Cuando Colombia les abrió las puertas, a comienzos de los años ochenta, nunca se imaginaron que el país les traería tantas alegrías pero también un aluvión de tristezas. La más dura sin duda ocurrió el jueves 17 de marzo de 1988. Sus papás, dueños de una tradición que arrancó en Ciudad de México en 1938 cuando Maria Luisa Gasca y Jesús Fuentes Zabala inauguraron el Circo Unión, querían seguir expandiéndose por el continente. Deseaban entrar a Venezuela pero antes decidieron poner su carpa en Cúcuta.
Raúl Gasca tenía 8 años cuando vio a su mamá y a su hermanita de cuatro años embarcarse en el avión de Avianca HK-1716 que salió del aeropuerto Camilo Daza de Cúcuta. El vuelo despegó a la 1:14 de una tarde lluviosa, cuatro minutos después se estrellaba contra el cerro El Espartillo del contiguo municipio del Zulia. Las 138 personas murieron instantáneamente. Una tragedia como esta no se olvida ni siquiera estar en una jaula con tres tigres de Bengala pueden hacer olvidar.
Aunque tiene apartamentos en Estados Unidos y México su casa fue desde siempre Colombia. Así no haya sido un lugar ideal para él. La única vez que pensó en irse junto con su familia fue en 1997. Era el último año de la presidencia de Ernesto Samper y la guerrilla azotaba el país. La extorción era pan de cada día y sobre los Gasca se posó como una plaga. Las amenazas eran tan serias que afirmaban que lo matarían sin dudarlo. El exilio duró hasta el 2004 cuando regresaron. Nunca más se fueron, ni siquiera cuando una ley del 2008 les impidió seguir mostrando animales salvajes en sus shows. Fue un golpe durísimo. El circo, durante generaciones, había sido la oportunidad para que los niños conocieran a los animales de las estepas Africanas, de las montañas asiáticas.
Lo que le molesta a Raúl Gasca, que ahora tiene 39 años, son las calumnias, toda esa basura que circuló en redes y que afirmaba que a él los tigres se le morían por el maltrato que les daba, y después llegaron a afirmar incluso que vendió a los tigres, a los leones. Mentira, a estos los donó a zoológicos nacionales y los elefantes pastan en la Hacienda Nápoles. Incluso, los trató tan bien que hace poco, cuando fue a visitarlos, los elefantes lo reconocieron.
Fue un domador valiente, un equilibrista que se ha roto más de una docena de huesos, un hombre que nunca le tuvo miedo a los leones pero que se aterroriza con las arañas, un publicista que se inventó eslogánes tan populares como “ y después no digas que no te avisamos”, un empresario atrevido que trajo por primera vez el Circo Chino de Pekin a Colombia, un mexicano hincha del fútbol que se volvió fanático del Real Madrid desde los ochenta cuando Hugo Sánchez era el ídolo del equipo merengue. Un hombre que sólo tiene un miedo: que la magia del circo se acabe. Y él cree que si existe un niño siempre habrá circo por más juguetes de última tecnología existan. Porque es en el circo y no en el cine donde los súper héroes si son verdaderos.
Sin embargo es inevitable no lamentar que los buenos tiempos ya sean del pasado. Desde el 30 de noviembre del 2018 están por la carrera 30 en el parqueadero del supermercado Jumbo y también en Soacha. Las boletas van desde 60 mil a 30 mil pesos y los llenos ya no son frecuentes. Sin embargo Raúl Gasca y sus hermanos están convencidos de que el día que se acabe el circo ellos también morirán.