Entiendo que nuestra incapacidad para abordar una chica y levantarla a punta de perla ha quedado mermada, en parte, por nuestros magros sueldos. Que por lo fastidiosas que son las personas nos recluyamos en la casa y vivamos nuestra vida social a punta de la ilusión de Facebook. Que aprovechemos esta red social para burlarnos de los demás, para comprobar que a pesar de nuestra barriga, de la calvicie, hubo gente que envejeció peor que nosotros. Que juguemos a ser inteligentes trinando, que pretendamos parecer bonitos a punta de Instagram. Todo eso lo entiendo, lo respeto, incluso lo uso. Lo que si no entenderé jamás será el Snapchat.
La frivolidad absoluta consumada en esta palabra. Ya me ha pasado. Conozco a una amiga, casi siempre más joven que yo, que me invita a una disco y empezamos a rumbear. Ella se encuentra con Pitis, Petis, Chachis, Tito, Tuta y Cami. Tato justamente tiene un Smartphone y empieza a filmar cómo Checho se da picos con Tuta e, inmediatamente, se lo envían a los amigos que tenga en la red para que se rían un rato. Luego el video desaparece.
Nunca la fábula de Sísifo tuvo tanta razón. Snapchat es tan idiota, tan fugaz que es hasta poético: los momentos que se perderán para siempre como lágrimas en la lluvia.
No sé qué función tenga ni cuánto va a durar en circulación. Me imagino que Lars Von Trier intentará hacer una película experimental a punta de Snapchat: la película que sólo durará un instante fugaz.
En medio de la inmediatez de la era de los Youtubers, Snapchat renuncia a las ínfulas de inmortalidad y dice directamente el manifiesto millenials: nada dura y nada importa. Las relaciones son tan fugaces como los besos que te das con un extraño en una discoteca. Todo se hace por automatismo y no hay iPhone, por más avanzado que sea, que no sea anacrónico en dos años.
Esa incapacidad para aprender de los errores, ese afán por lo fugaz, es lo que me da más desconfianza de los jóvenes que han abrazado, quien sabe hasta cuándo, el credo snapchatezco. Alguna vez un sabio escribió “Nada es para siempre” Nunca el siempre había durado menos.