Durante 2023 la cadena de gimnasios de origen brasileño abrió 100 locales en los países donde está presente y así alcanzó 1300 sedes y más de 4 millones de afiliados. Solo en Colombia, esta marca, que cotiza en bolsa y que en su mayoría le pertenece a su fundador, el brasileño Édgar Corona, está abierta en 39 ciudades y 24 departamentos, una de las más recientes la abrió en la comuna 13 de Medellín.
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La estrategia de crecimiento, que muy bien le ha funcionado a Smart Fit ha sido abrir decenas y decenas de locales y ofreciendo servicios de calidad a precios mucho más cómodos que los de la competencia, una idea que revolucionó el mercado desde que se la invento Édgar Corona, quien aterrizó en Colombia con su marca de gimnasios en 2016, cuando puso el primero de ellos en Medellín de la mano de +Fit puestos en Medellín, una empresa paisa de gimnasios que operaba por medio de franquicias.
El acuerdo firmado entre el brasileño y +Fit fue el que permitió la entrada al país de la mayor red de gimnasios de América Latina y la tercera en el mundo. Los gimnasios de bajo costo del Corona se convirtieron, en siete años, en la cadena de Gimnasios más grande del país, desbancando a Bodytech.
Así arrancó Smart Fit
Edgar Corona, inició su cadena de gimnasios Bio Ritmo en un barrio de Sao Paulo en Brasil en 1996, pero fue la versión de bajo costo, Smart Fit, inaugurada trece años después la que acabó siendo su mayor éxito. Corona, ingeniero químico, trabajó por más de dos décadas en la empresa de azúcar y alcohol creada por su abuelo paterno, Usina Bonfim. Su objetivo era llegar presidente, pero todo se frustró cuando el consejo de la compañía resolvió profesionalizar la gestión, alejando a la tercera generación familiar de la dirección. En medio de disputas de poder, renunció.
Desempleado a los 40 años, decidió retomar un antiguo proyecto de una escuela de natación. Idea que sufrió varias modificaciones en medio de un paseo de amigos en las playas del Litoral Norte de Brasil, y que dio origen a la primera Academia Bio Ritmo, en el barrio de Santo Amaro de Sao Paulo, construida alrededor de las actividades de una piscina. Al principio, pagó el precio de la inexperiencia. "Tenía todos los defectos arquitectónicos posibles, faltaban hasta divisores en las duchas del baño masculino", recuerda Corona. Fueron varias las innovaciones que realizó, empezando por contratar un famoso arquitecto brasilero que creó un espacio limpio y sofisticado, diferente a todo lo que había en las academias brasileras hasta ese momento.
Con el paso del tiempo, Corona se percató que gran parte de la población brasilera estaba desatendida en cuanto a gimnasios, los precios no les permitían acceder. Fue el primero en Brasil que le apostó a la idea de democratizar los gimnasios. “El emprendedor tiene que tener un papel social”, dice. “El mío es ayudar a combatir el sedentarismo”
El duño de Smart Fit viajó a ferias en Estados Unidos y copió modelos como Planet Fitness, donde para lograr precios bajos, se eliminaba a los profesionales deportivos que recorren los salones de máquinas, siendo sustituidos por monitores de TV. Hoy estos monitores, han sido a su vez, sustituidos por un App que el cliente descarga en su dispositivo móvil y le permite conocer su evolución y progresos, más de 1.000 videos con imágenes y descripciones, valorar el consumo calórico, conocer los entrenamientos programados y valorar sesiones realizadas, entre otras funciones.
La competencia no aceptó fácilmente la quebrada de precios, los líderes del mercado en la época les prohibieron a sus profesores dar clases en sus espacios. Más dura fue la lucha contra los sindicatos y asociaciones de profesores de educación física, inconformes contra la pérdida de relevancia. Cuando creó Smart Fit, en más de una vez Corona escucho que iba a quebrar a Bio, pero para él, una no da la pelea con la otra, son simplemente públicos diferentes. Y como comentó alguna vez “Si alguien me va a dar una patada, mejor que sea yo mismo”.
En dos ocasiones, el dueño de Smart Fit casi fue a la quiebra. En 1997, sin dinero y sin clientes, arriesgó todo, vendió inmuebles y tomó nuevos préstamos para financiar la expansión de la marca. Por esta época, la periodista Soraya Corona, que comenzó a salir con el empresario, se convirtió en la asesora de prensa de Bio Ritmo, luego en su esposa en 2000, y hoy es la directora del grupo. En 2007, el negocio enfrentó otra gran crisis, cuando un problema en un software de gestión generó tamaño descontrol en las cuentas que casi hunde a la compañía. La salvación apareció en 2010.
Patria, uno de los mayores fondos de inversión de Brasil, compró el 50% del Grupo Bio Ritmo, con un aporte inicial de 70 millones de reales (61.600 millones de pesos). Después, la empresa de Corona recibió otros 450 millones de reales (396.000 miles de pesos), que incluye recursos de Patria, del Fondo Soberano de Singapur y de otros socios minoritarios.
Su estrategia de entrada a los países es a través de alianzas, además de la realizada con +Fit en Colombia, a Ecuador entró a finales del año pasado de la mano del empresario Enrique La Motta, dueño de los centros Phisique Wellness Club. A México entró hace seis años en alianza con el Grupo Martí. En Chile acaba de comprar O2, aliado que manejaba su franquicia.
Actualmente, Smart Fit tiene más de mil sedes en Brasil, México, República Dominicana, Chile, Ecuador, Perú y Colombia. Sus 4 milones de afiliados les representa el 80% de los ingresos del Grupo Bio Ritmo. En los siete años que lleva en Colombia, el dueño de los Smart Fit ya tiene casi medio millón de clientes en las 150 sedes que posee y según lo han dicho sus directivos el plan de expansión en el país, que le ha dado buenos frutos, no se detendrá.