Sobre la inconsistencia y otros defectos de los promotores del acuerdo de paz

Sobre la inconsistencia y otros defectos de los promotores del acuerdo de paz

"Quienes fueron derrotados en aquel momento se encargaron de exteriorizar un sinfín de sentimientos y epítetos en contra de quienes apoyaron la opción del no"

Por: Rafael Jesus Calles Moreno
octubre 27, 2017
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Sobre la inconsistencia y otros defectos de los promotores del acuerdo de paz

Para nadie es un secreto que el plebiscito del día 2 de octubre de 2016 marcó un antes y un después en la reciente historia política de Colombia. Aunque el incendio del país luego de este magno acto era de esperarse —como cuando se prende un fósforo a la paja seca— en los planes de pocos entraba que una serie de flamantes personajes se encargaran de darle vida a la discordia y a la polarización; dos palabras que engalanan titulares por doquier desde hace más de un año. Y al hablar de dichos protagonistas no me refiero al expresidente Uribe, ni al exprocurador Alejandro Ordóñez o cualquier otro factor que haya sentado una posición contraria al proceso de paz con las FARC; equivocadamente o no la consecuencia política de dichos cabecillas obligaba a mantener su posición hasta las últimas consecuencias que, por cierto, fueron apoyadas por la mayoría de la población en las urnas, aunque la escasa división de poderes públicos se empecine en lograr lo contrario.

Quienes fueron derrotados en aquel momento se encargaron de exteriorizar un sinfín de sentimientos y epítetos en contra de quienes apoyaron la opción del no en un desesperado intento de transferir culpabilidades y evitar enfrentar responsabilidades que, sin duda alguna, tuvieron una influencia superlativa en el revés sufrido. Al parecer los culpables son 6.431.372 colombianos con ánimos de venganza, guerreristas, que “influenciados” por diversas corrientes políticas expresaron la opinión que su conciencia dictaminó. Siendo así, para los derrotados en aquella elección constitucional el culpable termina siendo la democracia misma, arma que decidió mediante la voluntad popular el rumbo que debía tomar el país en cuanto a una decisión trascendental. Misma democracia que citan algunos columnistas para justificar la entrada de las Farc a la política. ¿Paradójico, no?

Para cuestionar, acusar y sobretodo debatir deben tenerse a la mano las mejores cartas probatorias que validen argumentos de peso. Para ello acudí a la edición número 1851 de la reconocida revista Semana para echar un vistazo acerca de la actualidad colombiana. Lo que no esperábamos los recurrentes lectores de tan prestigioso medio era observar un denominador común en las columnas de la publicación; endosar al expresidente Álvaro Uribe Vélez toda clase de responsabilidad en las cuestionables declaraciones del precandidato Germán Vargas Lleras. Y es que quienes intentan de manera desenfrenada romper con la polarización son los primeros que contribuyen a encender un debate que debería pasar a un segundo plano. Aunque tienen en sus manos la posibilidad de comunicar mensajes de peso, a pesar de que a sus espaldas figuran miles de seguidores escuchando minuciosamente las opiniones que expresan, parece que sus rencores salen a relucir al punto de acrecentar la discusión que, como precursores de paz, deberían evitar a toda costa dejando atrás los hechos que han causado tanto daño al país; tal cual como piden que perdonemos a las Farc. Acá algunos ejemplos:

Daniel Coronell, afamado periodista quien en sus tiempos declaró ser perseguido por el expresidente Uribe Vélez, culmina su opinión con las siguientes palabras textuales: “el candidato de frágil Memoria Germán Vargas Lleras anunció que está listo para conformar una coalición con Álvaro Uribe, que los lleve juntos a la Presidencia a nombre de la honestidad y la decencia”. Palabras cargadas de cinismo y sarcasmo luego de haberse despachado en contra de Santiago Uribe Vélez en toda la columna, acusándolo de poseer nexos paramilitares y dirigir operativos de falsos testimonios. Lástima, el señor Daniel olvida que el ciudadano en cuestión tiene vencimiento de términos en su proceso, al no recabarse las pruebas necesarias para su acusación. Aunque sigue detenido ilegalmente por causas que desconocemos, claro está. A las pruebas me remito, dice el antiguo dicho; es claro que en este caso el señor Coronell lleva las de perder.

María Jimena Duzán, extraordinaria comunicadora que despliega todos sus conocimientos en las distintas emisiones del programa Semana en Vivo, tampoco escapa del relato planteado. En su columna titulada “El reality" pronuncia todo tipo de elementos que enlazan las presunciones de poder del partido cambio radical con los postulados opositores y de margen derecho del expresidente Uribe. Aunque textualmente explica que “en ese reality al que nos quieren condenar quienes necesitan llenarnos de odio y de miedo para llegar al poder” su coherencia carece líneas después. “Las Farc quedarían en un limbo jurídico, las disidencias de inmediato se incrementarían y los jefes del nuevo partido de las Farc ante la posibilidad de que puedan ser capturados por la Fiscalía podrían retomar las armas” dijo. Palabras como estas colocan en tela de juicio todo tipo de consecuencia política y social, sobretodo en momentos donde el clima emocional del país lo dictamina única y exclusivamente la polarización. Se asemeja al temeroso episodio que el presidente Santos vislumbrara una semana antes del plebiscito, afirmando que si la opción del no resultaba victoriosa “amaneceríamos el lunes con grupos armados de la guerrilla en los centros urbanos del país”. ¿Quién le infunde miedo a quién? ¿Acaso están los pájaros tirándole a las escopetas?

Los ataques no paran ahí. Antonio Caballero, periodista de larga data en la revista Semana, no desperdició línea alguna para dirigir señalamientos en contra del expresidente Uribe y factores del carril derecho. En su columna “Dios los cría…” no vaciló en acusar al mencionado político como uno de los culpables de que Colombia estuviese hundida en el paramilitarismo. Textualmente, comunica lo siguiente: “Por eso fue Vargas uno de los primeros dirigentes políticos de peso que respaldó en 2002 la candidatura presidencial del exgobernador Uribe, que había multiplicado las Convivir en Antioquia”. Organizaciones que tratan de achacarle al político Antioqueño a toda costa, olvidando que fue Cesar Gaviria (Alto consejero del gobierno nacional y promotor de los acuerdos) quien promulgo su creación y, en consecuencia errada, Ernesto Samper (máximo defensor del socialismo Venezolano) quien reglamentó el funcionamiento de dichas cooperativas. Cierto, el pasado cuenta para recordar los errores del anterior gobierno que por ninguna circunstancia debemos olvidar, pero hombre, para las FARC todo el perdón y olvido; con 220.000 muertos a cuestas, con una colección incalculable de collares y cilindros bomba, reclutando jóvenes inocentes a quienes les arrebataron el futuro en un abrir y cerrar de ojos. Qué pena colombianos, para estos señores todo el perdón posible luego de 50 años propiciando la más cruenta guerra en la historia del país.

Todos los caminos conducen a Uribe, aun cuando quienes se jactan de contribuir a destruir la polarización coloquen títulos disfrazados de cargas hacia Germán Vargas Lleras para llegar al trasfondo del actual senador de la república de Colombia y profanar sus equivocados principios de coherencia. La pregunta es: ¿realmente esta es la ruta pautada para recomponer el país?, ¿saldremos del reconcomio que abunda cuando los principales comunicadores de Colombia carecen de coherencia?, ¿recordamos lo que únicamente sirve en nuestros argumentos o sentamos una posición crítica frente a todos los escenarios? Esto no es un ataque, ni mucho menos un jalón de orejas a la libertad de expresión, es un simple recordatorio de que el debate en franca lid debe darse resaltando las cualidades propias y no escudándose en los errores del contrario para vanagloriar una trastocada verdad que carece de fundamentos morales y locuaces.

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