Los mismos gobiernos se han encargado de enseñarnos a ser pobres, por ello la educación será siempre igual. Ninguna política gubernamental está orientada a enseñar al niño educación financiera, para que el adulto no caiga en la adicción al consumo.
Somos lo suficientemente inteligentes para hacer bien nuestro trabajo, pero carecemos de la suficiente capacidad intelectual para manejar bien nuestros recursos: por qué, sencillamente porque, aunque el Estado brindara las suficientes garantías para que puedas encontrar el camino y superarte, los gobiernos hacen todo lo contrario.
Te quitan la oportunidad de iniciar tu propio emprendimiento, al crear normas que obligan a las autoridades de policía a patear tu puesto de trabajo. A arrojar tus productos al suelo, maltratarte física y psicológicamente, despojarte de tu producto por nuevas y extrañas normas sanitarias. Multarte por el hecho de vender o comprar empanadas o arepas en la calle. Apresarte y finalmente llevarte a la cárcel para congraciarse con los poderosos del sector de la industria para quienes, un grupo de congresistas poco dignos, a quienes debería quitárseles el adjetivo de honorables. Hacen las leyes.
Aún existen quienes piensan, aunque digan otra cosa, que la delincuencia juvenil es producto de una costumbre heredada y no, del entorno social al que han sido empujados por la carencia de políticas coherentes y efectivas que contribuyan a mejorar su nivel de vida.
O porque no han podido o querido entender que el factor que más contribuye a ello, es la falta de oportunidades, hecho que le niegan los gobiernos a las clases menos favorecidas que por desgracia o por necesidad, en la mayoría de los casos, se ven abocadas a buscar alternativas poco prácticas para conseguir el sustento, para su familia.
Mantenerlos en ese estado es una práctica lideradas por los grandes politiqueros, quienes requieren de situaciones críticas para crear el mal, vender la medicina y finalmente terminar por comprarles el voto, doblegándoles la capacidad de pensamiento y obligándolos a aceptar que en un mundo de pobres, el poderoso es rey.
Podríamos definir el acoso financiero como aquel comportamiento consiente y sistemático de las casas de cobranza y cartera del prestamista. A través de las cuales mantiene al cliente en un estado de impotencia propiciado por conductas repetitivas, utilizando para ello los diferentes canales de comunicación, suministrados por el mismo usuario para mantener sus relaciones comerciales con el financista, no para otra cosa.
Pero todo es así, nos han vendido un mundo de necesidades no necesarias, la publicidad vende la necesidad de ser bonito, nos conducen a tener miedo, a ser infelices, porque ello aumenta las ventas y por ende la necesidad de recursos para su compra y ¿Quién tiene los recursos? el nefasto sector financiero, aquel que en el mandato de un personaje extraño cuyo gobierno hasta hace algunos años, había sido considerado el peor de nuestra historia republicana. Nos obligó a regalarles dos puntos nueve billones de pesos, supuestamente para salvarlos de una quiebra inminente, porque según el concepto de los economistas, un país con el sector financiero en bancarrota, era un país inviable. Y, este sector en agradecimiento cambió las funciones de sus propias empresas de cobro, que inicialmente tenían como finalidad recuperar la cartera vencida, óigase bien vencida no atrasada y las dedicaron a acosar a los usuarios de sus caros emprestitos, una especie de chepitos telefónicos, emulando a aquellos famosos personajes del siglo pasado, que se vestían de frac y sombrero negro y se ubicaban frente a las casas de los deudores, con letreros en sus maletines que decían, en letra grande y mayúscula "COBRANZAS" o "DEUDOR MOROSO". Así; en franca violación del derecho al buen nombre, a la honra, la dignidad y la intimidad de la familia — por fortuna— sacados del entorno de cobro y cartera por una decisión de la Suprema Corte hace ya más de 40 años, pero desgraciadamente revividos por estos grupos económicos bajo un nuevo disfraz que aunque no se ven, se sienten sistemáticamente atreves de los medios físicos y virtuales del mundo digital.
Hoy cada grupo financiero tiene una o más casas de chepitos -pagadas por el cliente- que amedrentan, acosan y maltratan al usuario financiero caído o no en desgracia. A tal extremo han llegado en su afán de propiciar la perpetuidad del crédito que envían correos, mensajes de texto y hacen multiplex llamadas en cualquier día y a cualquier hora, solo con el objetivo de desesperar al deudor, incluso llegan a llamar al cliente para decirle que en treinta días se vence la próxima cuota de su crédito. Esta conducta no es castigada por la superintendencia del ramo porque el superintendente, aunque es nombrado por el gobierno de turno, realmente fue designado por los banqueros.
Hoy por hoy el sector financiero y otros grupos de la economía, nos mantienen acorralados viviendo en un mundo del que han hecho un chiquero de cerdos, y me disculpo con estos animales, en el que unos viven de exageradas rentas de capital, otros vendiéndonos alimentos que no alimentan y que por el contrario nos causaran toda suerte de enfermedades y un tercero salvador que nos entrega medicamentos que no curan si no que alivian, con las consecuentes circunstancias de daños colaterales preestablecidos, para adicionar otros fármacos.
Bonus track
El congreso de la República recientemente aprobó un proyecto de ley que busca frenar éstos abusos, conocida como “Ley dejen de fregar” desafortunadamente la que será la Ley 384 deja abierto un abanico de posibilidades para que el abuso continúe.