Imaginense, al muchacho que regresó al pueblo de la capital con tan sólo un bolso terciado, le dio por hacer una escuela de cine. Tenía una cámara, la primera que entró a Belén de los Andaquíes. Era diciembre y Alirio estaba borracho. Le dijo a su hermano que pusieran a valer esa cámara e hicieran una película. Contaron con el apoyo de los niños del lugar y después de que la rodaron los pelados querían seguir jugando al director de cine.
Alirio, que es terco y acelerado, les dijo que de una, pero que eso si, si querían usar la cámara tenían que escribir una historia. Entonces se creó el mantra con el cual se rige la escuela de cine infantil de Belén de los Andaquíes: sin historia, no hay cámara.
Esta es la segunda parte de la historia de Alirio González, narrada a través de la mirada de #Pacifista la plataforma de generación de paz de Vice Colombia:
Vea la primera parte de la historia de "Alirio González: Voz andaquí"
Johana Ledesma fue la primera en avisar que la idea de Alirio Gonzales no sólo era un capricho para quitarse el letargo de las tardes caqueteñas sino que se podían hacer cosas de calidad: el premio que recibió la niña en un festival infantil de cine en Bogotá lo corroboró.
Aunque ese no sería el único ni el más importante de los logros. Recibir el India Catalina a mejor trabajo universitario por Tele Gordo, la serie de 8 capítulos donde los niños andaqueños demostraban una inusual imaginación y creatividad, fue un sueño hecho realidad.
¡Pasamos el año! Gritó Alirio con la India en la mano. El premio no era sólo para él y sus muchachos sino para todo un pueblo que ha podido soportar, con valentía, humor y creatividad y gracias al tesón de hombres como Alirio Gonzales, que la guerra no era un monstruo lo suficientemente poderoso para derrotarlos.
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