Simone, la mujer del siglo (2022, Oliver Daham) tiene todo para ser la mejor película de 2023. Su historia reconforta la construcción de paz y afirma derechos, feminismos, diferencias y un sentido humanista. La persona en la que se basa el filme comunica humildad, sabiduría y fortaleza, ya que aprendió a confrontar el miedo para movilizar prácticas de igualdad. Además, representa la corporeidad de las luchas por la dignidad contra la injusticia y por la emancipación y rechazo a toda barbarie.
A los 16 años, Simone padeció el Holocausto, junto a su madre y hermana, en un campo de exterminio. Aprendió a sobreponerse, no dejarse derrumbar, no perder el sentido, ni encontrar bondad en el genocida. Ella interiorizó que la memoria debe estar siempre presente, hablando de lo ocurrido, para no olvidar y contar y recontar lo que pasó. A la larga, la memoria es hija del habla, de las palabras dichas.
Su padre y hermano murieron a manos de los nazis. Ella creció rodeada de laicicismo que le sirvió para entender sobre respeto y diferencias. Por eso, en el parlamento, cuando escuchó frases como “judía, te mereces los hornos crematorios” o “puta, cerda” para invalidar sus argumentos de justicia volcados hacia los derechos de las mujeres, se sobrepuso. Su fuerza de mujer, política, revolucionaria, feminista y funcionaria estaba en combatir la injusticia, siguiendo las ideas iniciadas por Louise Weiss y las sufragistas.
Para mejorar sus capacidades de lucha por la justicia estudió Derecho, cuando las aulas eran solamente para hombres. Después de su grado fue la magistrada que escudriñó la mentalidad y prácticas de los hombres juristas, quienes estaban preocupados entonces por alcanzar el equilibrio entre la economía, la guerra y los secretos del Reich. Querían evitar que las verdades pusieran al descubierto en Francia a los cómplices del régimen nazi, como ocurrió después en Alemania con el “exmagistrado nazi” Druher que en 1968 redactó una ley de apariencia técnica pero orientada a entorpecer la acción judicial contra los criminales del Tercer Reich y poner fin a las investigaciones contra criminales de lesa humanidad que salieron impunes.
La máquina de barbarie nazi, a la que sobrevivió Simone, fue superada por la humanidad, los campos de exterminio desmantelados y la política de muerte del régimen derrotada. Sin embargo, el siglo XXI ha visto resurgir de las cenizas de Auschwitz y otros campos a las ultraderechas que se burlan del nunca más y de los demócratas y progresistas; que extienden su causa a Trump, Bolsonaro, Meloni o Le Pen; que dejan pedestales como Guantánamo o las 6.402 ejecuciones de la “seguridad democrática”; que extienden la doctrina del negacionismo (del no a la memoria, la verdad, la paz, los derechos y la dignidad); y que renuevan xenofobias, discriminaciones y violencias sostenidas con discursos de odio apuntados a las emociones y a sustituir la razón por la infamia, al amparo de la influencia mediática y la hegemonía de inversionistas a los que nada de la vida ajena les importa.
Simone es una mujer del presente, que toma de su pasado la experiencia del horror vivido para convocar a impedir que se repita, llama a colocar barreras allí donde pretenda volver a florecer y, avizora futuros de dignidad y actitudes humanistas. Levantó su voz con fuerza hasta convertirse en la primera mujer ministra de salud en Francia, quien con convicciones, sin maquillajes de oportunismo o farsa política, le puso a voz a la realidad oculta de los enfermos de VIH y drogadictos y después dedicó especial énfasis a superar la miseria humana de las cárceles afianzada con tortura, hambre y humillación a hombres y mujeres prisioneras a quienes se les trataba de destruir su dignidad, su cuerpo y mente con castigos de máxima crueldad, pero a la luz de “leyes”, injustas y bárbaras.
En su lucha por los derechos de las mujeres recibió rechazos, agresiones, infamias, machismos y condenas de las doctrinas de fe, ante las que respondió sin vacilación y con constancia hasta lograr despenalizar la interrupción del embarazo y tratarlo como un asunto de libertad humana que exigía respeto del estado y garantías de salud pública. Este derecho humano apenas se ha completado ahora medio siglo después (noviembre de 2022), con la aprobación del parlamento de Francia del derecho al aborto y llevarlo a su constitución.
Después de ser ministra, fue elegida primera mujer presidenta del Parlamento Europeo desde donde ratificó el valor de la paz como base de la unión europea y única oportunidad para evitar el retorno del horror e impedir que las ultraderechas que proclaman la guerra sean las que definan las agendas de la vida imponiendo sobre ellas sus políticas de muerte. Simone alienta a luchar por la justicia, y a construir la paz como condición indispensable para que la dignidad impida el horror y detenga las avanzadas de las ultraderechas y como lo registra en un pasaje en el campo de exterminio cuando ya no queda esperanza de nada, consiguió dos vestidos, uno para ella y otro para su amiga prisionera quien por un instante recupera su humor para decir: sí vamos a morir al menos estaremos muy bonitas… Afuera de los campos, la paz es el vestido para burlar la muerte...
Posdata. Para componer un marco de análisis sobre la memoria y la verdad a través del derecho con perspectiva de derechos humanos y dignidad, junto a Simone que refleja lucha por la dignidad y la necesidad de emancipación, bien pueden colocarse a su lado dos películas: Historia de un crimen (Alemania, 2019, ) y La conspiración del silencio (Alemania, 2014).