Un cuarto de siglo después de su conformación, se reunió en Bolivia, entre el 25 y el 29 de agosto, el Foro de Sao Paulo, FSP. Pero de aquella fiesta de reformistas que se subían a la cresta de los levantamientos que producía el neoliberalismo en América Latina y el Caribe no queda sino la resaca: muchas de las personalidades del FSP llegaron a los gobiernos en un decenio de crecimiento económico, jugando un papel de estabilización de regímenes amenazados por las masas.
En ese entonces era normal ver en las marchas de los trabajadores y los sectores populares los rostros de Lula da Silva, Lucio Gutiérrez, Hugo Chávez y Evo Morales como los inspiradores del llamado Socialismo del Siglo XXI. En Colombia, se anunciaba a Lucho Garzón como la nueva estrella de esa constelación y el Polo Democrático se proponía como la ‘nueva izquierda’ que llegaría al Palacio de Nariño.
La reunión de este año en la capital boliviana no tuvo la euforia de los primeros años de la fiesta ¿las razones? Una Argentina en manos de los buitres del sistema financiero internacional, una Venezuela donde Maduro fue sentado a la Mesa de Unidad Democrática, un Ecuador dirigido por Rafael Correa – pues Lucio es ahora un dirigente de la derecha - que es ejemplo de desarrollo minero-energético, pago de la deuda y estabilidad para los negocios del capitalismo, una Bolivia en la que Evo Morales reprime huelgas obreras y en la que los trabajadores han decidido hacer un partido por fuera del pretendido gobierno alternativo y un Brasil en el que Dilma ni con un Mundial de Fútbol puede contener el descontento de las masas.
Estos gobiernos, jugaron un papel de estabilizadores de un continente que ardía entre Cacerolazos, Corralitos y caídas de gobiernos como en Ecuador. De la Bolivia que se levantaba en la Guerra por el Agua de Cochabamba ahora queda la nueva Burguesía Aymara en el poder que muestra sus cifras con orgullo, para que los capitalistas no desconfíen de ella: son tan buenos pagando la deuda que la han disminuido del 52% del PIB al 12%. Y no se diga de la llamada Boliburguesía en Venezuela, una verdadera casta de militares y empresarios petroleros que desde los tiempos de Hugo Chávez sostienen el régimen de la Quinta República.
No dice nada el Foro de Sao Paolo del millón de votos que le metió el trotskismo a Cristina de Kirchner, ni de la detención de los trabajadores petroleros de Heras, ni de la fundación del Partido de los Trabajadores en Bolivia, ni de la Invasión de Haití con tropas brasileras, al mejor estilo del Seminario Marx Vive de la Universidad Nacional de Colombia. Al contrario, el Foro de Sao Paulo sigue con la misma receta: más estabilidad, más reformismo.
Según el Partido Comunista de Colombia, el FSP decidió “agilizar y profundizar los procesos de integración política y económica que brinden una base social y material lo suficientemente fuerte para enfrentar las amenazas. En esta dirección el papel de la Celac, la Unasur, el Alba, el Mercosur, entre otras instancias institucionales y de la sociedad civil que puedan generarse con un sentido de autonomía y solidaridad, son vitales”. Es decir, seguir intentando unificar las burguesías latinoamericanas en espacios de integración económica para que entiendan que pueden ser una nueva potencia capitalista, pobre papel el de esa ‘izquierda’.
El decenio de los 90 con su auge económico permitió que gobiernos de extrema derecha como el de Uribe o de frentes-populares como el de Chávez tuvieran popularidades del 90% en sus países. Esos tiempos ya pasaron, de esa borrachera queda la resaca y la izquierda ahora tiene otra tarea: limpiar su nombre, pues en la conciencia de los pueblos quedó asociado a esta costra reformista del Foro de Sao Paolo.