En medio de esta crisis espantosa donde los días se conciben aletargados e incómodos, los alcaldes de Riohacha y Maicao (La Guajira) —replicando lo que se ha hecho en otras ciudades— han extremado medidas para restringir la circulación. Una de estas rigurosas medidas es la implementación del toque de queda los fines de semana para evitar el crecimiento exponencial de la COVID-19. ¿Pero es realmente eficiente esta medida para detener la propagación del brote?
Se puede responder a esta pregunta desde la óptica de la experiencia de lo que ha sido el aislamiento preventivo obligatorio decretado por el gobierno nacional desde finales de marzo. Una vez decretado el confinamiento, tanto en la capital de La Guajira como en el municipio fronterizo, pudo observarse el comportamiento ejemplar de los ciudadanos. Las calles desoladas eran la evidencia del acatamiento de las disposiciones emitidas por las distintas autoridades. Este sosiego y respeto por las normas duraría un poco menos de 20 días, hasta que se extendió nuevamente la cuarentena. Las ayudas escasearon, el hambre arreció y la gente estaba de nuevo en las calles, sin importar incluso medidas como el pico y cédula de lunes a viernes.
Resulta insuficiente implementar medidas como el toque de queda los fines de semana, si de lunes a viernes reina el caos en las calles. Confusión indudablemente producto de la pobreza que agobia a los miles de habitantes de nuestro departamento. Recordemos que en cuanto a pobreza extrema solo somos superados por departamentos como el Chocó. El hambre en esta región es un aterrador fenómeno sin solución de continuidad.
Quien no ha sufrido una experiencia similar a la de una familia vulnerable que lleva varios días sin alimentarse bien difícilmente podrá concebir el conflicto mental que experimentan estas personas hambrientas por acatar toques de queda.
El gobierno nacional tiene una deuda histórica con La Guajira no solo con la alimentación de la población vulnerable, sino con otras problemáticas que todavía persisten como lo son: salud, agua potable y saneamiento básico, entre otros males. A este cúmulo de dificultades se suma el virus, que tiene a los más pobres en una encrucijada perversa: morir de hambre o resultar contagiados. El confinamiento solo será una opción, siempre y cuando las ayudas nunca falten. De lo contrario, medidas como el toque de queda durante más de 48 horas o el pico y cédula serán un saludo a la bandera.
Hay que agregar además que es inocua la medida si se tiene en cuenta que el presidente ha decidido flexibilizar el confinamiento en diferentes sectores de la economía.
Para concluir, es más conveniente aplicar un toque de queda parcial, es decir, uno de 7:00 p.m. a 5:00 a.m. durante toda la semana, que un exagerado toque de queda que empieza en la noche del viernes y termina en la mañana del lunes. Eso sí, siendo reiterativos con las ayudas a los más afectados desde antes que hiciera su aparición este virus detestable.
Adenda. En estos tiempos, donde la cotidianidad parece haber expirado han cobrado especial importancia dos palabras que están produciendo cambios profundos: empatía y reinventarse. No son pocas las acciones dignas de encomio de algunas personas y empresas que se han puesto en los zapatos del otro, colaborando en este difícil momento. Resulta imposible predecir el momento exacto en el que terminará todo esto, lo cierto es que con el final de la incertidumbre nace la incertidumbre final. Así que a reinventarnos.
