Hace algún tiempo mientras realizaba la rama familiar del Coronel Simón Benjamín Arboleda Arboleda, me encontré con uno de los nietos de su hija menor Amalia, su nombre: Luis Andrés Caicedo Estela.
Ese nombre me era muy familiar y me causó mucha curiosidad porque era alguien muy conocido dentro del entorno de la ciudad de Cali, simplemente como Andrés Caicedo.
Andrés, el único hijo hombre sobreviviente del matrimonio de Carlos Alberto Caicedo Arboleda y Nellie Estela Escobar había nacido en septiembre de 1951, y fue bautizado con el nombre de Luis Andrés, Luis asumo que fue colocado en honor a su abuelo paterno Luis Caicedo Arroyo.
Estudió en colegios como el Berchmans y Nuestra Señora del Pilar, fundador del cine club de Cali junto con grandes del cine colombiano como Carlos Mayolo y Luis Ospina y seguramente ahí también se encontraba el pionero de la foto fija en nuestro país Eduardo “La Rata” Carvajal. Eso sería aproximadamente el año 69 y empezó en el TEC con el aval del maestro Enrique Buenaventura, luego en el Teatro Alameda y finalmente en el San Fernando en donde programaba y proyectaba película de grandes cineastas entre los que se encontraban Ingmar Bergman, Stanley Kubrick o Jerry Lewis. Luego por el año 71 aparecen los primeros números de “Ojo al cine” una revista pionera en la crítica de cine en la ciudad con comentarios de películas de directores como Polanski, Taffaut entre otros.
Guionista y escritor, Andrés junto a Mayolo por 1972 empezó a grabar “Angelita y Miguel Ángel”, película que nunca termino de grabar por diferencias de pensamiento entre los realizadores. Gran rockero y fiel fan de los Rolling Stones, pasó a la salsa, el ritmo más significativo de la capital del Valle, ahí aprendió a escuchar a Richie Ray & Bobby Cruz, Alfredito Linares o Pete “Conde” Rodríguez, y fue el inicio de la inspiración de su opera prima “Que viva la música” un relato que habla de la Cali de los años 70 y que muestra las divisiones sociales y culturales que existieron entre el norte y el sur de la ciudad.
No lo conocí, solo tenía sus referencias por sus libros y por la tradición oral de cierto modo mítica que empezó a adquirir Andrés con el pasar del tiempo fue que vine a conocerlo y a través del documental de Luis Ospina, lo conocí un poco más.
Lamentablemente (para mí) el decidió no vivir más a los 25 años y murió en su apartamento del edificio Corkidi en la avenida sexta un 4 de marzo de 1977, ahí lo encontró su amor, Patricia Restrepo, a quien Andrés quería mucho y con quien según dicen algunos de los que lo conocieron peleaba bastante, y esto el mismo día en que recibió la publicación de su libro ¡Que viva la música!, el cual fue editado y publicado por Juan Gustavo Cobo Borda.
Gracias a él, cuándo arremetían con comentarios malucos por publicar los resultados de mis investigaciones, pude encontrar una respuesta contundente a estos comentarios y fue algo que él le escribió a Carlos Mayolo en 1972:
“Yo nunca voy a ser escritor ni cineasta famoso, lo único que quiero es dejar un testimonio, primero a mí de mí y luego a dos o tres personas que me hayan conocido y quieran divertirse con las historias que yo cuento”.
"Y cuando me cuestionan por pertenecer a una familia centenaria, la respuesta a esta contrariedad a quienes no me conocen está en ¡Que viva la música!"
"No accedas al arrepentimiento ni a la envidia, ni al arribismo social. Es preferible bajar, desclasarse..."
Y así termina este escrito iniciado en 1824 cuando nació el Coronel Arboleda Arboleda, quien fue político, escribió de vez en cuando, y un día a mediados del siglo XIX se convirtió en héroe por salvarle la vida a su tío político futuro cuñado y presidente Tomas Cipriano de Mosquera y terminó en este escritor, cineasta, enamorado y Angelito Empantanado que el próximo sábado cumple 40 años de haberse ido pero que dejó un legado que atravesó las barreras sociales y sobre todo, del tiempo.