Este artículo es un aporte sencillo escrito desde la experiencia. La rigurosidad científica la dejo para otros temas, no porque éste no merezca la debida atención y seriedad sino porque lo que me aqueja –y supongo que a muchos otros colombianos/as también- es demasiado urgente y merece ser difundida ya. En otra ocasión presentaré un documento del tema mucho más elaborado y hasta con datos estadísticos precisos.
Primero quiero contarles que me encuentro en un estado profundo de desesperanza, lo que me ha llevado a escribir estas líneas. Sé que este sentimiento es colectivo, por lo menos así lo han manifestado algunos/as colegas.
Han pasado "17 meses" en la búsqueda de un empleo que cada día parece más y más difuso. Muchos pensaran y comentaran que hoy en día debemos ser competitivos/as y tener una visión mucho más empresarial, ser ingeniosos/as y dedicarsnos a generar ideas productivas y de “negocio”. Pero: ¿qué pasa si no nos interesa iniciar un “negocio” propio? ¿Qué de malo tiene querer ingresar a la nomina de una entidad pública o privada para compartir con ésta nuestros conocimientos?
Un amigo me dijo alguna vez: “deberías dejar de pensar como “obrera”, quizá así puedas hacer algo con tu vida”. Creo que después de esa charla quede un poco traumada y me culpaba por las circunstancias. Pero después de mucha reflexión y de analizar bien los hechos me di cuenta que en realidad no era mi culpa. En el gremio había -y hay todavía- mucha gente en la búsqueda de una oportunidad laboral que nunca se concreta. Esto me ha conducido a preguntarme: ¿Quiénes ocupan las vacantes publicadas y ofrecidas en los medios?
He perdido la cuenta de las hojas de vida que diariamente envío, hasta he pensado que se trata de ofertas fantasmas o que simplemente la hoja de vida pierde su rumbo en el mundo virtual y llega a una especie de agujero negro o limbo digital. Y ni contarles en cuantas oficinas de gestión de empleo me he inscrito personalmente, a través de éstas nunca he logrado ni una sola entrevista en "17 meses". Al parecer las entidades cumplen con el “requisito” de publicar las vacantes laborales pero cualquiera entiende que sólo se trata de un "requisito".
Por lo general sucede –y no especulo ni exagero, ¡pregunte!- que esos puestos ya tienen nombre y apellido, porque sencillamente se contrata a la amiga del director, a la sobrina de fulanito, al novio/a del compañero/a de la oficina, a la cuota política y así hay miles de ejemplos. Por eso he perdido la esperanza porque no soy de muchos amigos/as y no me gusta lamer los zapatos a ningún político para conseguir un empleo digno.
Es triste el panorama para muchos colombianos/as en esta situación porque luego de lograr ingresar a la universidad –pública en mi caso- y graduarnos, salimos a engrosar las listas de desempleados/as. Pues si usted no es amigo/a de un político o sobrino/a de algún funcionario/a le cerraran la puerta en la cara.
Quizá si usted sale con un maravilloso “promedio” y con 24 años seguramente alguien se interesará en sus capacidades y conocimientos y posiblemente sea contratado/a, pero tampoco es un pase seguro al mundo laboral. Sin duda nos toca llevar un político bajo el brazo para asegurar una vida laboral duradera.
Diariamente le echo un vistazo a las ofertas laborales que se publican en las redes: “Se busca profesional con mínimo dos años de experiencia en tal oficio (póngale el nombre que quiera), estudios de posgrado y en algunas ofertas hasta especifica que sea “joven”. Condiciones totalmente excluyentes porque la realidad social es dinámica y muchas personas por diversas situaciones ingresamos a la educación superior con más de 25 años porque antes había sido imposible. Hay infinidad de casos, gente que egresa del pregrado con más de 30 o 40 y lo que nos brinda la lógica económica actual es discriminación.
Por ejemplo exigir estudios de posgrado es otro absurdo enorme; incontables profesionales logramos graduarnos con las uñas y salimos a calle con la esperanza de una vida más de digna, salimos con la esperanza de poner en práctica lo aprendido en las aulas para transformar la sociedad, pero a algunos/as no se nos permite soñar. No se nos da el espacio para obtener un empleo decente y mucho menos un sueldo para pagar las cuentas. Todo esto claramente responde a las políticas nefastas del modelo neoliberal aplicado con gran majestuosidad en el país.
En mi caso, afronte y superé un “periodo de prueba” mientras cursaba el quinto semestre, continúe y salí a flote, otros/as desertaron. El escenario era bastante cruel, recuerdo más los días de lágrimas y desesperación por la crisis económica que los días de alegría. En ocasiones no había ni para un cigarrillo. Y hoy después de dos años como egresada sigo en la misma situación.
Pase 6 años en la universidad quemando pestañas y durmiendo pocas horas al día, pero lo hice con gusto. Confieso que nunca fui una estudiante sobresaliente, era responsable y cumplía con los compromisos académicos. Sin embargo, no había tiempo de preocuparme por sacar cuatros o cincos porque el esfuerzo por sobrevivir me ocupaba mucho más espacio; era tormentoso pensar en el dinero para pagar la habitación donde vivía o por lo menos encontrar algunas monedas para tomar un café o sacar copias.
Ya son 17 meses… Pero Juan lleva 14 buscando una oportunidad, a Ana le ha llevado 22 meses y así hay miles por ahí caminando diariamente con la hoja de vida bajo el brazo y nos cierran las puertas en la cara porque no tenemos el “contacto”, porque no estamos en la “rosca” y porque no nos arrodillamos ante ningún político, porque no nos vendemos a este modelo fatal, ni nos venderemos ¡nunca!