La crisis moral en Colombia prácticamente tiene de hinojos a la población, la que difícilmente sobrevive en un ambiente caracterizado por el cierre o reducción de empresas, la dramática pérdida de empleos, la deflación drástica del consumo y la inversión, la imprecisión, la inseguridad y la desconfianza laboral. En estos tiempos la comunidad asalariada vive en una incertidumbre y angustia por las nuevas estrategias de empleos para evadir las responsabilidades prestacionales, por cierto, no protegidas por el Estado.
Los presupuestos familiares se han reducido al máximo y los colombianos están haciendo verdaderos esfuerzos para llevar a casa el pan de cada día. Lo anterior sin perjuicio de la grave inseguridad por la que atraviesa la sociedad nuestra, que hace temer de los asesinos, los secuestradores y la delincuencia en general.
En el sector público ocurre lo mismo. Los politiqueros y financistas políticos se llenan los bolsillos a lo grande, sin que nada ni nadie los detenga ni escarmiente. La danza de los millones es verdaderamente escandalosa. La corrupción está corroyendo toda la estructura estatal. Esto está redundando en una profunda desinstitucionalización, es decir en una devastadora erosión de las instituciones estatales, que favorece y alimenta el desorden, la anarquía, la inseguridad, la injusticia y el caos: gobernando al vaivén del padrinazgo.
Por otro lado, citaciones de funcionarios, públicos y privados, son el pan nuestro de cada día y no hay modo que el Congreso apruebe y apriete las tuercas con leyes que pongan entre los palos el delito y lo castigue como se lo merece. Ay, justicia, le destaparon los ojos a esa diosa tan temida en otras épocas.
En todo caso la politiquería siempre está presta a endeudar más al Estado y a exigir más dinero a los contribuyentes, como si no fueran suficientes los millones de pesos que anualmente se les entregan por vía de los impuestos. Ningún dinero les satisface, nada es suficiente.
Sobre la calidad del gasto público ni mencionarla, ya que solo hay boca para pedir más, pero no hay oídos para escuchar y atender el clamor popular por la mejora de los servicios de seguridad, justicia, educación, salud, etcétera. Tampoco hay voluntad por transparentar las finanzas públicas, ni por rendir cuentas y lograr la tan anhelada eficacia fiscal.
La nueva modalidad es hacer convenios estratégicos del sector público con el privado. Creando juntas consejos superiores, presa favorita de esas águilas carroñeras, que las persiguen para “manejar” los presupuestos y repartir contratos multimillonarios y de esta manera “trabajar por el bien de los colombianos”.
Para cerrar, una cita de Lord Chesterfield: “Aquellos seres ilusos que creen sobresalir entregándose a triquiñuelas impías o inmorales, brillan tan solo por su putrefacción, como la carne putrefacta brilla en la oscuridad”.