Pensar que hubo una época en donde llegó a ser el hombre más famoso del país narrando goles. Pero en 2012 se cansó de eso y se dedicó de lleno a Candela, la emisora popular que fundó en 1990. Desde entonces se transformó en lo que siempre quiso: ser una especie de santo para la gente del común.
Es que de niño, mientras estudió en el colegio Parroquial Nuestro Señora, soñaba con ser cura para ayudar a la gente. Fue por intermedio de un padre, entró a la televisión a los 10 años. Dueño de una voz portentosa, William leía el evangelio. Se fue a vivir a Argentina y al regresar, con 28 años, no tenía trabajo. Se tuvo que ir a Corferias, que en ese entonces, mediados de los años setenta, se llamaba la Feria Internacional y en el pabellón Venezuela vendía sanduches de lunes a viernes.
El sábado se iba en un Dodge Dart hasta Cali donde transportaba gente. Antes de conseguir su sueño de ganarse la vida con su voz y llevando alegría lavó autos en un negocio que puso. En Radio Fantasía consiguió puesto vendiendo publicidad y ahí empezó una carrera que lo catapultó como el narrador de fútbol más popular del país.
Por conocer al pueblo desde adentro, por ser parte de la gente, Vinasco ha conseguido en Candela ser el locutor más popular entre taxistas y choferes de bus que le ponen a sus pasajeros, como si fuera un mandamientos, Candela y sus programas.
En la sede de la emisora, en Nicolás de Federman, el barrio contiguo al Estadio El Campín, Vinasco llega todos los días antes de las seis de la mañana a ser la voz, el rostro de la más popular de las emisoras. Para fidelizar audiencias se ha inventado costosos conscursos como los 101 dólares cada diez minutos o rifar neveras llenas de mercado, y apartamento amoblados a recién casados.
Con su amabilidad nos abrió la puerta de su emisora y William, incluso, nos mostró como tiene intacta la voz para narrar gestas tan maravillosas como ese empate de Rincón a Alemania que él vivió, hace 32 años, en el estadio San Siro de Milán en pleno mundial de Italia.