Gran conmoción causó la caída de las redes sociales manejadas por el señor Zuckerberg. Según los opinadores de los grandes medios de comunicación en millones de personas causó ansiedad, en otras confusión. Pero no dijeron que en otras causó una gran tranquilidad mental al desconectarse de las redes sociales.
Ha crecido tanto la dependencia de millones de personas de las redes sociales que preocupa por las consecuencias que esto produce, no solo a nivel mental (probables patologías mentales, especialmente en niños, jóvenes y adultos proclives a desarrollar dependencias), sino algo más preocupante, como es la libertad humana. Sutilmente, después de comunicarnos por los correos electrónicos, que funcionaban sin ninguna dificultad y no generaban dependencia, pasamos a las redes sociales, con todas las consecuencias que hoy vivimos, tanto positivas como negativas. Dentro de estas últimas, que pueden causar serios daños a la democracia y a la libertad de las personas y su libre albedrío.
Lo positivo de las redes ha sido la posibilidad de socialización, la inmediatez, la alternancia laboral, el trabajo en grupo virtual, la libertad de expresión y pensamiento, la difusión de ideas, de nuevas fuentes y voces de comunicación alternativas a las tradicionales. De igual manera ha permitido a las personas que optan como forma de vida la soledad estar acompañadas virtualmente y socializar como esencia de la persona. Pero los aspectos negativos borran estos avances, especialmente por la manipulación de los algoritmos en favor de intereses oscuros y particulares.
Es evidente que el propietario de estas redes no ha servido a los intereses generales de la humanidad sino al lucro del capitalismo, a enriquecerse de manera sin fin a costa de manipular las conciencias de los humanos e influir en la toma de decisiones y gustos al servicio del mercado, generar emociones negativas con información tóxica y deprimente que facilita el dominio; son incansables los mensajes de publicidad de todo tipo que se transmiten al entrar a una red social, hay una invasión de la privacidad insoportable. Y ni qué decir de las manipulaciones políticas que se pueden producir en favor de intereses políticos y en detrimento de la democracia. No somos libres y vamos camino de la esclavitud de nuestras emociones y decisiones si esta situación no cambia.
De otra parte, hay una hipersaturación de mensajes en redes como WhatsApp, tanto grupales como personales. La soledad moderna y la necesidad de comunicación llevan a las personas a sentirse acompañados enviando centenares de mensajes grupales y de contactos que sobrepasan la racionalidad, y no hay tiempo de leer tantos mensajes que no cabrían en esta vida.
Realmente, para los que somos sensatos, esas siete horas de desconexión de las redes sociales nos dieron una sensación más de desintoxicación mental y de libertad que de ansiedad, confusión y deseos de comunicarnos. Nos dimos cuenta de lo importante y prioritario en la vida.
Las redes sociales usadas racionalmente son un avance de la humanidad y la tecnología, pero deben de ser reguladas urgentemente para evitar todos los abusos que se presentan, tanto sociales como políticos, de la intimidad de las personas, para garantizar el libre albedrío con el que fuimos creados.
Las redes bien utilizadas, sin manipulaciones de ningún tipo, respetando la libertad de expresión y pensamiento (especialmente de los que nunca la han tenido), la pluralidad, y contribuyendo en la construcción de un mundo mejor, buscando el bienestar colectivo, son una verdadera revolución; no obstante, bien valdría la pena para la salud mental y espiritual, hasta física (descansarían las manos y los ojos), decretar un día sin redes sociales e internamente hacer el ejercicio de la desconexión por un buen tiempo.
Las redes sociales son una revolución científica, social y política pero deben ser reguladas y usadas racionalmente.