A raíz de la crisis que generó la salida forzosa de la jefe de gabinete Laura Sarabia y el embajador en Venezuela Armando Benedetti, de manera poco usual el presidente Gustavo Petro les pidió a algunos de sus ministros que le aconsejaran sobre la manera en que habría de llenar el vacío dejado por la funcionaria que tenía tan importante rol en la Casa de Nariño. Todos coincidieron en que no es recomendable mantener una figura que acumule tanto poder como el que ostentaba la joven jefa de gabinete, pues es necesario que el mandatario tenga un contacto directo con los miembros de su gabinete, sin intermediarios.
Si el presidente atiende el consejo, será abolida la figura del jefe del gabinete. Varias de las tareas que ella cumplía serán asumidas por la dirección del Departamento Administrativa de la Presidencia (antigua secretaría general) y por el secretario del Consejo de Ministros. Para comunicar decisiones sobre temas especialmente sensibles sería designado un vocero, figura que funciona bien en países como Estados Unidos.
A propósito de las funciones administrativas y logísticas de la Casa de Nariño aún no se ha definido el equipo que estará a cargo de la organización de las “asambleas populares” que Petro anunció durante su discurso callejero del 7 de junio. Lo único que se sabe es que su dinámica será distinta a la que utilizaba Álvaro Uribe en sus consejos comunitarios, pues no habrá invitación previa y la participación será libre y abierta. “El presidente no quiere comités de aplausos, sino una participación abierta y franca”, dijo un funcionario de la Casa de Nariño.
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