El silencio de los maestros sobre el conflicto armado

El silencio de los maestros sobre el conflicto armado

Tres aspectos para entender por qué varios profesores rurales de Colombia aún no han querido compartir sus vivencias en la guerra

Por: Eduardo Menco González
abril 21, 2016
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El silencio de los maestros sobre el conflicto armado
Foto: radiocaplina.com

 

Desde que el Centro Nacional de Memoria Histórica apareció en escena con el objeto de “reunir y recuperar todo el material documental, testimonios orales y por cualquier otro medio relativo a las violaciones de derechos humanos", no cabe duda que la información sistematizada sobre los elementos más sobresalientes, ha ido esclareciendo a nacionales y extranjeros las dinámicas propias del conflicto que padeció nuestro país en las últimas tres décadas. Variados son los informes que dan cuenta de ello, poniéndose de manifiesto que hoy en Colombia, la población civil en general está dispuesta a contar lo sucedido en años anteriores, con la intención, obviamente, de contribuir de forma veraz al esclarecimiento de unos hechos, cuyos impactos aún siguen teniendo repercusiones supremamente significativas sobre la población civil.

Interesante, además, el trabajo que han venido realizando tanto la Unidad de Atención a Víctimas como la de Restitución de Tierras, no obstante las dificultades que igualmente éstas han tenido y que el país, por su parte, conoce más o menos.  El trabajo de las Unidades de ofrecer una atención integral a las víctimas en el marco de la Ley 1448, ha permitido precisamente una movilización masiva en relación al reconocimiento victimal en el país.  En este sentido llama la atención la disposición constante que las víctimas han venido demostrando para efectos de relatar con la mayor y mejor precisión posibles sus experiencias.  Hoy se cuenta con un volumen nada despreciable de testimonios orales, escritos, gráficos, visuales, sonoros, que en últimas procuran hacer realidad la reparación integral en sus diversos componentes, especialmente el relacionado con las garantías de no repetición.  Es así como personas de forma individual y colectiva no han tenido reparo o resistencia para manifestar sus experiencias, en el marco de la confrontación armada que padecieron de manera directa o indirecta.

Sin embargo, es necesario plantear una pregunta: ¿se ha contado todo y todos han contado? La respuesta quizás parece obvia, en especial si reconocemos que nunca sabremos todo lo que sucedió, sobre todo nunca nos alcanzaremos a imaginar y dimensionar, con la concreción requerida, los impactos y resultados de la aberración bélica sufrida por nuestro pueblo.  Creo que en Colombia algunos grupos poblacionales siguen en deuda respecto a la versión de sus hechos en relación a la atrocidad del conflicto.  Casi siempre, reforzado incluso por el mismo Gobierno, la Cooperación Internacional y las Organizaciones no gubernamentales, se identifican a las víctimas reconociendo a las mismas personas y a los mismos grupos, dejando de lado a otros que también quisieran relatar su experiencia, pero la realidad es que poco han sido tenidos en cuenta.  Es el caso del gremio de los maestros rurales por ejemplo; gremio en nada despreciable numéricamente y con un papel casi que protagónico en medio de las inverosímiles situaciones que la población civil experimentó.

¿Por qué los maestros colectiva e individualmente han estado tan ausentes de estos procesos?  La respuesta no es unilateral, incluso pasa por tener en cuenta al menos tres aspectos:

  1. La manera como han sido vistos los maestros en el país por parte de los diversos gobiernos en un Estado donde ha existido incoherencia entre el discurso y la práctica en términos educativos. Se dice una cosa pero se termina haciendo otra totalmente diferente.  Un Estado que aún sigue asumiendo la educación como el aparato ideológico por medio del cual la calidad educativa está más dada en resultados estadísticos que en cambios estructurales para la sociedad.
  2. La falta de un verdadero sistema sindical que propenda real y verdaderamente por los derechos efectivos de los maestros y de los estudiantes. En este sentido llama mucho la atención que el sindicato de maestros solo se reconoce y se hace sentir para efectos de reclamar dinero, pero a la hora de hacer más presencia en situaciones que ameritan un mayor impacto, justo allí poco aparece.
  3. La apatía casi que generalizada por parte de los mismos maestros, los cuales cansados tal vez de un Estado cuyos gobiernos no han sido capaces de resolver los problemas más graves del país asumen una postura más bien estática frente a sus derechos y frente a las posibles alternativas de solución que ellos mismos como gremio pudieran proponer y sugerir.

No se niega que varios proyectos han contemplado y contemplan la vinculación de los maestros como víctimas del conflicto, pero tampoco se puede negar que el terreno prácticamente está virgen.  Llama atención además cómo informes, que uno supone deben ser más profundos a la hora de abordar la realidad de la educación en ciertas regiones, pecan por su pobre contenido y baja calidad en la información; sencillamente esto responde al bajo nivel de importancia que en la realidad tiene el tema educativo.  Una prueba de lo anterior lo constituye, entre otras, el “Análisis del Plan de Consolidación de Montes de María: Una mirada desde el desarrollo, la democracia, los derechos humanos y la cooperación internacional” del mes de marzo de 2011. En él, precisamente, el término “maestros”, por ejemplo, nunca aparece en sus de 194 páginas; el de “estudiantes” solo una vez; y “educación” escazas 8 veces para efectos estadísticos. El ejercicio podríamos hacerlo con otros documentos que supone uno son de alta calidad a la hora de asumir la educación como un aspecto trascendental que dinamiza el desarrollo, y llegaríamos a la misma conclusión: en Colombia la educación y los maestros no son lo más importante. Como consecuencia entonces así será complejo que el país sea el más educado.

Hace muy poco se publicaron apuntes sobre los resultados de una investigación referente a qué tanto saben los estudiantes sobre el conflicto y la paz armada; menudo dato lo constituyó el hecho, por ejemplo, que en ninguno de los establecimientos educativos visitados hasta el momento (40 de 50 en 36 municipios) cuenta con textos que abordan el conflicto armado.  Lo anterior para corroborar que una cosa es lo que se está predicando sobre educación, conflicto y paz, y otra muy diferente la que nuestros establecimientos educativos con sus maestros y estudiantes está viviendo.

Existen aún verdades del conflicto que necesitan conocer. Muchas de ellas están en la mente, sobre todo en el corazón de un número de maestros que esperan se les motive, organice, e invite colectivamente a crear, por qué no, un gran movimiento por la paz y la reconciliación desde el quehacer docente; partiendo de un dato para nada minúsculo: muchos de ellos vivieron de cerca el conflicto y aún no superan sus consecuencias.  Se espera que al tiempo que el Gobierno, la Cooperación Internacional o cualquier otro tipo de Organización implementen programas y planes para mejorar la educación. Tengan en cuenta, además, la importancia de acompañar a los maestros en el país para efectos de superar lo que para muchos aún no se ha ido: la Guerra.

 

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