No puede haber solidaridad con los integrantes de una institución sin una rectificación clara en sus maneras de operar. Rechazo el discurso absurdo de algunos medios de comunicación, afines al régimen político saliente, que quieren imponer un discurso de solidaridad frente al deterioro en la seguridad ocasionada por el asesinato de policías a lo largo y ancho del país.
No deja de indignar e indisponer tal laxitud para comunicar en tanto que hacen silencio frente a las causas. Sin lugar a dudas, el fortalecimiento del Clan del Golfo no obedece a lógicas diferentes a la connivencia del paramilitarismo, narcotráfico y corrupción con las fuerzas del Estado desde los más altos niveles.
Con solvencia y descaro a los altos mandos de gobierno llegaron criminales, personas con tentáculos en el narcotráfico, lavado de activos y corruptos. Desde un exembajador con laboratorio propio de coca que (¡qué descaro!). Y contrario a lo que era de esperarse, se le imputaron cargos por eliminar pruebas y obstruir a la justicia, y no por el hecho del cual tienen pruebas y confesiones de su mayordomo. También con una “vice” cuyo esposo es socio en una empresa en la que un narcotraficante usaba como fachada para lavar dinero. Y ni hablar de la “madrina” que gestionaba contratos por medio de la influencia de su hijo el “presi”.
Por el lado de los mandos militares no hay ni qué hablar. Por un lado, las investigaciones contra ellos no prosperan a pesar de que los occisos se agolpan en sus puertas y la corrupción alumbra más que el sol meridiano en día despejado. Los miles de falsos positivos no se judicializaron, y lo que quedó en manos de la justicia militar no pasó de un traslado o desvinculación del accionante, pero nunca una acción de fondo. La permanencia en altos mandos parece sustentarse en la mayor cantidad de excesos de fuerza o vínculos con el Clan del Golfo. Nueve policías detuvieron en el sur de Bolívar el 11 de junio (2022) por estar al servicio de este grupo criminal, y otros tantos en el resto del país.
Si vamos un poco más atrás encontramos nombres como Leonardo Barrera, Robinson González del Río y Harry Leonardo Gómez Tabares, entre otros tantos que se suman a esta larga lista de delincuentes que ostentaban altos cargos militares al servicio de esta banda criminal. Pero como ciudadano raso me pregunto ¿y las investigaciones al respecto? ¿Y los resultados para cuándo? Resulta que están engavetadas en la fiscalía o en su propia “justicia militar” donde, con buen augurio, no pasará de “prescripción” del caso o “traslado o retiro” del procesado.
Me resisto a creer que deba ser solidario con los integrantes de una institución que ahora reciben en sus puertas la desgracia que vivió el pueblo colombiano cuando mataron estudiantes y líderes sociales de una manera solo comparable con el exterminio de la UP, y que está probado, nada tenían que ver con la violencia o “terrorismo” como lo quisieron mostrar los mismos medios que hoy relcaman “solidaridad”. No puede haber solidaridad con una institución que hizo silencio cuando Manuel Cubillos mató a Dilan Cruz en una calle de Bogotá el pasado 23 de noviembre del 2019, o cuando los oficiales de la Sijín acabaron con Lucas Villa.
Señores fuerza pública, ustedes también son culpables por acción u omisión del deterioro de la seguridad. Cuando salieron a disparar a la ciudadanía sin ningún tipo de consciencia, y en lugar de solicitar que parara la masacre, en su mayoría hicieron silencio mientras ocultaban y/o trasladaban a sus compañeros que debían ser denunciados y detenidos.
El mensaje que le dieron a los paramilitares fue que la vida humana no tiene valor. Esa fue la cultura que permeó las instituciones del Estado en particular descaro estos últimos cuatro años, en donde un narcotraficante puso varios “paquetes” (entiéndase millones) bajo la mesa, como lo confesó y se puede probar de las conversaciones de la asesora del imputado, jefe del señor Duque, un probado narcotraficante de apodo Ñeñe.
Culpables los ejecutivos de las entidades de investigación como la fiscalía, que en lugar de fortalecer y acelerar la compulsa de pruebas, se dedicó a despilfarrar dineros en fiestas y paseos privados de sus altos funcionarios. Que se dedicó a buscar pagar favores políticos exculpando a sindicados y probados actos fraudulentos y corruptos, para enviar al país un mensaje claro: si tienen dinero y poder político no serán juzgados.
"La vida es sagrada" repetía en la plaza el filósofo Antanas Mockus. Y esto debe quedar claro: todo asesinato es digno de repudio. Pero no vengan con manipulaciones mediáticas a solicitar “solidaridad” cuando ustedes mismos propiciaron el monstruo que hoy se los come con sus propias garras. Mientras le dieron la espalda al pueblo alimentaron con narcotráfico y corrupción un monstruo que hoy les da mordidas en sus propias carnes. No señores, sin rectificación no puede haber “solidaridad”.