Sincelejo, ¿la versión costeña de Sodoma y Gomorra?

Sincelejo, ¿la versión costeña de Sodoma y Gomorra?

Por: Eduardo Menco González
marzo 30, 2015
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Sincelejo, ¿la versión costeña de Sodoma y Gomorra?
Imagen Nota Ciudadana

Muchos de nosotros conocemos lo acontecido con Sodoma y Gomorra. Dos ciudades destruidas por completo a causa de la situación de pecado en la que se encontraban sus habitantes. Ni un solo hombre fue hallado libre de tan aberrante realidad; las condiciones estaban dadas para que aquellos lugares tuviesen un trágico final.

La historia es bíblica, y por ello hemos de leer con sumo cuidado evitando cualquier tipo de argumentación literal que pudiera generar estupor o cierta mentalidad de terror. En este sentido, cabe mencionar de manera responsable que detrás del texto en cuestión hay quizás más elementos interpretativos que históricos. ¿Existieron dos ciudades con estos nombres? ¿Ordenó el dios del judaísmo la destrucción y el exterminio totales de aquellos sitios? No nos corresponde aclarar estos (y otros más) interrogantes ahora; nos interesa fijar nuestra mirada sobre cómo ambos lugares históricamente se han convertido en íconos representativos de cualquier tipo de perdición, ruina, devastación o podredumbre. De hecho, existe, según la tradición cristiana, una práctica sexual tildada de pecaminosa relacionada con uno de los nombres de las dos ciudades: la sodomía. Y cuando queremos identificar comportamientos moral y éticamente inadecuados, recurrimos a aquellos dos calificativos para significar que las cosas no andan bien o no funcionan como deberían.

¡Sincelejo se parece a Sodoma y a Gomorra! La afirmación expresada por una señora de 45 años más o menos, estuvo precedida por un hecho que enlutó, en días pasados, a la capital sabanera: el asesinato de un representante del clero católico. Acontecimiento que aumentó el grado de desilusión que viven muchos habitantes de una ciudad que poco a poco ha ido perdiendo su encanto original. La comparación hecha por aquella mujer corresponde y representa algún grado de indignación que siente la sociedad a la hora de rechazar tajantemente cualquier tipo de acto violento, o cualquiera manifestación que genere algún tipo de inseguridad, temor y riesgo. La gente está cansada, o se está cansando de una situación que al parecer deja mal parados al gobernador, al alcalde, a la fuerza pública y a todo aquel que tenga la responsabilidad de salvaguardar la seguridad como un derecho importante para la vida. La incomprensión se ha apoderado de muchos y el desespero, con una alta cuota de temor, ha venido haciendo su aparición de manera más frecuente en calles, plazas, parques, locales, incluso casas.

Seguramente muchos pensarán como aquella señora, y no tendrán ningún reparo en comparar su tierra con aquellas dos ciudades que, a causa de la maldad que las habitaba, se hicieron merecedoras de un castigo divino. Lo que no es suficientemente claro, es si esas mismas personas que pudieran pensar aquello, también creerán que Sincelejo merece correr la misma suerte de aquellos dos lugares. Entonces habría que preguntarlo, y de seguro la respuesta tendrá que ver con que se hará necesario identificar a los malos (a los bandidos) y hacerlos pagar de manera efectiva por los delitos que han cometido; de esta manera, creerán, desaparecerá:

- La corrupción política que tanto daño ha hecho a Sincelejo y a Sucre.
- La inoperancia de una fuerza pública incapaz de resolver los problemas de seguridad.
- La delincuencia organizada y no organizada que viene azotando de forma inescrupulosa a propios y extraños.
- Las bandas criminales que operan en los distintos sectores oprimidos de la ciudad reclutando en especial a jóvenes y niños para efectos del micro tráfico de estupefacientes.
- El pandillaje barrial como fenómeno social poco analizado e intervenido.
- La poquísima cultura ciudadana que mostramos, individual y colectivamente, a la hora de proyectarnos como una sociedad moderna.
- La falta de políticas públicas en varios sectores que dan cuenta de la incapacidad para gobernar y gestionar una ciudad y región que vienen adquiriendo dimensiones insospechadas.
- La baja calidad en la prestación de servicios y derechos fundamentales como la educación y la salud.
- La prostitución y trata de personas como un asunto poco conocido y analizado en nuestro medio; los altos niveles de violencia intrafamiliar, muchos de ellos justificados desde unas supuestas posturas culturales.
- El hambre y los amplios márgenes de pobreza que se vive en la ciudad.
- El permanente matoneo protagonizado por grupos de ladrones que se movilizan en motos o taxis que han hecho de las calles un escenario nada seguro.

Y cuando todo esto desaparezca, volveremos a ser la ciudad de antes y no tendremos que estar pensando que quizás “algún castigo divino” o alguna intervención sobrenatural sean necesarios para recuperar la paz que tanto se anhela.

Es muy fácil, como lo hizo la señora aquella, comparar a Sincelejo con Sodoma y Gomorra, sobre todo porque existen motivos (de sobra) para hacerlo; sin embargo, la comparación no es suficiente cuando no estamos dispuestos a correr su misma suerte, en especial si creemos que “los buenos somos más” y los malos son quienes deben asumir la total responsabilidad de un ambiente como el que estamos padeciendo, dejando de lado nuestro compromiso ciudadano en aras de la auto conservación que en últimas no es otra cosa que una manera de egoísmo exacerbado.

Cuando los ángeles de dios llegaron a destruir a Sodoma y Gomorra, alguien les sugirió que no lo hicieran a razón de encontrar personas que pudieran “sacar la cara” por ambas ciudades; no obstante, en ninguna de ellas hubo ser humano digno de la misericordia divina; es decir todos estaban invadidos de pecado. No se nos olvide que también la omisión es considerado un pecado, y en nuestro contexto quizás el más grave de todos; sobre todo a quienes tienen una grande responsabilidad de anunciar y denunciar proféticamente las injusticias sociales en razón de la misión y la tarea que la vida les ha encomendado. ¿Acaso la muerte del padre Meza no es una invitación en este sentido?

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