Vagabundeando por las calles infinitas de las redes sociales me vuelvo a encontrar en estos días con imágenes, voces y textos que hace algunos años tuve la oportunidad de vivir de cerca en Barranquilla, en el Museo del Caribe de Barranquilla, cuando presentó la conmovedora exposición propiciada por la Fundación GoodPlanet de Canadá, al frente de la cual está el fotógrafo Yann Arthus-Bertrand. Es una exposición que se inserta muy pertinentemente en el espíritu de esta fundación dedicada a generar a través de las imágenes impactos de consciencia social por la protección de la vida en el planeta y para promover la coexistencia civilizada con el medio ambiente.
Impacto es lo que tiene esta exposición titulada 7 mil millones de otros, que no es más que la puesta en escena, con los recursos de las nuevas tecnologías expositivas, del resultado de un ingente trabajo de investigación realizado en 84 países del mundo con la participación de 6.000 entrevistados que desde sus entornos culturales nativos y su propia lengua confían al resto de la Humanidad, mirando a una cámara de video, lo que ellos son, lo que llevan por dentro desde un acto de impresionante y profunda sinceridad, respondiendo todos preguntas como las siguientes: ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Cuál es la prueba más difícil que ha tenido en su vida? ¿Qué aprendió de sus padres? ¿Qué le resulta difícil contar a sus hijos? ¿Qué ha visto cambiar en su país?
Es la puesta en escena, con las nuevas tecnologías expositivas,
del resultado de la investigación realizado en 84 países del mundo
con la participación de 6.000 entrevistados
Y en las respuestas, en las que se cuelan lo asombroso, lo insólito, lo maravilloso, lo absurdo y lo terrible, se empiezan a decantar de esa enorme multitud sus sueños, su historia personal, sus esperanzas, sus tragedias, sus rabias, alegrías, sus recuerdos y resentimientos, como si asistiéramos a una confesión colectiva del corazón humano, puesto hoy en el marco de la compleja historia de los hombres y mujeres de este mundo contemporáneo: las víctimas, los criminales, los hijos resentidos, los padres frustrados, el amante feliz, el aldeano sabio, el aborigen altivo, la risueña prostituta, la ejecutiva amargada, el abuelo triste, el soldado olvidado, el amante arrepentido, todos ellos integrando un gran mosaico antropológico de un gran poder comunicador y, sobre todo, con una inusitada fuerza catártica de gran calado.
Es lo que se siente cuando se vive la experiencia, ciertamente singular, de estar expuesto al demoledor testimonio polifónico de 6.000 voces sintonizadas para hablarnos de lo hermoso y lo terrible que sucede permanentemente en el alma humana, pero vista en un espejo múltiple, un espejo hecho trizas por la vida, como en un nuevo coro griego que nos abre los ojos y nos advierte además sobre lo que va a venir.
Yann Arthus-Bertrand, el hombre detrás de esta idea, es un francés que se convirtió en fotógrafo por la necesidad de registrar y hacer una memoria de sus tres años de trabajo con una familia de leones en una reserva Masai en Kenia en donde vivía con su esposa. Luego se hace piloto de globo aerostático y descubre la belleza y lo temible de una mirada global de lo que hace el hombre con la tierra, y nace así esa admirable vocación suya de ser un animador cultural de la causa ecológica y un defensor de la naturaleza y de la vida.
Pero es en 2003 cuando lanza su proyecto titulado 6 mil millones de otros y funda GoodPlanet. Desde ese momento hasta acá hemos crecido mil millones de habitantes más sobre la tierra y esta exposición, que ahora tenemos el honor inmenso de tener en Barranquilla, gana día a día vigencia y reclama voluntades para seguir trabajando por una causa que necesita con urgencia el fortalecimiento de una dimensión pedagógica que construya consciencias y sintonice a los hombres de hoy con el planeta y el futuro, que es ya.
La importancia de un trabajo como este ha hecho que a este hombre no se le considere ya un fotógrafo destacado, un creador de imágenes para la conciencia, sino en activista hondamente comprometido con la educación y la construcción de una nueva cultura entre los hombres. La cultura del conocimiento y la educación para el respeto de la naturaleza y de los seres que en ella se debaten cada día por la sobreviviencia destruyéndose entre sí y destruyendo sus alrededores, llevándose de paso en esa lucha la posibilidad de la memoria, sin poder reconocernos bien los unos a los otros; los unos entre los siete mil millones de otros.
Mientras seguimos creciendo en número y en amenaza.