Sobre la picaresca política

Sobre la picaresca política

La consigna es no dejarse provocar, sangre fría, equilibrio emocional, pasar de agache los agravios, y ser como el águila, mirarlo todo desde las alturas

Por: Carmelo Emiro Chamorro Espriella
febrero 14, 2022
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Sobre la picaresca política
Foto: Pixabay

“No hay que perder el garbo ni el norte ni el humor”.

Doscientos años atrás Simón Bolívar aseguraba que en estas naciones recién fundadas no se daban las condiciones para una democracia representativa y abogaba por gobiernos dictatoriales, o presidencia vitalicia, incluso hasta pensó en restaurar la monarquía.

Francisco de Paula Santander opinaba lo contrario y abogaba por un régimen democrático. Siglo y medio más tarde Laureano Gómez retoma lo dicho por Bolívar sobre “este país de cafres”.

Y lo patético es que desde Europa nos siguen mirando como un amacizo de “repúblicas bananeras”, lo que llevó a Gabriel García Márquez a reclamarles en su discurso de aceptación del Nobel.

No es lícito que nos midan con el rasero con que se miden ellos, les dijo, ello es un error, porque el viejo mundo tiene milenios de cultura acumulada, y más de 600 años en democracia, desde el advenimiento del capitalismo y la revolución burguesa mundial, en tanto nosotros sólo hace 200 nacimos a la vida independiente, un suspiro en el discurrir histórico, y todavía con un pie en el feudalismo…

Y por tanto, nuestro caminar es desgarbado, a marchas forzadas, casi al trote. Que nos tuvieran paciencia y respetaran nuestra idiosincrasia en construcción permanente, ya llegaría el momento en que zanjaríamos la diferencia. Es que somos lo que somos. El subdesarrollo también deja su impronta en lo cultural y en lo mental.

Para que la democracia se realice en lo político, precisa también que vaya acompañada de la democratización de la propiedad y de la cultura, fenómenos aparejados al desarrollo de las fuerzas productivas. Y esa es la tensión existente en la actual confrontación política e ideológica entre quienes defienden el atraso versus los amantes del progreso y el desarrollo.

Y son manifestaciones de atraso, las degradantes prácticas de corrupción y clientelismo, el fraude, el voto coactivo, la compraventa de votos, el terror como táctica electoral, la recurrencia a las viejas pasiones del odio y del miedo, malformaciones de los llamados partidos tradicionales y sus derivados, algunos incluso pacieran ser asociantes para delinquir.

Y para no caer en ese fango los personeros de las fuerzas alternativas a los factores del atraso, no deben perder el garbo, ni el rumbo ni el humor.

En Colombia quienes aspiran a dirigir los destinos de la nación deben tener muy en cuenta esta admonición de Francisco Mosquera.

Por el garbo se entiende la prestancia personal, la compostura que emana del carácter, no de las gónadas como lo asevera una conocida artista que como figura del espectáculo gusta, pero se escacha mucho cuando de opinar se trata en materia política.

El garbo no es ningún postizo, como lo dice el dicho “Así se vista de seda, mona se queda”, ese atributo es la impronta de la cultura remarcada por la influencia familiar.

En el pasado reciente uno de nuestros prohombres perdió la compostura que le imponía su alta investidura para callar a un crítico “Te voy a dar en la cara, marica”, y como el mal ejemplo cunde, uno de los actuales candidatos, que recurre a las patanerías y al lenguaje destemplado para gana audiencia, amenazó con pegarle un tiro a un malqueriente.

Y qué decir de las extravagancias de quien hasta alicoreado sube a la tarima….o quienes convierten los debates televisivos en un sainete.

Y no perder el norte, significa la coherencia de lo que se predica y se hace con el proyecto de nación que se defiende; y no andar en malas compañías, o haciendo funambulismo, acomodándolo todo a la conveniencia de la coyuntura y acomodándose a todo en el afán de ganar votos.

En política no todo vale, hay una ética subyacente, con “avilantadas” se pierde la confianza de la gente y el capital acumulado corre el riego que se esfume como agua en cesto. La dignidad no es negociable y la decencia es la línea que nunca se debe traspasar.

Y no perder el humor, ni siquiera en el fragor de la dura confrontación política e ideológica con los contrincantes, los hay cizañeros, que juegan sucio y recurren a toda suerte de artimañas para sacar de quicio al contrincante, o poniendo en su boca lo que no ha dicho para ganar debates o rebajándolos al corral de los cerdos salpicando a Raymundo y todo el mundo.

La consigna es no dejarse provocar, sangre fría, equilibrio emocional, pasar de agache los agravios, y ser como el águila, mirarlo todo desde las alturas. El conocimiento en profundidad de todo, la templanza y el humor, da esa perspectiva superior. Y es así como vale la pena ganar, con juego limpio. Es el rasgo distintivo de un estadista.

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