Apenas me enteré que iba a ser jurado de un reality de Caracol pensé en lo que íbamos a gozar rajando de Silvestre Dangond todos los que detestamos su música. Es que desde los tiempos de Diomedes ningún músico despertaba tanto amor y tanto odio. El silvestrismo se ha convertido en la más aguerrida e influyente de las tribus urbanas. Si supieran quien es y que hizo a su Dios le harían una hoguera nazi a los libros de Alberto Salcedos Ramos.
Y yo siempre me preguntaba qué es lo que tiene ese hombre de canciones y gestos burdos, famoso por haberle recibido a Emilio Tapias un Rolex de 50 millones por saludarlo en un concierto, que fue capaz de tocarle los genitales a un niño en una tarima y quien estuvo a punto de hacer un dúo en Aló Presidente con Hugo Chávez.
Así que con mi arpón quise acribillar al de Urumita pero ninguna flecha salió del carcaj. Silvestre es capaz de convencer hasta a un radical tan obtuso como su servidor. Está perdiendo el tiempo como cantante; el tipo, con ese encanto, puede conseguir 9 millones de votos y ser presidente de este pantano. Pero no solo tiene gracia sino que, oh sorpresa, sabe de música. Los que saben de vallenato coinciden que se le pegó ese criterio por las juntas con Juancho de la Espriella. Y se le nota estando al lado de Kike Santander y Fonseca. No desentona y uno le cree cuando dice tesituras y otros términos musicales.
Un muchachito hijo de una muchacha del servicio de Urumita
que, a punta de disciplina, talento y gracia,
pudo convertirse en el front man más amado por las multitudes
Pero por sobre todo Silvestre es gracioso siendo como es: un muchachito hijo de una muchacha del servicio de Urumita que, a punta de disciplina, talento y gracia, pudo convertirse en el front man más amado por las multitudes. Y, sin código ni filtro, Silvestre va diciendo lo que se le da la gana: que no sabe hablar inglés, que el de música clásica pocón, pocón. Y por ser fiel a su temperamento, una de las claves de su originalidad, es que se ha metido en líos. Por sangricaliente es que se agarra con su público, que caza peleas con otros vallenatos, que le dijo sí a Chávez y después a Uribe.
Los que lo han visto en concierto dicen que es una fuerza de la naturaleza. Yo, hasta allá, sino llego. Va y tienen razón los que lo alaban y paso de ser un fanático de los Rolling Stones a un silvestrista de poncho y sombrero, de esos que marcharon el pasado 2 de abril.
El reality no lo voy a volver a ver. Tengo pendiente el último capítulo de la sexta temporada de Walking Dead y Vinyl y Vikingos cada vez están mejores. Pero A otro nivel y Silvestre resultaron siendo un entretenimiento válido y de calidad. Acá ya no tenemos que ver a nulidades como Amparo Grisales humillando a un mariachi callejero; todo aquel que se presente a las audiciones es porque pasó un proceso previo así que no podremos disfrutar el morbo y el alivio que despierta la imbecilidad ajena.
Aunque bueno, si un día cualquiera, en el televisor de un sancochadero me vuelvo a encontrar con Silvestre, seguramente ya no me parecerá tan gamín.