Una cosa es una crisis política y otra una crisis económica. Y la gente sale a la calle a protestar por ambas, lo que confunde causas con efectos. En Hong Kong, España, Bolivia, Perú y Colombia, solo por citar algunos ejemplos de muchos que hay en la actualidad, hay crisis políticas. En Argentina, Ecuador, Chile y Francia, hay crisis económicas. Venezuela por otro lado, es un caso perdido, hay crisis política, económica y social.
La crisis política en Colombia se resume en dos líneas: un gobierno sin mayorías en el Congreso, sin intención de conseguirlas, que ha perdido buena parte del apoyo popular que lo llevó al poder. Es resultado del desconocimiento elemental de cómo funciona nuestro sistema político. Un libro de texto obligatorio para quienes inician estudios de Derecho y Ciencias Políticas es la Teoría General del Sistema Político, de Maurice Duverger, politólogo francés, quien escribió en la segunda mitad del siglo XX sesudos análisis de cómo funcionaba la democracia en distintos países (no hay dos casos iguales), especialmente en las relaciones entre gobiernos y parlamentos o congresos.
Tenía Duverger la teoría, que ha sido rebasada por las realidades del siglo XXI, de que el voto universal conducía a un sistema político bipartidista, lo cual hacia muy expedito el funcionamiento del gobierno y la oposición. Se era lo uno o lo otro, según los resultados electorales y ya. Pero con la notoria excepción de Estados Unidos, bipartidismo ya no existe en ninguna parte, incluyendo a Colombia donde se extinguió hace tiempos. Ahora la clave del éxito de un gobierno democrático, cualquiera que sea el régimen imperante, es tener una mayoría parlamentaria, cada vez más difícil de conquistar o en su defecto una coalición de fuerzas que le permitan sacar adelante su agenda política. Sin ello no puede funcionar. Es así de simple y todas las razones que se den para dar otras explicaciones son pura literatura.
La situación política española es un buen ejemplo. Mientras hubo bipartidismo, del PSOE y el PP, todo fue miel sobre hojuelas. Hoy hay al menos cinco partidos con importantes representaciones parlamentarias y llevan cuatro elecciones generales en cuatro años, para tratar de encontrar una coalición que funcione. La última de la semana pasada no hizo sino debilitar a todos los partidos, lo cual ha facilitado la formación de un gobierno frágil, porque los caminos de Dios son inescrutables. Pero no hay otra salida si se quiere que haya democracia y no Despotismo Ilustrado como en el siglo XVIII, gobernantes absolutos trazando políticas que se supone son las que requiere la sociedad; o Autoritarismo Tecnológico, el nombre moderno de la criatura, que es llevar bienestar material al pueblo basado en desarrollos tecnológicos, pero sin democracia, como en China, o en los Emiratos Árabes.
En un gobierno con una coalición mayoritaria
no es posible algo tan demoledor como una moción de censura a un ministro
o que le sea imposible garantizar las reformas tributaria, pensional o laboral
Tratar de que funcione un gobierno democrático con una representación minoritaria en el Congreso, es buscar la cuadratura del círculo. Como sucede en Colombia el asunto se vuelve una pugna entre los dos poderes para demostrar su fuerza, en la cual el gobierno, que depende del Congreso para las cosas fundamentales lleva las de perder. Por ejemplo, en un gobierno con una coalición mayoritaria no es posible que suceda algo tan demoledor como una moción de censura a un ministro o que le resulte imposible garantizar el trámite de una reforma tributaria, pensional o laboral, tan urgentes.
La idea impulsada por el minoritario partido de gobierno de que hacer una coalición con los partidos que controlan al Congreso es un tema éticamente repugnante, hace mucho daño y deja en el aire algo tan necesario como la gobernabilidad. Perjudica al presidente de la República que es una persona respetable, trabajadora, con deseos de acertar, con espíritu conciliador, porque lo vuelve responsable político de un sistema que no funciona; y perjudica al partido de gobierno, como ha quedado demostrado en las últimas elecciones municipales. Es algo que a nadie beneficia, ni a ellos ni al país. Todos deberían leer a Duverger.
En el siglo pasado, en el sistema político colombiano copiado en muchas partes del norteamericano, había lo que en Estados Unidos se llama midterm elections, que aquí se llamaban elecciones de mitaca: el período de los Representantes a la Cámara era de dos años, lo cual permitía que en la mitad del período presidencial el presidente ajustara su gabinete y sus políticas de acuerdo con los resultados de esa elección. Si le iba bien, maravilloso. Si le iba mal, se hacían correctivos. Ese papel lo cumplen ahora, sin querer queriendo, las elecciones regionales de gobernadores, alcaldes y cuerpos colegiados regionales y municipales.
Esas son las voces que deberían oírse para encaminar la política que está muy descaminada y solucionar la crisis política que nos aqueja, que no económica, pues la economía va razonablemente bien. Precisamente, la agenda del anunciado paro nacional incluye la preocupación legítima por cosas que no han sucedido ni van a suceder sino se arregla la política, como son el trámite y aprobación de grandes reformas sociales. Es esa incertidumbre la que crea tanta agitación ciudadana.