La parte administrativa del fútbol argentino es un caos desde que Julio Grondona desapareció. Los argentinos no han sido capaces de manejar por su cuenta la exquisitez de su fútbol. Y no es para más, Grondona ejerció durante 35 años como presidente de la AFA, fue miembro activo de la Conmebol y manejaba gran parte de las decisiones en la Fifa, donde era vicepresidente. Mejor dicho, este señor era el emperador de argentina. Amado por unos y odiado por otros.
Luis Bedoya, expresidente de la Federación Colombiana de Fútbol, en declaraciones sobre el caso Fifa Gate expresó que nadie quería tenerlo de enemigo. Según Bedoya, el argentino hacía y deshacía a gusto en la Conmebol y "decía a cada uno lo que quería oír". Cuando los presidentes de las otras federaciones querían realizar algún tipo de cambio, el visto bueno debía darlo Grondona.
Alguien pondrá en duda "la mano de dios" con la que Argentina quedó campeona del mundo en México 86, ¿algo tendría que ver el poder de Grondona en aquella situación? Lo cierto es que en Argentina lo recuerdan con nostalgia, pues durante su gestión fueron campeones del mundo y ganaron dos copas América (Chile 91 y Ecuador 93).
Su carácter lo demostró cuando Raúl Alfonsín, presidente de su nación, le pidió que sacara a Bilardo debido a su juego desabrido y él no aceptó, lo mantuvo y luego se coronó campeón del mundo para ser recibido con honores e invitado a la Casa Rosada.
Maradona lo llamaba el "mafioso", ambos tuvieron conflictos, los cuales resolvían de manera amistosa. Uno de ellos fue en el Mundial de Brasil. Mientras Argentina jugaba con Irán, el pelusa se fue del estadio antes de acabarse el partido, quizás molesto por el cero a cero con una selección de menor calibre. Al poco tiempo de irse, Messi, "el consentido" de Grondona, anotó un golazo. Julio lo atacó diciendo que era el mufa de la selección, algo así como el ave mal agüero. La respuesta del 10 fue la siguiente: "Quiero decirle a Grondona, que dijo eso, que lo que tengo puesto me lo gané trabajando, lo que tiene puesto él se lo compró con la Fifa".
Hoy, que no tienen a su patrón, los argentinos han decaído administrativamente, tienen su patria boba del fútbol. En un reciente tuit, el histórico goleador Gabriel Omar Batistuta describió el presente de los del cono sur: "River-Boca en el Bernabéu. La Superliga sin calendario. La Selección Argentina con un proyecto a seis meses. No podemos ser cómplices de la agonía del Fútbol Argentino". Esta es una muestra clara del evidente malestar que se transmite a todos los amantes del fútbol suramericano. Mientras escribo estas líneas, se me ocurre afirmar que los españoles nos han reconquistado con otro mecanismo alienantemente encantador como el fútbol.
La dirigencia argentina no sabe qué hacer en tal o cual situación; por eso, en estas circunstancias, la figura de Grondona, el mandamás, el padrino, cobra una importancia similar a la de Perón. Él era el primero en saber cada detalle sobre calendarios, horarios, árbitros, técnicos y demás, nada se le escapaba. En el dedo meñique de su mano izquierda (pocas veces en la derecha), Julio portaba una sortija con un letrero sobre su chatón cuadrado que decía: "todo pasa", la misma frase célebre que Úrsula Iguarán, la matriarca de Macondo, solía repetir en situaciones adversas o de bonanza. En una de las tantas entrevistas que tuvo, le preguntaron sobre la famosa frase que también aparece en un versículo de la biblia y responde que en un viaje que hizo a Egipto leyó la historia de Ramsés y lo impactó por completo, añadió con su particular vanidad que "El faraón coqueteaba con dos chicas y mandó a hacer dos anillos iguales, para que ambas pensaran que habían sido elegidas como la más linda de su harem. Alguien le preguntó a Ramsés qué pasaría si las chicas se llegaran a cruzar y veían el anillo, a lo que el faraón respondió: 'todo pasa'". Frase con la cual manejó las riendas del fútbol argentino por más de tres décadas.
Hoy, en pleno enredo de la final River vs Boca, que los mismos periodistas argentinos la ponderan con el rótulo de "final del mundo", hace falta Julio.
Hasta los miembros de la Conmebol han perdido el horizonte y deciden desnaturalizar la Copa Libertadores, llevándosela a tierras colonizadoras, específicamente a la cuna de la corona española, como lo es el estadio Santiago Bernabéu. El pueblo gaucho extraña la personalidad autoritaria y quizás humana de este señor, quien se ganó el cariño de tantos aficionados nacionales e internacionales de la celeste. Sin embargo, todo pasa y ellos han quedado con su propia patria boba del fútbol.