En dos elecciones consecutivas Robledo ha sido el mayor elector del Polo y clave para conservar la personería jurídica de la principal expresión de la izquierda democrática en el país. Cada cuatro años sobre los hombros del veterano senador recae la responsabilidad de garantizar la votación suficiente para que el partido supere el umbral del 3% de votos válidos y no naufrague en el sistema de partidos. Ningún otro polista alcanza si quiera la mitad de la votación de Robledo, quien en 2018 se graduó como el tercer senador más votado de la historia con 226.099 sufragios. Al capital de opinión que ha construido como citante de importantes debates de control y su profundo conocimiento de la estructura rural del país (nunca ha salido de la Comisión Quinta), se suma la capacidad de sacar una votación importante en varias circunscripciones (no tiene una votación muy concentrada) y la disciplina cuasi religiosa de su facción dentro del Polo, el MOIR.
Para el 2022 Robledo anunció que no va más al Senado ya que insistirá en su aspiración presidencial. Decisión que pone contra las cuerdas la continuidad del Polo como partido porque sin una votación que combina las bases regionales del MOIR, varias expresiones sindicales y el “robledismo”, el Polo podría verse en apuros para superar el umbral (que en 2022 se podría ubicar en cerca de 650 o 700 mil votos al Senado) y garantizar así su continuidad como partido político. Mucho más si el MOIR se retira del partido como se ha venido rumoreando y emprende una aventura electoral en otra lista o por su cuenta. Si eso llega a pasar el Polo se quedaría en los puros huesos y reducido a los sectores encabezados por Alexander López e Iván Cepeda. Así también se seguiría despedazando la principal plataforma partidista de la izquierda colombiana en las últimas dos décadas. Del partido fundado en 2005 como alternativa de unidad para múltiples expresiones sociales y políticas ya queda muy poco.
La última crisis del Polo viene dada desde el 2018, cuando Robledo impuso su aspiración presidencial; luego cedió al capricho de “coronar” a Fajardo como candidato único de la Coalición Colombia (sin pasar por una consulta) y en segunda vuelta optó por el voto en blanco. Con este último movimiento Petro lo integró a la absurda narrativa de responsabilizar a quienes votaron en blanco de su derrota. Nada más alejado de la realidad, pero una verdad de piedra para su más fanáticos. Al parecer, para el 2022 Robledo busca repetir los dos primeros movimientos y bloquear cualquier posibilidad de una consulta que incluya a Petro. Se sigue viendo más cercano a Fajardo y a los verdes así diga con tono impostado que “va hasta el final”. Por si sola, su aspiración es inviable ya que no tiene la más mínima posibilidad de pasar a segunda vuelta. A pesar del importante papel que ha desempeñado como senador, encarna la vieja política de la izquierda y no cuenta con la empatía suficiente para asumirse como presidenciable.
El problema del el Polo no se reduce a la salida de Robledo del Senado o la superación de un umbral, no, eso hasta resulta superficial. El principal problema con ese partido está en su incapacidad de promover nuevos y renovados liderazgos. Por ejemplo; Germán Navas Talero va ajustando cerca de 22 años en la Cámara por Bogotá (¿eso ya no es mucho tiempo aferrado a una curul?); en el MOIR tampoco se percibe un liderazgo sólido por fuera de Robledo y parece que tanto López como Cepeda orientan su propio personalismo. ¿Cómo puede crecer un partido desde esa perspectiva? Más fácil se atomiza y se acaba como parece está pasando. Así se podrá confirmar si no encuentran una solución para garantizar su continuidad de cara al 2022. El ocaso del Polo es una cuestión que va más allá de Robledo.
