¿Qué nivel de control podemos tener, como humanidad, sobre los actos de un supuesto progreso social, ambiental y cultural, que venimos dizque promocionando al desarrollarlos? Dependiendo de la respuesta que se le dé a esta pregunta, cuasi etérea y general, se supedita el grado de conciencia que creemos tener los seres humanos como los mejores modelos de sociedades, sobre todo ante las respuestas que dan aquellos pocos que tienen en sus manos las tomas de decisiones comunales, con las que luego injieren e influyen en las vidas, en los sentimientos y en las psiquis de todos los demás seres.
Personalmente considero, y asevero, que es un nivel de control bastante bajo, pues en la mayoría de los actos humanos notamos bajísimos niveles de conciencia social a cambio de altísimos grados de inteligencia emocional, desembocando, por consiguiente, en percepciones y decisiones personales, con caracteres egoístas, sin importar que quien tome esas determinaciones sea una persona muy bien preparada, en las mejores y más prestigiosas universidades del mundo, aunque igualmente sea ponderada y estudiosa de sus actos, y que con ellas, desde el principio, crea estar persiguiendo un bien común, puesto que necesariamente esas iniciativas desembocan en reacciones sin ningún tipo de planificación ni prospección con el tiempo, pero eso sí, obteniendo resultados inmediatos, produciendo rápidos niveles de placer dentro de aquel que toma esas resoluciones, pero qué, desgraciadamente, terminan siendo unos tipos de placeres individuales, internos, aniquilando con ellos cualquier compromiso comunal, de beneficio general.
La cantidad de malos ejemplos, y de desastres de todo tipo, que se vienen presentando sobre el planeta, afectando directamente la existencia de todas las especies que lo habitan, en medio de un evidente deterioro ambiental, son señales inequívocas e indiscutibles de que los seres humanos que están desempeñando los cargos dirigenciales, sean estos de carácter público o privado, con todos los arquetipos de responsabilidades, no tienen conciencia espacial de las consecuencias que se desprenden de ellos, obligatoriamente conduciendo al planeta Tierra hacia un final, así haya sabios, eruditos, pensadores e intelectuales que promuevan la racionalización de nuestros actos humanos, esbozando unos futuros utópicos y maravillosos, siendo que la realidad nos muestra a una especie humana distópica, compuesta por unos seres egocéntricos, ególatras y egoístas.
Hoy estamos metidos de lleno, como sociedades, entre discusiones económicas, y de tipo financiero, sin sentido, tomando a partir de ellas caminos políticos que solo nos conducen al mismo lugar, sea que pongamos en práctica ideologías de izquierdas o de derechas, para señalar si son conservadoras o progresistas, o como denomina el reconocido economista estadunidense Paul Krugman, de agua salada, haciendo referencia a los Estados con proyectos liberales, socialistas o incluso comunistas, o de agua dulce, si representan lo contrario, o sea sistemas capitalistas, o hasta de tintes fascistas, siendo aquellos donde por lo general las empresas y las corporaciones de capital privado controlan al Estado, cuando en verdad todos estos espectros políticos y económicos nos están llevando, como especie humana, al mismo punto, sacando entonces como conclusión que la conciencia y la inteligencia, características de las que tanto nos vanagloriamos, son albures de una supuesta condición de superioridad que en realidad no poseemos.
