El estruendo del bombazo fue seguido por la oscuridad, una enorme nube de polvo y la sensación de que todo había llegado a su fin. Días aciagos para Asiria en donde se han librado intensos combates que dejan un saldo de 103 muertos. El 26 de julio fue un viernes negro, sin duda, mientras que en Colombia y más de 116 ciudades del mundo se marchaba en contra de la violencia y el asesinato de líder sociales.
Ese día que conmovió a nuestros compatriotas, en Ariha, ciudad de la provincia de Idlib y blanco de los bombardeos del régimen de Bashar al Asad, convulsionaba y morían inocentes. El problema sigue ahondándose, sin vislumbrarse solución.
Dos niñas sobrevivieron y mostraron el coraje de quien se resiste a morir porque desde un escritorio quienes gobiernan, en el país que sea, deciden que las diferencias se zanjan con la guerra, pero no se sienten capaces de ir a los campos de batalla a enfrentar ellos mismos la realidad. Con una pluma sobre una libreta de notas, pretenden decidir el destino del mundo.
En ese marco, las dos pequeñas no solo quedaron vivas, sino que, en medio del desespero, lograron sostener a su hermanita más pequeña, suspendida en una camiseta desgarrada. El ruido de los aviones bombarderos todavía se escuchaba en la distancia…
La ONU se ha pronunciado con preocupación, pero la estela de muerte que lleva varios meses extendiéndose en este pequeño país oriental, sigue dando pasos agigantados. El régimen de Bashar al Asad no quiere ceder.
La dramática imagen de las niñas fue difundida en el mundo por las agencias de noticias. En ella, Riham, de cinco años, sujeta por la camiseta a Tuka, de siete meses, a punto de caer, mientras que Dalia, a su lado, parece estar atrapaba bajo un escombro de cemento.
El fotógrafo Bashar el Sheij, del medio local digital SY24, no sabía si registrar aquel instante que, pese a ser cuestión de segundos pareció una eternidad, o intentar subir por la montaña de escombros, en procura de hacer algo para salvarlas.
Lamentablemente o afortunadamente, eso nadie puede determinarlo con certeza, una gráfica no puede dar vida más que a los recuerdos, y la pequeña Riham falleció poco después de esta foto, al tiempo que la bebé Tuka y Dalia fueron hospitalizadas en Idlib, la primera de ellas con trauma craneoencefálico.
Una vez se recuperen, como esperan los médicos, no tendrán familia. Sus padres murieron en la andanada de bombardeos. También otra de las hermanitas Rowan, de tres años.
Cabe aquí reconocer las expresiones de rechazo elevadas por la Alta Comisionada de la ONU para los DD. HH., Michelle Bachelet, ante la indiferencia de la comunidad internacional ante los 103 muertos, 26 de ellos niños, en Siria.
Son crímenes de guerra, perpetrados contra civiles. Por ellos, quizá nadie marche. Pero la muerte de los niños, inocentes como el que más en medio de los odios que enfrentan a los adultos, en una Siria que pareciera desmoronarse a pedazos, tiene que parar. No debería ser un anhelo sino un imperativo.