A Silvestre Dangond nada lo detiene, ni siquiera el Covid. Sabe para qué sirven la fama y el dinero y les saca jugo. Se ha movido, selectivamente y con cuidado, pero se ha movido en tiempos de cuarentena. Su amistad con Abelardo de la Espriella lo llevó a invitarlo a un cumpleaños poco concurrido en agosto, en su casa de Miami, y, además, le devolvió la atención en el cumpleaños de su amigo celebrado en una isla del Caribe en octubre.
Silvestre ha tenido que combatir a sus demonios en el encierro de una cuarentena estricta. Como tantos otros artistas ha reconocido públicamente la depresión que ronda, su sangre caliente lo llama a la acción y solo el movimiento lo salva de caer en la tentación de refugiarse en el alcohol, para sobreaguar la angustia. Decidió entonces retomar en noviembre pasado lo que mejor sabe hacer: conciertos.
Y después de nueve meses se volvió a montar en el escenario. Se presentó en plena pandemia. Y lo hizo en un escenario para ponerle la piel de gallina, que le mueve sus ríos profundos en las orillas del río Guatapurí, exactamente desde el balneario Hurtado en las afueras de Valledupar. El escenario no podía ser más imponente y el reto asustaba al cantante: debía cantar tres horas y no sabía si la voz le iba a alcanzarle.
Recurrió a los trucos de siempre, caldito de gallina caliente, vaporizaciones, todo para aclarar la voz. Tenía que hacer algo a lo que no está acostumbrado ni él ni su hinchada: medir la energía. Nueve meses sin cantar y ahora cantar solo, sin público. Tenía tan solo al frente un puñado de personas cercanas acompañándolo en vivo, pero su voz retumbó a través de la plataforma Caja de Música. El reto era enorme: llegarle a 100 mil personas virtualmente
El evento estuvo fue custodiado por 265 policías y sesenta uniformados del ejército, pero detrás en la organización del show, más de 500 personas sincronizadas a la perfección. Las medidas fueron extremas. El mismo Silvestre recomendó en un video a su fanaticada “Quiero recordarles que el concierto no es presencial, así que si asumen el riesgo de ir no escucharán nada porque el sonido es interno. Los invito a que se disfruten el concierto en casa con su familia, baila, grita y llora, pero en casa”.
El concierto fue el típico show de Silvestre, con sus saltos, su potencia. La presentación de su disco, Locuras mías, volvía a ser un acontecimiento. El reto para el ingeniero de sonido a cargo del espectáculo, Carlos Mario Barranco, era mayúsculo y único. Tenía que pensar, más en el sonido ambiente, en cómo iban a llegarle a las 100 mil personas que habían comprado la boleta virtual. Si, hubo 100 mil personas que compraron una boleta a USD 40 dólares. El recaudo, más de USD 4 millones en una sola presentación y en plena pandemia.
Carlos Mario Barranco es uno de los cofundadores de Caja de Música, además de ser ingeniero de sonido es productor y como tal ha tenido que ingeniársela para no desaparecer en el año más crítico para la música mundial. Ganador de un premio Grammy Barranco, quien vive en Valledupar, tuvo la idea de hacer plata a punto de conciertos virtuales con sus socios y paisanos Camilo Daza, Brayan Cuadro y Eduardo Montero.
Ya han presentado a más de 18 grupos. El primero de sus conciertos no fue el de Silvestre -que si fue el más grande- fue el 15 de mayo con Jean Carlo Centeno, pero también han presentado a otros artistas del momento como Jessi Uribe, Manuel Medrano, Paola Jara o Gusi. Trescientas mil personas han pagado boleta para ver a sus artistas favoritos. Aunque nada puede compararse con Silvestre, él sólo metió a 100 mil a la plataforma.
Pero a Silvestre le quedó gustando. Su lugar, como el de tantos otros grandes artistas, no es precisamente la sala de grabación sino la tarima. El 31 de diciembre el turno fue para su amada Barranquilla. Convirtió el lugar convertido en emblema de la Arenosa, el monumento de La ventana al mundo en un gran escenario de concierto nocturno, iluminado de manera espectacular.
El show de Silvestre se convirtió para miles de personas, aisladas en sus casas y sin posibilidad de compartir en ningún espacio, la fiesta ideal para cerrar el año. Y por eso 152 mil personas pagaron cerca de USD 30 para disfrutar del concierto virtual que llegó a 45 países. De nuevo la coordinación y el gran logro tecnológico recayó sobre Caja de Música y contó con tremenda sorpresa: la compañía del maestro Aníbal Velásquez para cantar el icónico tema de Fin de Año Faltan cinco pa’las 12. Un éxito de taquilla que dejó felices y acompaño a muchos que cerraban el duro e2020 en soledad.
Y Silvestre no pudo parar. Ahí en La Ventana del mundo lo hizo ante un escenario vacío. Y él necesitaba a su público. Por eso no se aguantó las ganas y el 16 de enero fue el protagonista de lo que se conoce ahora como la mayor fiesta COVID dada en Barranquilla en lo que va del 2021. La fiesta contó con más de 30 personas que bailaron y rumbiaron hasta más no poder con el vallenatero al que le arreciaron las críticas en redes sociales. En un momento publicó un trino en donde preguntó a su público: “¿Cómo va la nota?” a lo que le contestaron en redes sociales: “la nota está apuntando a que promueves que la gente no se cuide, no guarde distancia y no use tapabocas”.
Para Silvestre, y para sus hinchas, la pandemia es sólo una excusa más para rumbear… y para hacer plata.