En una cumbre de gobernadores de la Región Caribe en Barranquilla, capital de la jurisdicción territorial y política así bautizada, el mandatario de Sucre, Edgar Martínez Romero, dijo una verdad que turba:
Sin agua no hay paz.
Muy seguramente para significar el mandatario de los sucreños, más allá del conflicto armado, la dimensión de las carencias cada vez más sentidas y padecidas del recursos hídrico, tanto para consumo humano como para el uso agrícola, pecuario e industrial, que sufren los habitantes de su departamento.
Y, al lado de los de Sucre, los de Bolívar. Y un poco más allá de los lindes imaginarios que separan a los primeros de los nombrados territorios, el clamor del Magdalena por la misma y dolorosa carencia, también es proverbial y acuciante.
Para dar, en esa coordenada de sed irredimible que atraviesa la Región Caribe, con La Guajira, comarca en la cual la escasez de agua es de muerte, hambre y desnutrición; de enfermedades, éxodo, despojos y desplazamientos.
De guerra a muerte por el agua básica, mínima, para la sobrevivencia humana de una población excluida y sometida históricamente a la marginalidad oprobiosa de la sed.
Y a otras.
Como lo ha sido en su conjunto la Región Caribe, cuya autonomía, proclamada como única salida de esa marginalidad social en la que vive, no será alcanzada jamás si sigue bebiendo mansamente el cáliz amargo de su sed ancestral.
Resulta inconcebible la sed en esta zona del norte de Colombia
que dispone del 40 % de los cuerpos de agua del país,
suficientes para satisfacer sus necesidades a largo plazo
Una sed que desde todas las miradas, lógicas y dinámicas sociales, políticas y territoriales, resulta inconcebible en esta zona del norte de Colombia que alberga el 21 % de su población, tiene 1760 kilómetros de costa marítima y dispone del 40 % de los cuerpos de agua del país, potencialidades que en materia del recurso hídrico planificado y sostenible, tanto para el consumo de su población como para la productividad y competitividad regional, bastarían para satisfacer sus necesidades a largo plazo en uno y otro renglón.
Gobernadores de la Región Caribe: la apabullante verdad de vuestro colega, el gobernador de Sucre, de Sin agua no hay paz, lleva también al imperativo de, Sin agua no hay autonomía.
Y, por supuesto, ni desarrollo ni crecimiento alguno que pueda jalonar los procesos autonómicos que en la hora presente se predican y proclaman como salvavidas para los territorios y poblaciones que la conforman.
Sin resolver la problemática de desabastecimiento de agua potable y productiva prevaleciente en todos los departamentos que conforman la Región Caribe sin excepción, es poco probable que el discurso autonomista que tuvo visibilidad y receptividad en el Voto Caribe, sea el motor que pueda impulsar su despegue a la modernidad, desarrollo económico y competitividad.
Para resultados oportunos y consecuentes con la gravedad de la crisis, bien vendría el fortalecimiento de la institucionalidad en y desde la Región, a la vez que forjar una unidad de acción efectiva de los gobernadores de la Región Caribe, que dé en el compromiso insoslayable de la Nación, Planeación Nacional y Ministerio de Hacienda, de articular los proyectos y recursos que demanda la solución de desabastecimiento de agua potable y productiva en la Región Caribe.
Por ahí, por el agua potable y productiva para Sucre, La Guajira, Bolívar, Magdalena, Cesar y Córdoba, en tierra firme, sí es la cosa de la autonomía.
Poeta
@CristoGarciaTap