Los asaltos a la soberanía nacional no son solamente por la ocupación territorial de ejércitos invasores o el sometimiento con gobiernos cipayos, sino también por la imposición de un modelo económico, como hace Estados Unidos con Colombia, a través del Consenso de Washington, decálogo neoliberal, para apoderarse de su mercado interno, el cual invade con sus inmensos excedentes de productos, capitales, bienes y servicios.
La historia inició con Virgilio Barco. Luego, continuó con César Gaviria, quien acuñó casi todo el marco constitucional. Después, siguió con Samper, Pastrana, Uribe I y II, Santos I y II, y ahora Duque, quienes consolidaron el modelo. Son más de tres décadas de neoliberalismo puro, con el cual el aparato productivo quedó arrasado y el mercado interno invadido. Lo anterior sin contar con que se generó un desempleo estructural —dando paso al empleo informal y el rebusque— y más grave aún se creó una dependencia en el abastecimiento de los géneros alimenticios.
Wikipedia califica la soberanía alimentaria como "la capacidad de cada pueblo para definir sus propias políticas agrarias y alimentarias de acuerdo a objetivos de desarrollo sostenible y seguridad alimentaria. Ello implica la protección del mercado doméstico contra los productos excedentarios que se venden más baratos en el mercado internacional, y contra la práctica de la venta por debajo de los costos de producción".
Pues bien, este concepto ha sido aceptado y puesto en práctica por las grandes potencias mundiales desde la antigüedad. Sin embargo, los mencionados gobiernos colombianos conspiran contra esta soberanía, desprotegiendo a los productores, liquidando las entidades de fomento, eliminando en la práctica los aranceles a las importaciones y dejándolos al vaivén de las bolsas de valores. Colombia importaba, antes de la Apertura Económica, los TLC y la globalización, cerca de 700.000 toneladas anuales de productos alimentarios; hoy ese promedio está próximo a 12.000.000 de toneladas. Mientras que las potencias cuidan su mercado interno y fomentan el sector agropecuario, aquí desprotegen ambos.
Con cinismo, porque no puede alegar desconocimiento, el ministro de Agricultura, Rodolfo Zea Hernández, afirmó el pasado 6 de mayo: “Tenemos que ordenar nuestra producción... Esos monocultivos de los pequeños agricultores han puesto en riesgo la seguridad alimentaria... eso es así porque los productores dejaron de tener gallinas y cerdos y se concentraron en sembrar, por ejemplo, yuca, perdiendo así su seguridad alimentaria”.
Estos productores respondieron a través de Dignidad Agropecuaria: “Antes de la apertura económica de 1990, campesinos, indígenas y demás productores, sembraban variados cultivos transitorios... pero, las políticas de libre comercio y los TLC llevaron a que se eliminaran varios cultivos... casi todos los cereales, leguminosas y oleaginosas porque, precisamente ahí, se concentra la importación derivada de la apertura económica y los tratados de libre comercio, TLC. La seguridad alimentaria está en riesgo no por culpa de los pequeños productores... sino por las importaciones de productos agropecuarios y por la pérdida del mercado interno para los agricultores colombianos... Si queremos seguridad alimentaria y agro próspero, ministro Zea, debemos acabar o revisar los TLC, y garantizar condiciones para que sean los productores nacionales pequeños y medianos y los empresarios agrícolas del país los que alimenten a los colombianos”.
¡Sin soberanía no habrá desarrollo para el país!
