Para triunfar en una campaña electoral, hay que diseñar una excelente estrategia, pero para que la gente acepte el mensaje, hay que limitarse a muy pocas frases, impactantes y muy cortas que cautiven al elector, y recitarlas hasta la saciedad. Una elección no se gana con erudicción ni sabiduría.
Una campaña exitosa, se monta sobre vacíos, invoca los miedos y temores más profundos de los electores. Así se ganaron las tres elecciones más importantes del 2016, el brexit en Reino Unido, el No en Colombia y Trump en EE. UU., las tres montaron a los electores en cuentos de miedos y fantasmas.
La primera comenzó creando la sugestiva sigla de brexit, por Britain Exit o salida británica de la Unión Europea, obtuvo el 52 % de los votos, toda una proeza, oponiéndose al Gobierno conservador y a los laboristas “unidos”, convocando a la cordura con razonadas advertencias sobre el peligro para la economía ante una eventual salida de la Unión Europea.
En cambio Nigel Farage, líder del Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), que basaba su propuesta en salirse de la UE, el más visible dirigente del brexit, con una campaña estimulando la locura y el delirio de la clase media británica, culpando a la UE de la crisis y de amenazar su estabilidad económica, poniéndolos en contra de un Gobierno que según él, no les brinda adecuada protección, anunciando que con la salida se recuperarán £350 millones semanales, casi $1,4 billones, que irían a fortalecer el sistema de salud.
Generó pánico entre esa misma clase media, apareciendo retratado frente a un enorme grupo de refugiados sirios mientras intentaban cruzar masivamente la frontera entre Croacia y Eslovenia, haciendo ver que llegarían a quitarle el trabajo a los trabajadores británicos; y estimuló en los muy orgullosos británicos el miedo a que un organismo que como el Parlamento Europeo, que los ingleses perciben distante, comprometa sus recursos en decisiones ajenas a sus milenarias tradiciones.
En Colombia, una élite política desgastada y caótica,
adelantó una campaña errática,
para refrendar los acuerdos con las Farc
En Colombia, una élite política desgastada y caótica, adelantó una campaña errática, para refrendar los acuerdos con las Farc, un grupo al que, según la última encuesta de Gallup antes de la votación, en la que si bien el Sí duplicaba al No, el 74,8 % estaba en desacuerdo que los guerrilleros hicieran política sin pagar cárcel, bandera roja que nadie vio. Se mandaba a una población que no lee a estudiar trescientas páginas de pesada redacción, y casi la mitad de la gente decía no conocer o saber muy poco sobre lo que estaba votando.
Mientras una oposición con una campaña unificada y sólida, encabezada por Uribe, un líder con una opinión positiva que sobrepasa el 60 %, generaba pánico entre la clase media con la amenaza de un régimen castrochavista, diciendoles que se crearían nuevos impuestos para pagar subsidios para los guerrilleros, mostrando la Justicia Transicional como impunidad, y machacando siempre sobre no más de cinco frases que exacerbaban la ira popular. Asi ganaron, apretados pero ganaron.
En Estados Unidos donde desestimaron a Trump por loco, desbarató a los republicanos, derrotó a los demócratas y ha generado incertidumbre mundial; ganó generando pánico entre la clase media, en una cruzada en contra de los inmigrantes que amenazan quitar los empleos al americano promedio principalmente del centro del país, con una estrategia muy a la medida del sistema electoral norteamericano, que le permitió llevarse la mayoría de los votos electorales y ser elegido, así Hillary obtuviera una ligera mayoría del voto popular.
Tres campañas basadas en la exageración y el sensacionalismo, la invocación a demonios dormidos que asustan a la maltratada clase media, la que gasta más de lo que tiene en mantener un estatus cada vez más precario, tres campañas que agotaron hasta la saciedad frases impactantes, en contra de élites políticas desgastadas, ganaron a tres campañas, supuestamente muy serias, razonadas pero pésimamente planteadas.
Por lo visto, si bien la seriedad es lo que debe primar en un buen Gobierno, lo ocurrido en 2016 indica que es la peor receta para acceder a él… prepárense para lo que se nos viene en las presidenciales del 2018.