Al margen de la cruenta guerra en desarrollo, Siria vuelca sus ojos sobre occidente a la espera de una decisión que puede alterar el equilibrio de fuerzas en el conflicto que desangra al país.
El reciente ataque con armas químicas en algunos distritos de Damasco, el peor y más grande realizado desde los ataques emprendidas por Saddam Hussein contra Irán y el pueblo Kurdo, parece ser la señal de partida que esperaban Washington de cara a una intervención militar que parece ya haber sido decidida. Para tal efecto es probable que se apele a la llamada solución Kosovo, es decir, una intervención militar a distancia por fuera del paraguas del Consejo de Seguridad de la ONU pero con el máximo respaldo internacional posible y la ayuda de la OTAN. Respaldo que será de valiosa ayuda en el nivel político, sobre todo ahora que se encuentra en vilo la participación de Inglaterra en las acciones bélicas.
Con ese fin, Washington y sus posibles aliados (falta por resolver cual será la postura final de Francia), bajo la cabeza visible del secretario de Defensa de EE UU, Chuck Hagel, han puesto en marcha todo el andamiaje militar que se requiere para el caso. Hasta el momento se reporta el desplazamiento de embarcaciones hacia la zona de conflicto en el mediterráneo oriental, principalmente destructores y submarinos con capacidad para lanzar misiles de largo alcance. En la zona se encuentra desplegada la VI flota, a la que se ha sumado el destructor USS Mahan, que se suponía había terminado su despliegue de temporada pero fue llamado de nuevo a labores, y el recién llegado USS Stout, ambos refuerzos adicionales no contemplados normalmente para el patrullaje de estas aguas.
De igual manera es probable que las bases militares aliadas ubicadas en la zona alisten los protocolos de acción. Esto incluye la base inglesa en Chipre, y las que poseen Estado Unidos en Kuwait, Bharein, Catar, Emiratos Árabes, Turquía y Jordania.
En el mismo sentido es posible que se preparen las flotas que en su momento fueron desplegados en el Golfo Pérsico con ocasión del conflicto con Irán y su amenaza de cierre del estrecho de Ormuz, así como la fuerza naval internacional permanente en el cuerno de áfrica; desplegada en principio para disuadir a los piratas Somalíes a lo largo del Mar Rojo hasta el Canal de Suez, pero que sin dudas cuenta con suficiente material bélico para atacar y apoyar a distancia la nueva aventura bélica. Porque si algo ha de ser la impronta de esta misión será la distancia, a fin de minimizar para los aliados cualquier posibilidad de terremotos domésticos por motivos de bajas nacionales, siguiendo el estilo de la intervención ocurrido en Libia.
Para eso se cuenta con la fuerza combinada de los portaaviones USS Truman (ubicado en el Mar Rojo) y el USS Nimitz (Golfo Pérsico), este último, valga decir, un verdadero veterano de mil guerras que incluso le da nombre a la clase actual de portaaviones utilizados por EEUU. Ambos ubicados a unos pasos del teatro de batalla, contando en sus cubiertas con una pequeña fuerza área que en conjunto es superior a la de la mayoría de naciones del globo.
A eso se suma la fuerza de destructores y de buques complementarios que cierra el destacamento y forman la V flota, armados con toda clase de misiles que van desde los famosos Tomahawk hasta las versiones más recientes de las bombas GBU-37 o Massive Ordnance Penetrator, dispuestas para penetrar bunkers y que fueron desplegadas en su momento como elemento disuasorio frente al fortificado programa nuclear iraní.
Tal como está el tablero de fichas, solo faltan algunas puntadas para que la campaña de bombardeo estratégico se desate, sin embargo, hasta que estas no estén dadas el silencio de los cañones será el imperante. La coalición de occidente y, especialmente el presidente Obama, aun llevan a cuesta el fracaso de Irak, así que hasta que no sea plenamente verificado por los técnicos en el terreno el uso de armas químicas y se esté seguro de que se ha logrado el mayor consenso sobre el agotamiento de las vías alternas, es improbable que la arremetida bélica suceda, aun cuando ello signifique más muertos civiles en suelo Sirio.
En aras de evitar a futuro situaciones pantanosas, ya la casa blanca a sugerido en días recientes que la intervención girara en torno a la destrucción del armamento con capacidad de ataques químicos, y de aquellas unidades en tierra entrenadas para perpetrarlos; declaraciones que buscan dejar en claro los linderos de la operación militar, la que de ninguna forma se convertirá en una lucha abierta contra el régimen de Damasco.
No obstante, es casi predecible que los bombardeos se extiendan a otras unidades militares, a fin de neutralizar uno de los sistemas antiaéreos más modernos y complejos de Oriente medio, varias veces repotenciado con misiles S300 de origen Ruso, y que protegen todas las instalaciones militares Sirias incluidas aquellas donde se sospecha está almacenado el arsenal químico.
Quizás esta posibilidad es la mayor preocupación de las fuerzas políticas de los gobiernos aliados, temerosas de que una acción específica se convierta en una escalada militar de la que no se sepa el final, de ahí la importancia de contar con la mayor información posible antes de tomar una decisión. Al respecto, se espera que los técnicos puestos en terreno por la ONU, al mando de la alta representante de la ONU para el Desarme, Angela Kane, presenten al final de semana los informes sobre el uso de arsenal químico en los distritos al este de Damasco, hecho que difícilmente logre variaciones en la estrategia militar planeada, pero que sin dudas será un tanque de oxigeno en el desarrollo de la misma.
Así las cosas, las fichas parecen estar dispuestas en el tablero a la espera del primer movimiento, falta ver cuál será la respuesta del régimen de Damasco y su principal aliado en la región, Irán, y más importante aún, que tendrá por decir y hacer Rusia, opositor a toda acción bélica, una vez empiecen a caer la bombas sobre una expectante Siria.