Señor presidente, yo también me congratulo por sus esfuerzos para encontrar buenas soluciones pragmáticas —y no burocráticas— a los problemas del presente y de no enfrascarse en discusiones estériles sobre los conflictos y rencillas del pasado y de intentar reforzar la dimensión política y el espíritu de cooperación leal, la actitud de compromiso por el destino colectivo, el ambicioso y serio esfuerzo por dar soluciones a problemas relacionados con la vida diaria del ciudadano.
Toda nuestra admiración y toda nuestra gratitud por el coraje y la firmeza, así como en la responsabilidad por contribuir a apagar el fuego de las disputas cada vez más amargas que hemos podido presenciar en los últimos meses. Y le damos las gracias por su trabajo, porque en verdad se lo merece. Que son el fruto de esa fe en función de un ideal que debe impulsarse y que necesitamos para promover la participación y la revalorización de la sociedad civil, y también los progresos que pueden anotarse en su haber.
Compruebo, y me congratulo por anticipado con sus esfuerzos por la rapidez y agilidad con que se ha dado respuesta a las demandas de los ciudadanos en relación con la reciente y desafortunadísima catástrofe pandémica y ruego del cielo apoyo para usted. Encomio a los miembros del gobierno por sus esfuerzos encaminados a consolidar la paz y la democracia, estimular el desarrollo, favorecer la autonomía para evitar que la pesadilla no se repita y que el ciclo de la violencia no se reinstale.
Encomio los esfuerzos desplegados por el glorioso Ejército, la Policía Nacional y las autoridades civiles por su determinación para enfrentar los nuevos grupos armados ilegales y los grupos insurgentes, garantizando cómo sobrevivir a un pueblo muy sufrido, consumido, pero dispuesto a la lucha. Me congratulo de los esfuerzos realizados por las administraciones sanitarias y los médicos en aras de un trabajo más eficiente; un esfuerzo cuyo éxito contribuirá a reforzar la dimensión política de la construcción de un nuevo país capaz de vivir creativa y positivamente con los conflictos que lo definen. Pero tenemos que conseguir nuevos progresos.
“Han navegado ustedes, como Ulises, por aguas turbulentas, y quizá, en algún momento, tendrían que haber atado al mástil a algunos de los tripulantes cuando las sirenas transatlánticas empezaron a cantar, pero estamos a tiempo de mejorar la situación”. Más allá de todo esto, permítanme que hoy señale, no obstante, que se requieren nuevas formas de proceder ahora que se acercan los últimos meses de su Presidencia, que son fundamentales para el futuro de Colombia. Como ha dicho Sócrates: recuerde que no hay nada estable en asuntos humanos, y por lo tanto evitemos la euforia indebida en la prosperidad o la depresión indebida en la adversidad.
Y aquí hay algunas cuestiones fundamentales. Vemos una actividad frenética, pero no suficientes avances reales a los desafíos y a los graves problemas a los que enfrentarnos. Malgastamos una gran cantidad de tiempo con iniciativas paralelas, que muy a menudo carecen de un fundamento jurídico suficiente y que muchas veces sospechamos que responden a motivaciones políticas personales más que a la búsqueda de auténticas soluciones generales.
En primer lugar, Colombia debe hablar en un lenguaje político claro en todos los ámbitos político, social y judicial en los que es más urgente progresar. En segundo lugar, se está registrando una evolución dramática en el sector del consumo de drogas, pero también de su producción, quisiera citar también la falta de realismo en las cuestiones relacionadas con la justicia para la lucha contra el crimen y la inseguridad en nuestras ciudades a expensas de nuestras libertades, como si nos encontráramos en un espacio vacío de justicia. Hace falta reforzar la sensación de seguridad de los ciudadanos, luchar contra el crimen organizado y desarrollar una política integral de inmigración que sea aplicable y que se fundamente en nuestros comunes valores constitucionales de la Colombia como comunidad de derecho, combatir el odio y la violencia, el racismo y la xenofobia dondequiera que se manifiesten.
En cuanto a la lucha contra la criminalidad organizada, el terrorismo, la droga, la trata de seres humanos, se requiere unos nuevos métodos policiales, una nueva adecuación de las normas jurídicas y una inmediata adaptación de la cooperación policial y judicial en materia penal. En Colombia, la inseguridad, la salud y el empleo se han convertido, como dice una reciente encuesta, en tres de las primeras preocupaciones de los ciudadanos. Y estas preocupaciones requieren también respuestas nacionales rápidas y efectivas, con vistas a garantizar el respeto a los derechos y libertades fundamentales. Ya veremos cómo se desarrolla este tema. No puedo emitir un juicio anticipado al respecto.
Hoy hablamos también del estupor que causa el caso de la JEP, en nuestra opinión, una verdadera inflexión en la historia del país, qué está haciendo Colombia, los ciudadanos no lo saben. En realidad, la impresión que da la prensa es que ni siquiera lo sabe nuestro gobierno. Dígannos cómo piensan avanzar. ¿Qué queremos realmente? Por favor, no vuelvan a decir que están en el buen camino. Convénzanse de verdad de la bondad de sus propias decisiones, sosténganlas con claridad, decisión y valentía. Como escribió Albert Camus: "Nombrar mal las cosas es aumentar la desgracia del mundo".
Antes del conflicto, las voces discordantes, pero sinceras, permitían al menos que nuestras opiniones públicas vieran la situación con mayor claridad y se implicaran en esta confrontación de opciones. La JEP no era más que "un pretexto burocrático para hacer que la guerrilla fuera aceptada" y, a pesar de ello, este gran engaño no provoca ninguna reacción de indignación de algunos legisladores y organizaciones, y personalmente lo lamento, por ello debemos mantenernos unidos, debemos mostrarnos decididos y debemos estar vigilantes a todas estas violaciones del derecho.
Por todas estas razones, opinamos, que la presidencia prestaría un enorme servicio a Colombia si pusiera claramente este problema en toda su extensión sobre la mesa de la ciudadanía. ¿Qué queremos hacer juntos, y cuáles son los medios de que nos valemos para salvarnos del peligro? Vemos claramente dónde se sitúa el peligro para Colombia. Situémonos junto a quienes buscan salvarla. Tenemos que abordar importantes cuestiones, desde el control de la frontera exterior hasta la política extranjera de cooperación, la regularización, las expulsiones y el derecho al voto para los extranjeros pasando por la policial y de seguridad y condiciones de acogida. Pero también medidas coercitivas y punitivas que son dispersas y bastante incoherentes. En efecto, solo así seremos una auténtica comunidad de derecho.
¿Cómo podemos referirnos despectivamente a los miles de venezolanos como migrantes económicos ilegales, cuando todos conocemos de sobra su vulnerabilidad a la persecución de Maduro, como se ha demostrado en el pasado y estoy seguro de que se demostrarán de nuevo en el futuro? Arriesgando su vida, huyen de la dictadura, de los conflictos y de la miseria. A pesar de todo, son candidatos a la clandestinidad, y lo saben. La verdad es que no damos pruebas de demasiada coherencia a ese respecto. Las respuestas a estas preguntas son ineludibles si queremos ir hacia una política más justa, más humana y más eficaz.
Urge ir dando ya respuestas a estas preguntas, y con rapidez. Espero que sigan ustedes intentando compensar las medidas represivas contra la inmigración ilegal con una mano tendida a los refugiados y haciendo hincapié en los derechos humanos y las libertades fundamentales. Desde el Comité de Voluntarios Italia Unión Europea pedimos igualdad de derechos y deberes en todos los ámbitos de la legislación y pedimos al gobierno que presente propuestas viables sobre la política exterior para los nacionales residentes en el exterior. Tenemos que volver a llenar de verdadero contenido el diálogo con los ciudadanos residentes, su población y justamente los jóvenes que hasta ahora ha sido en gran parte solo retórica. Según las últimas encuestas parece que el gobierno está ahora a la escucha, pero es evidente que aún hay que escuchar mucho más.
Al hacer hoy el balance de la trayectoria que sustancialmente empezó en agosto de 2018, constatamos serios retrasos y retrocesos en la consecución de los objetivos sobre las cuales es necesario dar una señal de progreso, de democracia y de claridad, que sea directamente visible para todos los ciudadanos. Todavía se toman demasiadas decisiones a puerta cerrada y sin el debido escrutinio popular. La casa que estamos construyendo para nuestros ciudadanos debe poder resistir un terremoto. Debemos estar a la altura de ese imperativo, no pujar en una deprimente subasta a la baja de derechos para nuestros ciudadanos o los que lleguen del exterior; no acepte chantajes de unos pocos que no tienen ningún interés en su éxito –esto hay que decirlo y repetirlo– y reivindique el valor de un método de trabajo abierto y parlamentario, que es muy distinto del método intergubernamental, basado exclusivamente en las relaciones de fuerza. Esto también se debe aplicar a los temas de política interior.
Señor Presidente, cuando la política de fortificación de la democracia pierde el rumbo, se producen naufragios, como el que ocurrió en Cuba, Nicaragua y Venezuela, y el que acaba de tener lugar en otros países vecinos, el de las naciones oprimidas y el de la represión, la ilegalidad a las víctimas del hambre o de las dictaduras políticas que probablemente se cobrarán aún muchas vidas humanas. Esto nos obliga a preguntarnos: si realmente deseamos más libertad, seguridad y justicia, ¿qué debemos hacer para evitar que Colombia sea víctima de dicha política?
Por esto, yo pido al gobierno que se tome en serio la prevención, pero de modo que el ciudadano pueda entenderlo con facilidad. Un enfoque unitario: ¡de acuerdo!, ¡pongan en marcha ahora mismo una iniciativa a favor de la democratización! ¡Esta es, en efecto, la única política consecuente contra el comunismo y el régimen! ¿No tiene el gobierno soluciones concretas en este campo? ¿Serán la delincuencia, la dictadura, la opresión y la cruda realidad los que decidirán? Esperamos propuestas del gobierno en estas materias, y por mi parte quisiera animarle a que haga también suya esta aspiración. A menos que seamos capaces de pensar de otra manera sobre el concepto de soberanía, seguiremos fallando a nuestros ciudadanos en cuanto a los principales retos que afrontamos.
Por desgracia hay demasiadas áreas en las que todavía no se pueden dar garantías suficientes de que el dinero de los contribuyentes se administre como es debido. Aunque pienso que todavía tenemos que encontrar soluciones ideales, aplaudo los esfuerzos realizados hasta la fecha. Señor presidente, no deseo señalar con el dedo, pero me gustaría creer que los próximos meses de su presidencia podremos encontrar una solución aceptable a estos problemas acuciantes. Esto es lo que, en cualquier caso, esperamos y lo que hemos querido testimoniar con nuestro voto favorable en 2018.
Siempre hemos creído que la paz y el desarrollo económico únicamente puede propiciarlos un gobierno estable, que cuente con el apoyo mayoritario del pueblo, en lugar de imponerse desde arriba. Hemos de ser creativos, imaginativos y tener sentido del tiempo y del futuro. Ninguna fórmula podrá sustituir jamás la pasión y la inteligencia de unos responsables políticos que ponen el propio patrimonio cultural al servicio del interés común del pueblo y con un espíritu constructivo y de independencia, del que aspira a hacer algo por los demás. Amén.