mascotas y a erradicar prácticas que considera crueles, como las corridas de toros.
Sin embargo, la realidad parece distar mucho de esta imagen idílica. Las acusaciones hechas por varios de sus colegas congresistas, pintan un retrato preocupante de una política cuyas acciones no se alinean con sus palabras.
Se le señala de intentar hundir proyectos que no llevan su sello personal, de generar divisiones en lugar de buscar la unión, y de respaldar actos de nepotismo que socavan la legitimidad de su compromiso con la causa animalista.
El episodio más reciente, protagonizado por los Representantes Juan Carlos Losada y Alejandro García, arroja luz sobre las contradicciones en el accionar político de la Senadora Padilla.
Mientras Losada asegura su apoyo inquebrantable al programa nacional de esterilizaciones de perros y gatos de Padilla, denuncia su falta de respaldo a la prohibición de las corridas de toros, señalando una clara discrepancia entre sus palabras y sus acciones.
Por otro lado, García lamenta la división generada por Padilla en torno al Proyecto de Ley de Toros, destacando la necesidad de unidad en momentos críticos para la causa animalista.
“Usted ha querido hundir este proyecto en la Cámara de Representantes. (…) usted le ha dicho a sus compañeros del partido verde que, como este proyecto no es suyo, deberían votarlo en contra.”
Dice en el video el representante Losada, y agregó “(…) la comunidad animalista entera que ha estado en el congreso, no la ha visto a usted un solo día, venir apoyar el proyecto (de la prohibición de corridas de toros), sino que muy por el contrario, fue usted quien quiso cambiar el orden del día ayer para que no se discutieran las corridas de toros. (…) Qué tristeza que usted sea la llamada senadora animalista”
Pero las inconsistencias no se detienen aquí. El respaldo explícito de Padilla a la campaña política de su pareja sentimental, John Rodríguez, bajo el estandarte del Partido Verde, arroja dudas sobre su compromiso con la meritocracia y la transparencia en la arena política.
Este acto de nepotismo no solo socava la credibilidad de Padilla como líder política, sino que también cerró las puertas a activistas con años de experiencia y más méritos para representar legítimamente al sector animalista en el concejo distrital. Afortunadamente la ciudadanía no es tonta y no salió electo.
No siendo suficiente, el conocimiento técnico de la senadora deja mucho que desear, sobre todo por los debates en los que se ha enfrascado con científicos, médicos veterinarios y zootecnista.
Los ejemplos más recientes son dos de sus proyectos de ley: el primero con el que buscaba evitar que se hicieran investigaciones con animales, causando escozor en la vasta comunidad académica que claramente diferencia entre investigación y maltrato.
Y el segundo proyecto, que además de mal redactado e incompleto, es el de la esterilización de perros y gatos, que como ya lo han señalado expertos del campo, esterilizar por esterilizar, sin un acompañamiento real en la recuperación de los animales, puede terminar en peores condiciones, e incluso en la muerte. Eso sin mencionar el caso de los hipopótamos.
Si bien la senadora Padilla ha hecho alardes públicos de su apoyo a esta iniciativa, las críticas arrojadas sobre su conocimiento técnico y la calidad de sus proyectos de ley plantean serias dudas sobre la efectividad real de sus acciones. ¿Es realmente un acto de compromiso con los animales impulsar proyectos cuya viabilidad y beneficios reales están en entredicho?
¿Será que más bien su proyecto de ley tiene que ver con que su fundación Ruta Animal, con la que casualmente hace esterilizaciones, está buscando financiarse con recursos públicos?
El caso de la senadora Padilla es un recordatorio de la importancia de la coherencia y la transparencia en la política. No basta con palabras vacías y gestos simbólicos; es necesario un compromiso genuino y acciones concretas que respalden las promesas hechas al electorado. En un mundo donde la confianza en las instituciones está en declive, los políticos tienen la responsabilidad de demostrar con hechos su compromiso con las causas que dicen representar.
En última instancia, la Senadora Padilla y otros políticos que utilizan el animalismo conveniente como una herramienta para ganar simpatías deberían recordar que su credibilidad se construye sobre la base de sus acciones, no de sus discursos. La verdadera defensa de los derechos de los animales requiere más que retórica vacía; exige un compromiso honesto y coherente que trascienda los intereses personales y partidistas.
A los animalistas allá afuera, a los verdaderos, les pido que reconsideren sus apoyos. Busquemos nuevos y legítimos liderazgos. Reconozcamos a aquellos que han estado siempre luchando por las causas animalistas y no por oportunismo político. La agenda tiene que avanzar, pero no con egos y cálculos políticos opacos, sino de forma correcta, ética y transparente.