En la tensa calma que nos envuelve, tensa calma que es falsa y engaña los sentidos, más nosotros sumisos e inconscientes, nos dejamos envolver por ella. Ahí nace entre nosotros un denso silencio, frío y sepulcral, que nos entierra vivos. Nuestras bocas no modulan palabra alguna, son herméticas y selladas, destinadas a permanecer cerradas en los momentos en que la bulla y el ruido estrepitoso hacen su aparición.
Caminamos comos sonámbulos por las calles, desinteresados de los sucesos que acompañan nuestro diario vivir, nos dedicamos a mirar el entorno, la gente, las cosas, y más... pero solo mirar, nada más, y seguimos en nuestro camino sin destino, caminando a ciegas.
El silencio se apersona y nos domina, nos controla. Retenemos todos nuestros pensamientos o simplemente no pensamos nada, nos dejamos envolver en la burbuja de la indiferencia y nos refugiamos en escudo de la falta de importancia. El silencio toma el control y las cosas suceden, las cosas malas, se agigantan, se fortalecen, y se convierten en ilimitadas. Se escuchan voces a lo lejos, pero voces de quiénes, ¿de unos cuántos? Muy pocos, la verdad. Sin embargo, lo peor es que su alzamiento de voz y sus gritos no tienen sentido, son solo ruidos, bulla, show, espectáculo sin fundamento, palabras insignificantes que carecen de importancia.
Los que deben hablar, callan; los que no deben hablar o hablan sin saber se revuelcan en su orgullo y producen palabras que solo alimentan y defienden su ego, amarillistas y superficiales.
¿Qué será de nosotros los que sabemos hablar, los que conocemos las necesidades, los que tenemos la capacidad de con nuestras palabras cambiar el rumbo, cuando decidamos abrir nuestra boca y sea ya demasiado tarde? Simple, no será ni seremos nada, somos más del montón. Con nuestro silencio somos indolentes a nuestro futuro.
El silencio que es el refugio de aquel a quien nada le importa actualmente nos domina. Pasamos errantes sin actuar y ustedes al igual que yo sabemos que más tarde nos pasará factura el futuro y nos preguntará: tú que podías hacer lo que para otros era imposible, que tenías la facultad de hablar y ser escuchado, que tenías el poder de cambiar el futuro, ¿dónde estabas cuando necesité tu voz?, ¿dónde estabas cuando pedía a gritos un grito de esperanza?, ¿dónde estabas cuando la indiferencia definió nuestro destino?
En ese cruel momento, ¿qué responderemos? Nada, porque como siempre, el silencio será nuestra única respuesta, la más fácil y la más fatal.