Antes el tema central era encontrar pronto una vacuna que pudiese enfrentar al terrible virus con el que llevamos conviviendo todo este tiempo. Virus que se convirtió en una pesadilla para muchas familias, amigos y conocidos que aún lloran la pérdida de sus seres amados. Muchos de los ya fallecidos acataron las normas y fueron conscientes del autocuidado, pero aun así este monstruo pareciera no tener contemplación alguna. El dolor no es solo la ausencia, sino la forma fría y seca en que tuvieron que ser despedidos.
Si bien sabemos que la muerte es la única cita a la que todos estamos convocados, es complejo entender que ya tuviese a tantos planillados. Y es que por más dolorosa que sea una pérdida, esta ha sido de las más incomprensibles.
Hoy las dinámicas familiares han cambiado totalmente para ellos. Ya no está el papá proveedor de la casa; aquella mujer que hacía de madre y padre a la vez; el hijo que estaba en la universidad (ha tenido que aplazar sus estudios de manera indefinida); la abuelita amorosa que reciba más a sus nietos... y no contentos con esto, a muchos también se les arrebató hasta el derecho de contar con un empleo.
Ahora los veo haciendo un esfuerzo por no dejarse caer por completo, es por eso que rindo estas letras, especialmente para todos ellos. Personas normales, como usted y como yo, que día a día luchan por lograr mantenerse; personas que han tenido que replantearse la vida sin contar con mucho tiempo; y personas que perdieron todo lo que para ellos era significativo.
No saben cuánto les admiro y cuánto les aprecio. Me hacen reflexionar una y mil veces en lo efímero de la vida y en lo poco que se valora. Me hacen retomar el aire de nuevo. Me hacen saber que los momentos vividos son lo único que importa, porque luego se borrarán de toda memoria.
Además, me hacen pensar que vale la pena levantarse todos los días, porque cada día es una oportunidad, a la vez que es un día menos; que nadie tiene la vida comprada, aunque cuente con una buena chequera; que nada ni nadie es para siempre aun cuando lo quisiéramos; y que es justo ese último soplo de aliento el que concluye con nuestra existencia.
Por ellos y por los que aún estamos, por los que nos necesitan y por los que podemos ayudarlos, por los que se enfrentan a este monstruo desde una fría y sola camilla, por los que tendrán que pasar por esto mismo sin opción alguna, y por los que no tenemos nada seguro, es que vale la pena seguir cuidándonos y cuidándolos.
Mientras tanto, nos queda ser positivos y confiar en que el fármaco tan anhelado mitigue el impacto de tantas vidas arrebatadas.
Si hablas de empatía, si crees ser una persona medianamente razonable y compasiva, sabrás de lo que te hablo en este corto y simple escrito
¡Saludos!