Petro ha declarado abiertamente que “cuando los pobres dejan de ser pobres, se vuelven de derecha,” dejando claro que la movilidad social es políticamente desfavorable para su gobierno. Su enfoque glorificador de la pobreza, es una herramienta de control político, que nos está llevando a los colombianos por un camino mortal.
Su Pacto Histórico, construido también desde las cárceles, se presentó como una propuesta transformadora para Colombia, prometiendo combatir la pobreza y generar cambios estructurales. Sin embargo, detrás de este discurso se encuentran políticas asistencialistas que perpetúan la dependencia estatal, limitan la movilidad social y atacan las bases económicas del país. ¿Es esta la visión de un país que progresa o de uno que glorifica la pobreza para consolidar un control político? Veamos las estrategias de Petro y su comunismo, revestido con el nuevo nombre de progresismo.
La destrucción de la clase media
Una de las críticas más fuertes hacia el modelo de Petro es su aparente desprecio por la clase media, un sector fundamental para la estabilidad económica y social de cualquier nación. Las políticas fiscales recientes, como la reforma tributaria de 2022, han incrementado las cargas impositivas sobre las pequeñas y medianas empresas, las cuales generan más del 50% del empleo formal en Colombia. Esto, combinado con una inflación en 2022 y 2023 que ha golpeado duramente a las familias de ingresos medios.
Petro parece priorizar un modelo económico que beneficia a los más pobres a corto plazo, pero que, en el proceso, elimina las bases de la clase media. Esta estrategia, intencional, debilita a un sector que tradicionalmente es menos dependiente del Estado y que, como él mismo ha señalado, tiende a cambiar sus posturas políticas hacia la derecha.
La clase media colombiana debe despertar y darse cuenta de que está siendo atacada sistemáticamente bajo el gobierno de Gustavo Petro.
Este sector, que históricamente ha sido independiente del Estado, ahora enfrenta un escenario en el que sus oportunidades de progreso se ven cada vez más reducidas. Si no se alza la voz ahora, el futuro de la clase media será el de una lenta desaparición, transformándola en una masa dependiente de subsidios estatales, atrapada en la misma estrategia asistencialista que perpetúa la pobreza. Es hora de defender su autonomía, su capacidad de creación de riqueza y su papel esencial en la estabilidad del país.
El asistencialismo como herramienta de control político
Una de las estrategias más visibles del gobierno Petro es la implementación de subsidios y ayudas directas para los sectores más vulnerables. En un país donde el 39% de la población vive en la pobreza y el 12.2% en pobreza extrema, este enfoque puede ofrecer alivio temporal. Sin embargo, a largo plazo, las transferencias monetarias sin estrategias para fomentar la autosuficiencia generan dependencia y estancan a los beneficiarios en ciclos de pobreza.
Programas como "Ingreso Solidario" y otros subsidios estatales han beneficiado a más de 3 millones de hogares, representando un gasto de más de $12 billones anuales. Aunque estas ayudas son necesarias en emergencias, carecen de un enfoque sostenible que impulse a los ciudadanos a generar su propia riqueza. Peor aún, Petro ha declarado abiertamente que “cuando los pobres dejan de ser pobres, se vuelven de derecha,” insinuando que la movilidad social podría ser políticamente desfavorable para su gobierno.
Salud, educación y vivienda: Promesas vacías y crisis profundizadas
Tres de los pilares fundamentales para combatir la pobreza: la salud, la educación, y vivienda, también presentan profundas contradicciones en el discurso de Petro.
Salud: Colombia tiene un sistema de salud donde más del 50% de la población depende del régimen subsidiado. Sin embargo, este sistema enfrenta un déficit de $5 billones COP, lo que compromete su sostenibilidad.
Las reformas propuestas por Petro buscan centralizar el sistema, un movimiento que genera dudas sobre su capacidad para manejar los recursos de manera eficiente, considerando el histórico de corrupción y burocracia en el país.
Educación: Aunque Petro ha hablado de la importancia de una educación transformadora, Colombia invierte apenas el 4.5% del PIB en este sector, muy por debajo del 6% recomendado por la UNESCO.
Las zonas rurales, donde la pobreza es más extrema, enfrentan tasas de deserción escolar del 50%, perpetuando la desigualdad. El ICETEX, institución clave para financiar la educación superior en Colombia, enfrenta una crisis por falta de financiación adecuada. Miles de estudiantes reportan retrasos en el desembolso de créditos, poniendo en riesgo sus estudios y acceso a la educación superior.
Sin un modelo económico que genere riqueza y recursos suficientes, estas promesas de mejora en salud y educación se convierten en palabras vacías, destinadas a alimentar discursos políticos más que a transformar la realidad.
Vivienda: El programa "Mi Casa Ya", que busca subsidiar el acceso a vivienda para familias de bajos ingresos, ha sufrido serios retrasos en la asignación de recursos, dejando a miles de beneficiarios sin acceso al financiamiento prometido. En 2024, los gremios constructores reportaron una caída del 40% en la venta de viviendas de interés social, evidenciando un desplome de la confianza y una falta de medidas para dinamizar este mercado.
La inversión extranjera y la economía en declive
Las políticas del gobierno de Gustavo Petro han generado un ambiente de incertidumbre para la inversión privada, un pilar esencial para el crecimiento económico. En 2024, la Inversión Extranjera Directa (IED) en Colombia experimentó una caída del 17,6% en comparación con 2023, afectando principalmente a sectores como la minería y la energía, responsables de más del 40% de las exportaciones del país.
Adicionalmente: La negativa a firmar nuevos contratos de exploración petrolera ha puesto en riesgo la autosuficiencia energética del país. En 2022, la inversión en exploración cayó un 30%, y sigue cayendo.
Reformas como la tributaria han aumentado los costos para las empresas, desincentivando nuevas inversiones y provocando una contracción en sectores clave de la economía. Este clima de incertidumbre económica no solo afecta a las grandes empresas, sino que limita la creación de empleo formal, perpetuando las condiciones de pobreza para millones de colombianos.
¿Hacia un modelo similar al chavismo?
Las similitudes entre el gobierno de Gustavo Petro y los inicios del chavismo en Venezuela son alarmantes. Ambos líderes llegaron al poder con discursos que prometían justicia social y redistribución de la riqueza. Sin embargo, en la práctica se priorizaron políticas asistencialistas que generaron dependencia estatal en lugar de autosuficiencia económica.
Hubo un debilitamiento de las instituciones democráticas a través de tensiones constantes con otros poderes del Estado y el uso de discursos polarizadores. Se desincentivó la inversión privada, llevando a crisis económicas profundas que afectaron principalmente a las clases más vulnerables.
Aunque Colombia aún está lejos de una crisis como la venezolana, las señales de alerta están presentes. Si las políticas de Petro no cambian de rumbo, el país podría enfrentar un futuro de estancamiento económico y debilitamiento democrático.
Otro aspecto preocupante del gobierno Petro es su relación con los medios de comunicación y su uso de redes sociales para atacar a críticos y periodistas. Según la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), esta estrategia crea un clima de hostilidad hacia el periodismo independiente, un pilar esencial para la democracia.
Además, los constantes cambios en su gabinete y las tensiones con otros poderes del Estado generan un ambiente de inestabilidad política. Esto no solo afecta la confianza de los ciudadanos en las instituciones, sino que también dificulta la implementación de políticas públicas efectivas.
Más pobreza, menos democracia
El gobierno de Gustavo Petro, con su enfoque glorificador de la pobreza como una herramienta de control político, está llevando a Colombia por un camino suicida. Las políticas asistencialistas sin estrategias sostenibles, la destrucción de la clase media y el ataque a las bases económicas del país son señales de un modelo que prioriza el poder sobre el progreso.
Colombia necesita un liderazgo que fomente la creación de riqueza, fortalezca las instituciones democráticas y promueva la autosuficiencia de sus ciudadanos. Sin estos elementos, el país corre el riesgo de perpetuar las desigualdades y caer en las mismas trampas que han llevado a otros países de la región a la crisis.
También le puede interesar: https://www.las2orillas.co/el-dilema-de-colombia-corrupcion-pobreza-y-el-futuro-incierto/