No son pocos los estragos que ocasiona esta pandemia, ni los cuerpos y organizaciones que al desnudo quedan. La OMC, por ejemplo, otrora rectora mundial del comercio, por estas calendas no logra regular ni siquiera el trueque entre dos alegres comadres; el papel en que redactaron pomposas normas con que alardeaban sobre el poder del libre comercio tan solo sirve para limpiar las babas de la comisura de los labios de sus glamorosos voceros.
Las naciones ponen y quitan aranceles, permisos, impuestos y normas sanitarias según conveniencia de quien tiene el poder de aplicarlas, así todas las cadenas de suministros se han roto y nadie tiene la certeza de lo que puede comprar o vender. Llevamos meses esperando el suministro de ventiladores para las UCI y una y otra vez se firman contratos de compra que al rato cancela unilateralmente el proveedor, su gobierno prohibió la exportación o apareció mejor postor, cualquier excusa vale.
El abastecimiento de alimentos y de bienes necesarios para las labores agrícolas y pecuarias corren idéntico riesgo. Si Monsanto-Bayer, Syngenta-ChemChina, Dow-DuPont y BASF deciden restringir la distribución de semillas certificadas para las siembras de cereales, oleaginosas y leguminosas, y si no disponemos de los dólares necesarios para la creciente importación de alimentos, dada la caída estrepitosa del ingreso petrolero y de los minerales que extraen las multinacionales, ¿cómo garantizar la seguridad alimentaria de los colombianos, diferente a seguir endeudándonos, si no es con producción propia?, ¿podremos utilizar semillas nativas o continuaremos maniatados por disposiciones como la resolución 3168 expedida por el ICA, que sustituyó la famosa resolución 970 al amparo de la cual se decomisaron y destruyeron 77 toneladas de semilla de arroz en Campoalegre?, ¿mantendremos como referente las leyes de propiedad intelectual sobre semillas que se aplican mediante los lineamientos de los convenios internacionales UPOV 78 y UPOV 91, y las normas que vigilan la producción, uso y comercialización de semillas impuestas por el interés de las multinacionales que dominan el mercado de granos a la luz de los TLC?, ¿trazaremos una política propia que, sin descuidar el control fitosanitario, nos permita avanzar y aprovechar la enorme riqueza de germoplasma con que nos obsequió la naturaleza?
Si se demora el gobierno en resolver este y otros asuntos que regresen la viabilidad al agro, rápidamente nos estaremos acercando al abismo del desabastecimiento. Igual, es urgente aprobar la renta básica, es la única manera de garantizar que la demanda no desaparezca y con ella las empresas. Duque y Carrasquilla están advertidos.