Recientemente ha recorrido las redes sociales la historia de Geraldine Fernández, una diseñadora barranquillera que mintió a medios de comunicación y al país entero acerca de su supuesta participación en la película “El niño y la garza” del estudio Ghibli, aún en cartelera.
El hecho produjo una “ola”de jocosidad y también de juicio ético por parte de los usuarios de la Internet. Geraldine dio conferencias en la universidad Sergio Arboleda y entrevistas al diario el Heraldo, además el portal Infobae le hizo una nota laudatoria.
Los medios de comunicación cayeron en la mentira, no verificaron, se dejaron llevar por el rumor, por la desinformación mezquina. Más allá de eso, es válida una reflexión acerca del ejercicio de la suplantación en el campo del arte, preguntarse por la razón que lleva al suplantador a hacerse pasar por perteneciente a “tal estudio” o incluso el motivo por el que usurpa la identidad del artista.
La búsqueda de la virtud, del genio, de la belleza pueden ser el motivo de la suplantación, sobre todo en una sociedad que permite que el mercado acapare los bienes culturales. Lo más probable es que este no fuera el motivo de Geraldine Fernández, posiblemente la suplantación no revele la añoranza de virtud sino más bien el afán de hacerse un nombre, de recibir beneficios económicos y de reconocimiento.
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Sin embargo, la suplantación en ocasiones revela una sed, una necesidad, un apremio de algo más. Es lo que pasa con Hossain Sabzian, un aficionado del cine que se hace pasar por el afamado director Mohsen Makhmalbaf ante una familia de de Teherán, razón por la cual es enjuiciado por suplantación e intento de estafa. El director iraní Abbas Kiarostami realiza una película sobre el juicio de Sabzian, en Close up el suplantador se enfrenta a un juicio ante un tribunal islámico.
En el juicio se despliega uno de las mayores defensas del amor al cine, es el “me defiendo” de un hombre que quiso conocer los pormenores de la dramaturgia, instruirse en los vericuetos de la fotografía análoga, pensarse un guión, pero que las condiciones materiales le arrebataron el deleite del arte y la posibilidad de adentrarse en el cine.
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La suplantación de Sabzian es el espejismo que crea el que se sabe desposeído, acaricia con ella lo que nunca pudo hacerse para sí, ver todos sus sueños y sus fantasías creativas plasmadas en una película. La película de Kiarostami nos invita a ver el otro rostro de la suplantación, es un ejercicio de reconocimiento de la humana búsqueda de la virtud. De la película dice Stephen Holden del New York Times “Kiarostami ha hecho una película que mira en el corazón de un hombre acusado de un crimen y, en lugar de maldad, sólo descubre dulzura, añoranza y una triste confusión" .
Hay condiciones que hacen a los criminales, los anti-éticos, los marginales. Como le dice Gonzalo Arango a Colombia, si no hay condiciones para la vida el bandolero Desquite resucitará. No solo en el plano material se vive la sed, la carencia y la necesidad, también están los sedientos de cultura y de arte. Una efervescencia en el campo cultural es el principio para las transformaciones piedra angular de las revoluciones y de los cambios sociales.
Para proyectos reformistas como el del presidente Petro es necesario que pueblo y el gobierno de la mano dinamicen los procesos de transformación del campo cultural y del arte, que se acaben los suplantadores y desfilen por los titulares del mundo las inmensas obras del genio colombiano.