Decíamos ayer, copiando una frase de Fray Luis de León que al parecer nunca pronunció, que en la agenda del gobierno Petro lo primero y más importante es la búsqueda de una sociedad más equitativa y con mayores niveles de bienestar. La Colombia Humana, para usar el eslogan oficial. Y planteamos una simpleza, a la manera de la bella señora Mazzucato, la celebridad que asesora al gobierno en materias económicas, que dice con elegancia cosas del mayor sentido común: que la política fiscal es solo un instrumento para lograr esa sociedad más equitativa pues su mal uso lo que hace es agravar la desigualdad. La señora Mazzucato, hablando en inglés, italiano y español, al mismo tiempo, dice que no se puede lograr una sociedad más equitativa asfixiando al capitalismo, que es más o menos lo mismo.
Puede decirse algo parecido del tema agrario: que la propiedad de la tierra es solo un instrumento para lograr el desarrollo rural y que una reforma agraria mal planeada lo que hace es impedirlo. Un hermoso fracaso, llamó Avaro Gómez Hurtado a la reforma propuesta por Carlos Lleras Restrepo, para decir que la idea no era mala pero que la ejecución fue un desastre. Así que por ese camino ya hemos andado.
Voces de todo el espectro ideológico se han levantado para decir simplezas que son ciertas: que la tierra solo vale si hace parte de un entable productivo, que el país ha dejado de ser rural y la mayor parte de la gente vive en las ciudades; que la población campesina ha envejecido pues los jóvenes han emigrado; que nadie que haya emigrado a la ciudad vuelve al campo, pues por mal que le vaya tiene allí más oportunidades y bienestar; que sin crédito ni asistencia técnica el pequeño propietario no sobrevive; y lo último pero no lo menos importante, que el campo ha sido el teatro de una guerra secular basada en el despojo de tierras a los más débiles y debe haber procesos de reparación.
La señora ministra de Agricultura, que es una calificada economista no propietaria de tierras, añade que nadie ha pensado en el gobierno en entregar parcelas individuales a los campesinos pues de lo que se trata es de incorporarlos a la economía productiva de escala, a través de cooperativas. No aclara si esas cooperativas serán de propietarios individuales o de propiedad colectiva. Lo segundo ha fracasado sin remedio y es parte de la negra historia de ingeniería social del régimen soviético que no produjo más que hambrunas. Lo primero tiene muchos casos exitosos que mostrar, el principal de ellos la Federación Nacional de Cafeteros. Un proceso de integración de pequeños productores en cooperativas que garanticen la producción y la compra de los productos, es sin duda un camino de bienestar.
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La noble idea de la reforma agraria orientada a pequeños propietarios, es forzosamente una iniciativa que requiere grandes subsidios estatales
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La noble idea de la reforma agraria orientada a pequeños propietarios, es forzosamente una iniciativa que requiere grandes subsidios estatales. Se estrella contra el hecho tozudo de que los sectores agropecuarios disminuyen a medida que la población se urbaniza, lo cual lleva a que como hay menos gente y más tecnología solo quede espacio productivo y rentable para la agroindustria (no sobra anotar que el primer productor mundial de alimentos, Estados Unidos de América, subsidia a sus grandes productores, lo cual les permite vender a bajos precios en el mercado internacional, quebrando a quienes no están subsidiados).
Lo que un analista juicioso encuentra detrás de la política agraria del gobierno Petro es un proceso de reparación social orientado a minorías étnicas y a víctimas del conflicto armado, ambos habitantes del campo, más que el planteamiento de una política agroindustrial de autoabastecimiento nacional. Volver propietarios a los “siervos sin tierra” de que hablara Eduardo Caballero Calderón hace más de setenta años: campesinos cuya única ilusión es tener un pedazo de tierra. Pagar esa deuda social. Anacrónico pero justo.
Comprar buenas tierras improductivas para ese propósito es un buen comienzo, sobre todo porque destierra el fantasma de la expropiación que tanto alentó Lleras Retrepo, con las consecuencias conocidas. Resucitar un banco de fomento orientado a pequeños productores como lo fue en sus comienzos la Caja Agraria, que quebró en manos de grandes propietarios, sería algo más que bienvenido. Utilizar la gran experiencia adquirida en mecanismos cooperativos agrarios sería una garantía de éxito de esa operación. Y rescatar las tierras y los campesinos del narcotráfico es indispensable porque la equidad agraria tiene como condición la paz total. Todas simplezas que nacen del sentido común, a la manera de la bella señora Mazzucato.