A los 40 años Silvestre Dangond ya es tan grande como Diomedes. Sus dudas se despejan en cada concierto. Su talento se abre como un maná de goce, de éxtasis, de alegria pura. Y musicalmente además. Los que lo juzgan no saben nada de vallenato. No saben de música. Esa misma alegría que se respira en el Guatapurí es la misma que se transpira en Nueva Orleans, al lado del Missisipi, con ese soul incandescente, puro.
Lo de ayer a orillas del Guatapurí es un abrazo que necesitaba la gente en Valledupar, tan golpeada, tan triste sin su Festival, tan saturada por el virus como todo el mundo. Para Silvestre hacerlo al lado de Guatapurí tenía una importancia capital. Además era la oportunidad de encontrarse con dos de sus más legendarios acordeoneros: Román López y Rolando Ochoa.
Para los que no lo pudieron ver este fue el concierto:
La gente lo siguió en el río y a la distancia a través de la plataforma La caja de música Live. Las reacciones son las mismas que despierta Silvestre cada vez que se sube a un escenario: de rodillas ante el más grande:
Mi conclusión de anoche: le falta otro cd a Silvestre con R8 👍🏻
— Freddy Martinez (@Freddyfm) November 22, 2020
Yo pensé que ya había superado a Silvestre... pero noo!! Que traga 🥰😘😍♥️🤍
— •PaoMoya• (@Paomoyab) November 22, 2020
Sinceramente amo a Silvestre hoy y siempre
— Marie Peace (@NoMeBusque1) November 22, 2020