Se llenan de coraje y esgrimen los puños de una honestidad inmaculada, quienes ven la corrupción y opinan sobre ella solo para visualizarla y hasta combatirla de hecho o de palabra, si es descubierta o suponen enquistada en las esferas públicas y oficiales, sin denotar que en esos sitiales esa corrupción viene a ser el resultado o la sumatoria de todas las corrupciones individuales practicadas, que enmarcan la conducta de una sociedad espiritualmente enferma, merecedora, como tanto se ha dicho, de los individuos que la gobiernan, a los que, con esa naturaleza corrupta impregnada en el carácter, con o sin conciencia todos han elegido.
Porque corrupción no es solo la percibida en los desmanes y desafueros de los gobernantes o de los gestores o administradores de la cosa pública; ni es solo la desviación amañada de los recursos oficiales; ni solo los tejemanejes que permiten en secreto el beneficio o el enriquecimiento sectario y aislado de un grupo que opera bajo cuerda, amparado en el poder y caminando siempre por la sombra; ni solo el favorecimiento clientelista y recíproco con el que se enriquecen las mafias electorales y politiqueras de quienes se consideran amigos íntimos, y por tanto cómplices.
No lo es tampoco perseguir con saña a los contradictores por cuenta del Estado o de las instituciones, o eliminarlos casi sin dejar huellas argumentando los intereses superiores de la Patria o de esas mismas entidades, o amparados en la distinción de un uniforme.
La corrupción nace en la mente misma de los hombres cuando definen de antemano la intencionalidad de sus deseos íntimos y desatan el plan concebido para ponerlos en marcha, sea que impliquen el atentado hacia sí mismos a través de la esclavitud que dan los vicios, sea que atenten contra la estabilidad de la pareja o la consecuente disgregación de la familia, o sea que involucren a empresas o a entidades objeto de saqueo o al menos de algunos rasguños continuados que desacomodan el deber ser y hacer de sus objetivos sociales y de su adecuado desempeño público.
Esto significa que es tan corrupto aquel que planifica una mentira para acceder a la consecución de un estupefaciente que satisfaga su oculto vicio, como el que establece la estrategia que redundará en un desfalco continuado que por leve pretende pasar desapercibido.
Por lo tanto no se necesita ser perseguido por instancias judiciales, ni haber sido arrestado o cuestionado por las autoridades legalmente constituidas, ni haber empuñado algún tipo de arma argumentando una defensa, para ser protagonista de acciones indebidas que necesariamente deben calificarse de corruptas.
Y luego, dando vida a la intencionalidad del pensamiento, se ejerce la corrupción cuando se define la conducta, encaminada por ejemplo a conseguir el enriquecimiento a toda costa; cuando se da rienda suelta a los deseos de hacer daño y destruir con insultos a un vecino; o cuando se genera la mentira mínima que intentamos disfrazar como disculpa.
Hay corrupción en el desamparo desatado en los hogares; en el maltrato verbal o físico a cualquier elemento del ambiente o del entorno; en la reacción que no mide nuestra rabia; en descollar a toda costa desplazando a otro; en el hombre o la mujer utilizados como objetos obligados a satisfacer deseos íntimos; en los padres o los hijos olvidados por cuenta de la ingratitud o la soberbia; en las fornicaciones disfrazadas de aventura; en los pagos debidos que no se hacen; en los impuestos que se evaden con conocimiento; en la mentira sostenida con viveza; en el desprecio o descalificación que se hace de otros; en el cuerpo maltratado por los vicios de los que indefinidamente un individuo se hace esclavo; en la pereza que detiene el progreso personal, familiar o colectivo; en la envidia que enardece y que carcome y que desea el mal a toda costa; en la evasión de la señal que indica una ruta o que prohíbe un cruce o el rumbo de una vía; en la manipulación intencionada de un quorum para hacerse a ciertos beneficios; en el endiosamiento que se hace del dinero, del sexo indiscriminado, de la moda, o de cosas o de seres vueltos ídolos; en la soberbia que descarta otros criterios; en el lucro levantado sobre la ingenuidad o la ignorancia; en la premeditación que seduce a la inocencia….
También es corrupción robar con la sutilidad de un guante blanco; deshonrar un nombre con desprecio; incumplir con una obligación sin importarnos; robarle minutos al horario; deshonrar la virtud de un compromiso; incumplir los deberes del trabajo; irrespetar el tiempo de los otros; alterar un documento en beneficio propio; suplantar la identidad o presumirla; atentar contra la integridad de un contrincante; sacrificar la debilidad del enemigo; actuar bajo el velo de la hipocresía; explotar la debilidad ajena buscando beneficios personales.
Pensar que son corruptos solo los que roban el erario público o asesinan contrincantes a mansalva es no haberse visto en el espejo con mirada objetiva y descubrir al frente al cotidiano gigante de nuestras debilidades.
Es desconocer que en alguna parte de la vida, o en varias de ellas, de alguna forma hemos actuado contra los manuales de la moral o de la ética, del comportamiento individual o colectivo, y de todas formas, nos hemos alejado de las directrices eternas y absolutas que provienen desde el rango de los cielos, y por tales razones, alguna vez también hemos sido corruptos frente a la armonía de la existencia, así nunca hayamos dispuesto de nada que no sea nuestro, ni hayamos empuñado un arma para eliminar a otro por cuenta de los intereses creados por las ideologías.
Por todo eso es necesario revisar nuestra conducta; enmendarla y corregirla para siempre; apuntarle a propósitos firmes que no atenten contra la integridad de nadie, y que manejen las diferencias con afecto.
Es seguro que al transformar nuestra estructura mental y la conducta derivada de antiguas convicciones, seremos capaces de una vida nueva que modifique en el amor nuestros procedimientos, enrumbe en la verdad la conducción de la familia, y logre construir una sociedad plena, que erradique desde lo personal la cultura de la corrupción, hasta lograr incidir en las naciones y en la civilización entera.
Nunca es tarde para empezar…