Nietzsche en su escrito Ecce Homo plantea un capítulo sobre cómo se llega a ser lo que somos. Wie man wird, was man it´s. Este interrogante hace énfasis en la formación que el ser humano va adquiriendo por distintos medios de conocimiento y que nos permiten terminar siendo lo que somos. Abandonar el yo, el ego, el súper (yo) no es fácil porque implica pensar-se, ponerse en cuestión. Es, en suma, dejar de ver el mundo desde la óptica de lo que uno sabe, de lo que uno quiere, de lo que a uno le gusta y de lo que uno necesita. Solo si se derrota esta concepción fija, prediseñada, se logra propiciar espacios de reflexión, por ende, se logra tener una experiencia sobre lo que nos pasa y no sobre lo que pasa. De esta manera, el ser humano logra una formación, una trans-formación, aunque para esto necesite antes una de-formación.
La falta de experiencia conlleva a una crisis de formación humana. El ser humano, en estos momentos, tiene un acceso inmediato a la ciencia, a la educación, a la lectura, al arte, al deporte. Un ejemplo claro es la reducción profunda del analfabestismo mundial. Pero el problema no es el conocimiento, sino lo que se hace con él. Larrosa afirma: “Sabemos muchas cosas, pero nosotros mismos no cambiamos con lo que sabemos”. Y Walter Benjamin reflexiona sobre la abundancia de estímulos y la pobreza de experiencia. Así pues, la experiencia no es lo que pasa, es lo que nos pasa.
La educación debe centrar su atención en la formación del ser humano. La crisis de formación humana seguirá tomando fuerza si se siguen concentrando mayores esfuerzos en crear personas con un gran conocimiento o con grandes destrezas en el saber hacer, y se descuide desarrollar seres que sepan convivir. Un ejemplo claro es el alcalde de una ciudad que se graduó de doctorado en ética con una tesis laureada, pero fue el alcalde que más desangró el erario público. Leyó mucho, estudió demasiado, pero no tuvo experiencia de lectura. No se dejó golpear y tumbar de lo que leía. No supo con-vivir.
Así como el alcalde, hay muchas personas en todos los ámbitos culturales, religiosos, deportivos, etc. En esta ocasión tomaré el deporte más hermoso del mundo: El fútbol. Y dos jugadores excepcionales que paradójicamente mientras tocaban la cima de la fama y su máximo nivel futbolístico, no lograron tener una experiencia de formación humana que les permitiera con-vivir.
En el mundial de fútbol 1986 celebrado en México se encontraron el gran jugador francés Michael Platini y el astro argentino Diego Armando Maradona. De ese encuentro quedó registrada una foto que hoy al verla me causa perplejidad y asombro, y es la causa de estas cuantas líneas.
En la camiseta de Maradona tiene un letrero, casi que una invitación o una campaña antidrogas. “No Drug” y en la camiseta de Platini está escrito “Drogue no”. Ambas traducen desde su idioma: no a la droga. Hermosa campaña, pero ni Maradona ni Platini lograron derrotar su ego. No fueron capaces de reflexionar y tener experiencia. Las cosas pasaron, no les pasaron. Esa campaña, misteriosamente, no produjo eco a quienes la portaban: Maradona tuvo problemas con las drogas, ese mismo año se logró coronar campeón con un gol irregular (con la mano), haciendo gala de la corrupción en la que posteriormente Platini iba a estar sumergido de pies a cabeza. Afortunadamente la camiseta de Platini no tenía el letrero “no a la corrupción”.
Ambos futbolistas lograron la cima como deportistas (Maradona, campeón del mundo y otras decenas de galardones que lo mantienen actualmente en la gloria. Platini, recibió más de 10 distinciones: desde goleador de la serie A hasta tres veces Balón de Oro). Pero ambos no supieron con-vivir. Maradona estuvo sumergido en las drogas, Platini condenado por corrupción. Ambos tuvieron la gloria de tener una abundancia de estímulos, pero terminaron siendo lo que son por vivir desde la pobreza de su experiencia.
Esto nos deja una reflexión: “Para poder contemplar lo bello (la virtud) hay que abandonar los egos”. Es decir, concentrar esfuerzos en lo que nos pasa para tener en cuenta el modo como, en relación con las experiencias que vivimos, podemos formar, de-formar y trans-formar nuestras vidas, y nuestras concepciones de mundo.