Cuando se controle medianamente la COVID-19 y lleguemos a la pospandemia, habrán profundos cambios que tendrán demasiada incidencia en nuestras vidas, rompiéndose paradigmas, especialmente para los seguidores de doctrinas totalitarios, cuyo esquematismo y maniqueísmo ha llevado al odio en muchas partes del planeta. En consecuencia, se tendrá que superar el reduccionismo entre capitalismo y socialismo, creando un sistema de economía múltiple fundamentado en la autogestión.
Ahora bien, con la recesión mundial que se está viviendo puede ocurrir lo sucedido en la gran depresión de los años 30, en donde hubo nacionalizaciones y se aplicó el keynesianismo con la intervención del Estado, incrementando el gasto público para estimular la economía. Sin embargo, aunque eso puede suceder en esta ocasión, la condición omnímoda del Estado queda en entredicho, especialmente si miramos la tragedia sanitaria que estamos padeciendo por responsabilidad de la dictadura china, conducida por el partido comunista, que se ha convertido en verdugo de la especie humana. Por ende, se tendrá que alterar en gran manera muchas de las condiciones con las que se han desarrollado las relaciones políticas, económicas, sociales y culturales. Ahí precisamente es donde inevitablemente habrá que reconocer a la autogestión como opción real, la cual ha sido honrada desde el siglo XIX por los libertarios.
No solo los libertarios tienen como instrumento humanista a la autogestión para el bienestar de las masas, sino que también la democracia liberal ha sido en varias oportunidades consecuente con ello, teniendo el mayor ejemplo en Israel con los Kibutzi, en donde los sindicatos, exaltando las libertades individuales (cosa que no hace el comunismo totalitario) a través del trabajo solidario, laboran y distribuyen de acuerdo a las necesidades. No obstante, es bien sabido que a las élites del engendro marxista poco les interesa el bienestar o la opinión de los ciudadanos, pues su objetivo es conquistar el poder para crear dictaduras eternas, en donde se llega al colmo de establecer monarquías.
La autogestión libre y creativa es inversamente proporcional a la estafa comunista del marxismo, porque esa atrocidad desde sus inicios a mediados del siglo XIX buscó con el Estado encadenar a los trabajadores mediante la dictadura para constituir una oligarquía (nomenclatura) que convirtiera al Estado en una maquina represiva, por ello Pierre Joseph Proudhom y Mijail Bakunin, a nombre de los libertarios, desenmascararon a Marx ante los obreros por sus falacias estatistas, burocráticos y embrutecedores.
También el dictador comunista Josip Broz Tito quiso de manera demagógica introducir la autogestión en la antigua Yugoslavia en 1950, pero fracasó, ya que eso es como el diablo haciendo las hostias. Es imposible que una tiranía comunista lleve a cabo un proyecto libertario porque como condición necesaria debe existir la independencia sindical frente al Estado. Sin embargo, Yugoslavia no era una república unitaria sino un laboratorio marxista. De ahí su desintegración en la década de los noventa del siglo pasado, quedando claro que al comunismo totalitario lo único que le interesa es tomarse la burocracia estatal usando artilugios para descrestar ingenuos.
Han existo expresiones genuinas de autogestión, como ocurrió hace 2000 años con el cristianismo primitivo, en donde sus miembros tenían todas las cosas en común y no había entre ellos ninguna necesidad. Esto lo hacían superando las barreras del Estado, contrario a los regímenes marxistas, que ponen como principio y fin de todas las cosas perpetuarse en el poder político. Además, han existido otras aplicaciones de autogestión aparte de las ya mencionadas. Por ejemplo, la Comuna de París de 1871 fue una amalgama entre las ideas libertarias y el liberalismo clásico, sin olvidar otras manifestaciones de autogestión como los consejos de obreros en Hungría en 1956 y la primavera de Praga en 1968, aplastadas los dos últimos por el imperio comunista soviético.
El marxismo no tiene que ver con la autogestión, porque de manera patética busca implementar la dictadura. En América Latina, con su socialismo del siglo XXI, sigue acechando a las democracias liberales, sin importar la ruina que nos ha traído el virus comunista chino, porque lo que les interesa a los dirigentes del esperpento marxista es el poder, sin importarles que sea sobre montañas de cadáveres. De ahí precisamente es que hay que continuar la batalla ideológica para que la razón salga victoriosa ante la bestialidad totalitaria, que busca esclavizar a nuestros pueblos. Por eso la mejor manera de librarnos de ese lastre es con la autogestión mediante un sistema de economía múltiple, en donde participe de manera significativa toda la sociedad, siendo ese el gran reto en la pospandemia.