Cali vivió desde el 9 hasta el 15 de noviembre el evento que reúne a lo mejor de la danza: la 5 Bienal Internacional de Danza de Cali.
Este año con un foco muy pertinente y necesario: Colombia. Los grupos nacionales y locales más representativos del país se tomaron los espacios.
Se percibía la felicidad del reencuentro. La sonrisa frente a la posibilidad de volver a abrazarnos. Caleños y visitantes colmaron los escenarios.
Merecido homenaje recibió Tino Fernández bailarín y coreógrafo de L' Explose recientemente fallecido. Dos de sus obras más representativas La mirada del avestruz y Tiresias o la Razón de Ser, se apreciaron en la Bienal; además, una magnífica película producida por el Teatro Colón de Bogotá bajo la impecable dirección de Juliana Reyes: El Encuentro, un homenaje póstumo a quien partió la historia de la danza contemporánea colombiana en dos.
La mirada del avestruz concebida y estrenada hace veinte años no pierde vigencia; en ella se evidencia la violencia, el hambre, la crueldad gratuita, los desarraigos, el miedo, los silencios -también por miedo-, las violaciones. Todas aquellas atrocidades que parecen no querer tener fin.
La Bienal propició talleres con coreógrafos y bailarines; el movimiento joven estuvo presente en las danzas urbanas, y en el experimento con la coreógrafa Nach que ojalá vuelva a Cali para que el proceso con bailarines bogotanos y caleños continúe.
Se abrieron y, para siempre, las puertas del Centro de Danza y Coreografía La Licorera; es la gran apuesta desde la Gobernación del Valle del Cauca y del Ministerio de Cultura, donde se dejó claro que será un espacio maravilloso para todos. Experiencias como Alivetab, Noches Folclóricas, Cellule, Acoson de la comuna 21, se ovacionaron cada noche.
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Se abrieron y, para siempre, las puertas del Centro de Danza y Coreografía La Licorera
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Haber contado con las exposiciones de Carolina Navas, Juan Arias y Michele Cavalca fue muy afortunado, así como con la selección de videodanza realizada por la plataforma Berlín.
Los bailarines y directores se desplazaron con sus talleres a otros espacios de Cali como al Tecnocentro Somos Pacifico, la plazoleta del Centro Cultural y al parque 72W.
La Bienal de Danza de Cali fue un espacio para evidenciar lo que hemos vivido y seguimos viviendo. La nostalgia del aislamiento social consecuencia de la pandemia, la pobreza, el racismo, el olvido de las regiones apartadas del país, la violencia, la justa denuncia, los muertos, los asesinatos, las infamias contra las mujeres, la inequidad de género, el rol de la mujer, y el estallido social fueron temas recurrentes en el escenario.
Eso demuestra que el arte y la danza están allí, sin fronteras; en el cuerpo de Germain Acogny la gran maestra, o en el de Ángela Bello de LÉxplose o en cada uno de los excepcionales bailarines de Sankofa que tuvieron a cargo el cierre de la Bienal con una producción impecable en la voz de Rafael Palacios; estas denuncias están también en la propuesta de Wangari y del movimiento de danza afro contemporáneo que cada día toma más fuerza; de la coreógrafa Susana Pous y la compañía de Incolballet; en la muestra agobiante y magnifica de Cortocinesis; en los gritos desesperados de los Jóvenes Creadores del Chocó, y en muchos más que por siempre quedarán en la memoria.
Ese es el papel del arte. Señalar, llamar a la reflexión, hacer memoria, conmover, indagar, proponer. Ojalá esta 5 Bienal contribuya para que las cosas cambien, para que entendamos que fue suficiente y que es hora de propiciar un país más justo y más equitativo.