En un acto soberbio de pisoteo a la soberanía de Colombia, Theodore Roosevelt (presidente de Estados Unidos) notificó en 1903 a este país que los gringos habían llegado a sentar sus reales: "I took Panama".
“Yo tomé Panamá” rompió la independencia obtenida en las grandes batallas, de la cual recién el año pasado se cumplió el bicentenario. Desde entonces, "no se mueve la copa de un árbol en Colombia" sin que esa decisión no sea adoptada en ese centro del poder mundial, con la docilidad y candidez de una gran oligarquía de todopoderosos que han puesto nuestros recursos al servicio de ese "coloso".
En palabras del senador Jorge Robledo, “es una relación de alfombra, que se extiende para que pasen por encima”. Por eso imponen su "democracia", vicios políticos, corrupción, modelo social y político (neoliberal). También condicionan nuestra economía con una onerosa deuda externa, que a diciembre de 2019 llegó a 138.175 millones de dólares, equivalente al 42,7 % del PIB (o sea, a la larga, los colombianos trabajamos para ellos. Y eso no es lo único, todo esto está supeditado a que el país solo pueda invertir en lo que digan, con lo cual limitan el desarrollo, con el objetivo de sacar ventajas.
No en balde bautizaron a Colombia y sus otros países satélites como "su patio trasero". Según Wikipedia, "America's Backyard" es utilizado en contextos de política y relaciones internacionales para referirse a la esfera de influencia de los EE. UU. en América Latina. De hecho, el término ha sido prominente en los medios de comunicación con referencia a las amenazas a la seguridad nacional de los EE. UU. que se utilizan para contrastar las mismas.
En este contexto y con la misma soberbia, el 28 de junio pasado el Comando Sur de Estados Unidos (no el gobierno colombiano) notificó: "La 1ª Brigada de Asistencia de la Fuerza de Seguridad (SFAB) del Ejército de EE. UU. desplegará un equipo asesor en Colombia el primero de junio para apoyar la cooperación antinarcóticos... capacitación, asesoramiento y la asistencia a las unidades anfitrionas con capacidades de fortalecimiento cruciales para una mayor cooperación antinarcóticos".
A la par, la embajada de EE. UU. en Bogotá complementó: “La misión de SFAB en Colombia es una oportunidad de mostrar nuestro compromiso mutuo contra el narcotráfico y el apoyo a la paz regional, el respeto de la soberanía y a la promesa duradera de defender los ideales y valores compartidos”.
Ante esta situación, un nutrido grupo de congresistas envió una carta al presidente en la que rechazan que las tropas de EE. UU. operen en Colombia y en la que le exigen no violar la soberanía ni la Constitución, puesto que esta intervención solo es posible con la autorización del Senado, que ha sido marginado (es fácil pensar que Duque tiene al Congreso de la República en confinamiento para que no pueda actuar). Esto sin contar con que la estrategia gringa probablemente sea utilizar a Colombia como cabeza de playa para agredir a Venezuela, valiéndose de la actitud cómplice de Duque.
Antes de cerrar, vale recordar que en el año 2015 la prensa colombiana denunció lo siguiente: "Soldados estadounidenses violaron 54 niñas en Colombia entre 2003 y 2007. En Melgar, un contratista y un sargento de EE. UU. violaron a una niña de 12 años en 2007. En Melgar y Girardot, 53 menores de edad fueron abusadas sexualmente por mercenarios gringos, quienes además las grabaron y vendieron las cintas como material pornográfico”. A pesar del calibre de los hechos, los "defensores de los ideales y valores" alegaron tener inmunidad, según los tratados bilaterales, y los casos quedaron en la completa impunidad. ¿Queremos que esto se repita?
¡Sin soberanía no hay paz, menos desarrollo!