Hay varias maneras en que se puede aislar una región. Una, por desastres como el del puente de Chirajara. Otra, quizás más grave, por la ausencia de internet, como ocurre en importantes regiones del país.
Con la decisión de cerrar la vía al Llano, que finalmente se echó para atrás, quedó sobre la mesa el pánico que puede provocar el aislamiento de una rica región y, en este caso, como consecuencia de la chambonada letal del puente de Chirajara.
Aislamiento es lo que hay, para muchas regiones, por la ausencia de otras vías: las de internet.
Jack Ma, el chino que fue profesor y que creó el grupo Alibaba, que hoy factura más que la suma de eBay y Amazon, dice que la infraestructura del siglo XXI es internet. Que lo que en otras épocas fueron el carbón y el petróleo, generadores de energía, hoy lo son los datos. Y que la educación de toda una vida, la capacidad de adaptación al cambio, son condiciones necesarias para que las sociedades, organizaciones e individuos puedan acceder a decorosos niveles de vida. Ausencia de acceso a internet equivale al aislamiento y, en consecuencia, a la condena al atraso y la pobreza.
¿Está Colombia construyendo la infraestructura del siglo XXI en los términos de Jack Ma?
La respuesta es ambivalente. En las cifras agregadas, se han dado pasos inmensos hacia el acceso a internet, bien en la modalidad móvil como la fija. Sin embargo, las inequidades en el acceso son brutales. Por una parte, en el campo, así sea el circundante a las grandes capitales, es notoriamente inferior al de las ciudades. Por otra, hay regiones a las que no llegan las vías de internet. Ocurre, por ejemplo, en zonas de las costas y de los antiguos territorios nacionales.
El Ministerio de las Tic ha sido muy cumplido en la publicación de los informes trimestrales acerca de la conectividad en Colombia. Gracias a ellos se conoce el aumento del acceso a internet, fijo y móvil, los anchos de banda, la participación de los proveedores. Sin duda, Colombia avanza. Sin embargo, las brechas regionales son alarmantes y no hay señal de solución.
Bucaramanga es la capital departamental con mayor índice de penetración de internet fijo: 27 %. Como cada conexión (hogares, empresas, organizaciones) es utilizada por varias personas, podría decirse que la mayoría de los bumangueses tiene acceso a tal modalidad de internet. No obstante, el contraste es brutal al examinar los puestos de los “coleros”. Leticia, Inírida y Mitú tienen menos del 1 % de penetración, según MinTIC. Están por fuera sus habitantes del acceso a las enormes oportunidades que ofrecen las plataformas de internet para aprender, hacer negocios, contar con mejor salud.
Bucaramanga es la capital con mayor penetración de internet,
Santa Marta, Cartagena, Valledupar, Montería, Ríohacha y San Andrés
están entre las de menor conectividad fija
Es increíble que más de un cuarto de siglo después de la apertura económica, las capitales de la costa (¿cómo será la conectividad de las áreas rurales?) están gravemente rezagadas. Se suponía que la Costa se convertiría en la plataforma de nuestras relaciones comerciales con el mundo. Santa Marta, Cartagena, Valledupar, Montería, Ríohacha y también la isla de San Andrés (a la que tanto se le prometió después del desastre con Nicaragua) están entre las de menor conectividad fija a internet (de 15% de penetración hacia abajo). Quibdó, en la pacífica, es parte del atraso.
Y aquí viene Jack Ma, de nuevo. En una visita que realizó a México, hace unos meses, se preguntaba por qué las pequeñas empresas mexicanas no aprovechaban el inmenso mercado formado por las clases medias asiáticas para exportar sus productos. Entre China e India, tales mercados pueden contar con 600 millones de personas, con suficiente poder adquisitivo para adquirir bienes latinoamericanos.
La respuesta es, en parte, cultural. Creemos que el mercado internacional es inalcanzable para los pequeños porque estamos acostumbrados a que las exportaciones están compuestas de un puñado de materias primas exportadas por gigantes, haciendo, en Colombia, la excepción de los cafeteros, gestionados por la Federación.
Por otro lado, hay una inhabilidad objetiva en términos de los mercados modernos: la inmensa mayoría de las pequeñas empresas no están en el mundo de internet. Y, si de paso, residen en zonas desconectadas, están condenadas.
La oferta de productos, que podría resultar atractiva para consumidores asiáticos y de otras partes del mundo, no tiene posibilidades de concurrir en plataformas en la que converjan con potenciales compradores, sean negocios o consumidores.
Ni que decir de la educación, de temas como el bilingüismo, de las llamadas competencias del siglo XXI, de tan poco interés para nuestros candidatos. Si no hay planes ambiciosos para derribar las brechas de acceso a internet, medio país geográfico seguirá aislado y centenares de miles de jóvenes no contarán con las enormes oportunidades que las plataformas digitales ofrecen.